Aunque los historiadores presentan versiones distintas, la
imaginería popular tradicionalmente ha representado a Nerón tocando la lira
mientras Roma ardía.
Algo parecido están haciendo los jerarcas de
S&P.
Mientras el Gobierno y la Legislatura de
Puerto Rico hacen contorsiones y malabarismo para conjurar simultáneamente el
masivo déficit fiscal, la crisis de los Sistemas de Retiro, la virtual
paralización del crecimiento económico y la amenazas de degradación mayor del
crédito de país, una tenue señal de humo que sale de Capitolio, la aprobación
atropellada y sin consulta a fondo de una reforma del Sistema de Retiro, desata
una aprobación general, vaga, abstracta por parte de S&P, que no parece
entender los enormes sacrificios que la misma ha conllevado para los empleados
públicos y el enorme costo político que implica para el incumbente.
Si la consigna es “el fin justifica los
medios”, se ha puesto en bandeja de plata, para la satisfacer la voracidad de
las casas acreditadoras, el pecunio, la estabilidad y el futuro económicos de
la inmensa mayoría de los servidores públicos de Puerto Rico, que una vez más
se convierten en el chivo expiatorio de la política macroeconómica del país.
Este es un capítulo cruelmente realista,
concreto, de lo que los economista llamamos las consecuencias microeconómicas
de la política macroeconómica. Ayer fueron los despedidos en masa, hoy son los
empleados activos que además de una lluvia de cargas adicionales ven recortadas
sus expectativas de avance económico y sus condiciones de retiro. Ellos serán
los héroes no consultados de un proceso de salvamento que sabían necesario pero
no esperaban que recayera tan aplastantemente en sus espaldas.
En general, los retirados del Sistema salimos
prácticamente ilesos de la batalla, con rasguños menores, pero no podemos dejar
de expresar nuestra solidaridad con los que sufrirán tan brutal impacto y
tenemos que ser solidarios con ellos en su lucha para protegerse de esta
tribulación.
Aclaro: reconozco el esfuerzo realizado por la
Oficina del Gobernador y la Legislatura por socializar equitativamente el dolor
de tan penosa decisión, pero me temo la falta de consulta verdadera, concreta,
debilita por completo la posición oficial y dará paso a cruentas batallas que
tal vez hubiera sido difícil evitarlas de todos modos, pero se pudieron haber
atenuado si las decisiones su hubieran tomado en un proceso abierto,
democrático y participativo.
El déficit de democracia al cual alude el
licenciado Rafael Hernández Colón sigue asolando a nuestro país, mientras las
casas acreditadoras tocan sus afinadas liras.