Agradezco al buen amigo Omar Orrusti y a los otros organizadores de este XXIX Baquinoquio la invitación
que hacen para presentar unas breves reflexiones sobre el gran poeta puertorriqueño Don Francisco Matos Paoli, a quien se
dedica muy merecidamente esta actividad anual.
Tuve el privilegio de conocer personalmente a Don Paco y dialogar con él y con su esposa, Doña Isabel
Freyre, en múltiples ocasiones. Fueron dos figuras egregias de nuestro país, que irradiaron su fuerza espiritual, su avanzado
intelecto y su extraordinaria capacidad de trabajo sobre todos los que nos acercamos a su acogedor hogar.
Hogar convertido en biblioteca y centro de trabajo de dos poderosos intelectuales, figuras puntales de
la cultura puertorriqueña, trabajaban incesantemente y nos hacían recordar aquella imagen del taller de labores y esperanzas
de que hablaba Antonio Machado.
Nunca me olvidaré de una tarde en que Doña Isabelita me enseñó algunas de las libretas escolares de carpeta
dura donde Don Paco escribía sus libros de poemas. Menos aún podre borrar de mi memoria el sillón donde se sentaba Don Paco:
a un lado, una torre de los libros que estaba leyendo; al otro lado, otra torre de los libros que ya había terminado de leer.
Mucho se ha hablado sobre la inmensa obra poética de Matos Paoli, que nos sorprende tanto por su pureza
lírica, su profundo misticismo e invariable densidad espiritual como por su vastedad, una corriente de actividad que se inicia
cuando apenas tenía 16 años, con el poemario Signario de lágrimas (1931) que se extiende, con muy pocas interrupciones,
durante toda una vida.
A los que quieran entrar al múltiple, variado y fascinante mundo poético de Don Paco, les recomiendo como
punto de partida la Antología Minuto, publicada en 1977, con prólogo de Luis Cartaná, donde Don Paco
hace una cuidadosa selección de poemas de libros que van desde Cardo Labriego y otros poemas (1937) hasta Cancionero
(1977) y presenta al final una detallada cronología del poeta hasta ese momento.
La obra poética de Don Paco ha recibido plena atención de la crítica literaria en Puerto Rico y a escala
global. Se resalta su pleno dominio de la forma, la variedad y amplitud de sus temas, desde la experiencia místico-religiosa
hasta la pasión de la lucha libertaria de Puerto Rico, y su persistente labor creativa.
En uno de sus últimos libros, Ramón Emeterio Betances, Pasionario de la luz (1992)
Don Paco hace una admirable síntesis de todos los temas de su poesía: Dios, la patria, el Mar Caribe, la Virgen María,
Betances como padre de la patria, Don Pedro Albizu Campos y su visión revolucionaria de la independencia y la fe en la redención
histórica de nuestro pueblo.
En el breve tiempo de que dispongo, me gustaría destacar un aspecto de la obra de Don Paco que no ha recibido
tanta atención como su ingente obra poética, pero que revela cuán significativa y profunda es su huella cultural en nuestra
vida como pueblo.
Me refiero al libro Diario de un poeta, Tomo 1, publicado en 1987 por la División de Publicaciones
y Grabaciones del Instituto de Cultura Puertorriqueña, con un bello y revelador prólogo de Doña Isabel Freyre.
Los que piensan que la poesía de Don Paco es hermética (él decía que no lo era tanto como se alegaba),
de difícil acceso a los no iniciados, se sorprenderán por la discusión franca y abierta, admirablemente fluida que él presenta
en este singular libro. Se trata de la más significativa e íntima obra en prosa del poeta, en cual por medio de cortos fragmentos
nos lleva a lo que yo llamo, recordando un famoso ensayo de Pablo Neruda, un viaje a su propio corazón. Nos habla de su persona,
presenta sus opiniones sobre la poesía, la creación poética, hace juicios críticos sobre otros poetas y entra en abierta discusión
de temas filosóficos y políticos.
De súbito, nos percatamos de algo que la intensidad y densidad poética y mística de su producción en verso
nos hace olvidar: Don Paco fue un formidable intelectual, un voraz lector, un erudito de la literatura que al mismo tiempo
tenía un profundo conocimiento filosófico y estaba al tanto de todos los temas sociales, económicos y políticos del momento.
No podemos olvidar que él hizo estudio de literatura comparada en La Soborna y fue profesor de literatura en la UPR. De ahí
que conversar con él fuera una verdadera fiesta del intelecto, entrar en contacto con un espíritu que, además de su vuelo
a lo trascendental, tenía los pies firmemente colocados en la tierra, en la realidad histórica de su patria y del mundo.
De paso, Don Paco es el autor de varios ensayos de crítica literaria sobre escritores tan significativos
como José Gautier Benítez y Miguel de Unamuno.
La lectura del Diario fue para mí una verdadera aventura, a tal punto que cuando lo hice
por primera vez hace muchos años fue de un tirón, no pude despegarme del libro cuya discusión va desde un explicación de la
naturaleza y características de su poesía, hasta una reflexión final sobre sus convergencias y divergencias con los jóvenes
poetas del País. Es un viaje apasionante e intenso, a medida que el autor despliega ante nuestra vista su admirable erudición,
la dialéctica de su interacción con tantos y tan variados protagonistas de la cultura puertorriqueña y universal, sus preferencias
estéticas y su valoración de múltiples aspectos de la vida cultural y social del País.
En efecto, lo que más impresiona en el Diario es la vastedad de lecturas de Don Paco. Hace
comentarios y juicios críticos, e inclusive comparaciones con las orientaciones de su propia poesía sobre grandes figuras
como Juan Ramón, Jiménez, Jorge Guillén, Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado, Octavio Paz, Rainer María Rilke, Rubén Darío,
Pedro Salinas, Miguel de Unamuno, Blas de Otero, entre otros. De igual modo, traza juicios muy interesantes sobre grandes
poetas nuestros tales como Juan Antonio Corretjer, Luis Palés Matos, Luis Llorens Torres, Julia de Burgos y Evaristo Rivera
Chevremont.
De igual modo, Don Paco no vacila en expresar sus diferencias filosóficas con figuras de la talla de José
Ortega y Gasset y Gasset, Miguel de Unamuno y Carlos Marx.
Discute temas apasionantes: su relación con Don Pedro Albizu Campos, las limitaciones del orden colonial
de Puerto Rico, el papel de poesía trascendentalista en un mundo secularizado, sus diferencias filosóficas con el marxismo,
la muerte como centro de preocupación en la madurez del hombre, la actitud de los jóvenes poetas ante la tradición literaria,
la lucha por la independencia de Puerto Rico y ante todo el papel de la poesía y de la fe religiosa en una fase histórica
en que predomina el materialismo y el descreimiento.
En suma, el Diario nos presenta, en "un todo muy ordenado y coherente", como dijo el distinguido
profesor Manuel de la Puebla, el flujo de conciencia, la dimensión íntima y espontánea, a modo de conversación ágil y variada,
de un inminente poeta que, simultáneamente, hace las veces de un crítico literario fino y perspicaz y de un observador sistemático
de nuestra condición de subordinación política.
La prosa del libro es fina, depurada, cristalina de principio a fin. Aún así quiero destacar una dimensión
específica donde la redacción alcanza un nivel inigualable: la nota que el poeta le dedica a la distinguida crítica literaria
Doña Margot Arce.
En una nota que le envío a Don Paco en junio de 1971, desde Cambridge, Massachussetts, donde era profesor
visitante en Harvard, el gran poeta español Jorge Guillén, su gran amigo y admirador, dice: No quiero que llegue la dispersión
estival sin haberle agradecido su Cancionero, que mantiene íntegras todas las virtudes de su poesía—poesía, en
toda su pureza y su eficacia. Usted es el inspirador por excelencia—lejos de los retóricos."
En efecto, Don Paco es el gran inspirador no solo del amor a la poesía y la literatura y al estudio de
su papel en la sociedad, sino de amor a la patria, a la justicia social y la lucha por la independencia de Puerto Rico.
En el antepenúltimo párrafo de, Tomo 1 de su Diario, resume magistralmente su filosofía de acción:
"El hecho de que me transforme en un poeta político no es nuevo en mí. Ya en Luz de los héroes, libro escrito en
la cárcel de La Princesa, junto al sombra inmortal de Pedro Albizu Campos, recogí el latido de sangre de una juventud que
se dio toda en valor y sacrificio por la redención de la patria."
En su ensayo Viaje al corazón de Quevedo dice Neruda: "Los hombres de quienes hablaré pasaron
la vida clamando a la tierra, bajando la mirada a las profundidades del hombre y de la vida, buscando desesperadamente un
cielo más posible, quemándose los ojos en la contemplación humana, en la desesperación celestial"
Ese fue el destino del Don Francisco Matos Paoli, un hombre de profunda fe, de acendrado valor personal,
amante de su pueblo, apasionado de la libertad.
Al honrar hoy la memoria de Don Francisco Matos Paoli le hacemos justicia a un gran poeta, a un abnegado
patriota que supo elevarse a los más altos niveles de la creación cultural y, al mismo tiempo, afrontó con tenacidad y resignación
la persecución y encarcelamiento por la defensa de sus convicciones. A fin de cuentas, el triunfo ha sido del poeta, a quien
hoy recordamos con el mismo cariño y devoción que él nos expresó en su vida y en su obra.