El fracaso del
Plan Fortuño
POR ARGEO QUIÑONES | 13
DE MAYO DE 2011
La situación actual que enfrenta la economía de Puerto Rico, con el
doble azote de la depresión y crisis fiscal, es parte de un continuo y largo
proceso de agotamiento e implosión de la estrategia económica adoptada al
concluir la Segunda Guerra Mundial, el cual comenzó a principios de la década
de 1970 y continúa al día de hoy. El Plan Fortuño, como se evidencia cada vez
más, ha fracasado. No ha logrado establecer las condiciones para el crecimiento
económico sostenido y mucho menos aun para el desarrollo sostenible. Y no podía
ser de otra manera. El Plan, además de enfatizar todo aquello fallido en el
viejo modelo, adoptó política pública basada en falsos supuestos y
entendimientos –históricos y presentes- sobre la economía de Puerto Rico e
ignoró la situación por la que atravesaba la economía mundial cuando se elaboró
e implantó a principios de 2009.
El fracaso de las políticas de
ajustes neoliberales
A pesar de los
reclamos de cientificidad, en su más fuerte acepción, pocas dudas deben quedar sobre la
existencia de
filosofías económicas con sus respectivas visiones de mundo. Visiones que no se
limitan al conocimiento adquirido mediante la ciencia exclusivamente. El dogma
de la eficiencia de los mercados con su equilibrio general y empleo pleno no
murió con la Gran Depresión de los 1930. Permaneció discretamente haciendo
trabajo de zapata hasta que el fenómeno del “stagflation” hizo su aparición a
principios de los 1970. Esa fue la oportunidad dorada que aprovechó la nueva
ortodoxia para desbancar la versión llamada por ilegítima del modelo keynesiano
según Joan Robinson (Blanchard, O. 2002) elaborada por Hicks y Hansen, que
predominaba en los círculos académicos y políticos en la posguerra. Quien haya
leído La Teoría General de Keynes entiende por qué la crisis de los 1970 no
desbancó al verdadero pensamiento keynesiano, el que sentenciaba que por
poderosas razones institucionales el mercado no podía ajustarse como el modelo
clásico suponía, y que los dos grandes defectos del sistema capitalista eran su
incapacidad para generar empleo pleno y su arbitraria e injusta distribución del
ingreso y la riqueza (Keynes 1936)
Fundamentados con el dogma neoliberal,
durante la década de 1980 comienza una hipócrita, selectiva y fútil etapa de
disciplina fiscal, y el proceso de liberalización y apertura de mercados,
especialmente financiero y laboral. Procesos que en los Estados Unidos y otros
países desarrollados del bloque capitalista, llevaron a la intensificación de
la concentración y la internacionalización financiera, la desindustrialización
y una mayor regresividad en la distribución del ingreso y la riqueza. Ese
mismo dogma neoliberal, extrapolado al funcionamiento de los mercados
financieros, fue el caldo de cultivo en el cual se crearon las condiciones para
la Gran Crisis de 2008. El capital financiero domina la economía mundial y no
acaba la era del imperialismo (Lenin 1916; Stockman/CNN 2011)
Justificados por la
doctrina de “demasiado grandes para colapsar” los estados nacionales, que de
antemano enfrentaban situaciones fiscales en mayor o menor grado comprometidas,
se lanzaron al rescate de las principales instituciones responsables de la
crisis, canalizando cantidades gigantescas de recursos en un contexto de gran
resistencia a la tributación progresiva, agravando así el difícil panorama
fiscal de muchos estados nacionales del sistema mundial. Luego de tres décadas
de políticas neoliberales aplicadas a escala planetaria, la economía mundial se
abre paso por el camino de una recuperación plagada de incertidumbre y con
unas propuestas de ajustes y reestructuraciones impuestas mediante descarada
coerción “especulativa” de los mercados financieros, las agencias acreditadoras
y otros organismos supranacionales. Propuestas de ajustes y reestructuraciones
muy amenazantes para la endeble recuperación económica, las relaciones
políticas internacionales –la Unión Europea en particular- y el bienestar de la
humanidad.
En los Estados
Unidos, las instituciones que antes de la crisis eran “demasiado grandes para
colapsar” ahora son 20% más grandes y, en su mayoría, han vuelto a las
prácticas de antaño como si se tratara de “business as usual”. Mientras, las
reavivadas fuerzas que apoyan las doctrinas neoliberales sumadas al
comportamiento sanguinario de los mercados financieros y los dictámenes de las
casas evaluadoras -las mismas que contribuyeron a la crisis otorgándole
clasificaciones de AAA a instrumentos financieros estructurados con las cuatro
patas (Bloomberg 22/10/2008) exigen disciplina fiscal a los gobiernos que
salvaron de una debacle mayor a los grandes consorcios financieros y
aseguradores y a la economía mundial. La exigencia de disciplina fiscal en este
contexto, equivale a imponerles a los atribulados contribuyentes en los
quintiles más bajos de la distribución del ingreso, los más afectados por la
crisis, el pago del costo de la crisis fiscal de los estados. Se trata pues, de
una doble instancia de saqueo y despojo del gran capital financiero y aliados
contra la sociedad global.
La generosidad exhibida con las
empresas “demasiado grandes para colapsar” contrasta con los escasos recursos asignados
para atender el lado “humano” de la crisis. El viraje ideológico de
proporciones épicas por vía de un populismo conservador, a pesar de la gran la
crisis del modelo neoliberal, se ha convertido en motivo para reavivamiento del
pensamiento y la política social neoconservadoras. Cuando más se necesita la
solidaridad más se atacan las bases materiales para soluciones solidarias a la
crisis, al desangrar el estado benefactor con la “crisis fiscal”, más no al
estado instrumento de dominación, militarista y rescatista de los “muy grandes
para colapsar”. De momento, luce mucho más fuerte este modelo rapaz que
“cierra su acto” con dos de los peores desastres ambientales en la historia:
Golfo de México y Fukushima. Corresponde señalar que en Puerto Rico, el
“cierre” simbólico se produce con CAPECO. Empresa que dos veces se fue a
quiebra en este siglo, debiendo más de $200 millones en total al erario.
Además, CAPECO fue el eje de uno de los peores desastres ambientales de los
últimos años, vendió sus activos, se llevaron la marca Gulf del país y dejaron
en el aire a más de 100 detallistas, dueños de pequeños negocios que operaban
con la marca registrada.
La irracionalidad fundamental de las
políticas de ajustes neoliberales, desde la perspectiva de la reproducción del
sistema capitalista, ha sido proclamada por quienes otrora fueron baluartes de
ese pensamiento. David Stockman (CNN 2011) jefe de presupuesto durante la
presidencia de Ronald Reagan, aboga por dejar expirar los recortes
contributivos de Bush hijo, nuevas contribuciones y la reestructuración
progresiva (Mean Tested) de los sistemas de seguridad social como Medicare y
Seguro Social. Birdsall & Fukuyama (2011) sostienen que:
“If the global
financial crisis put any development model on trial, it was the free-market or
neoliberal model, which emphasizes a small state, deregulation, private
ownership, and low taxes”.
El Fracaso del Plan Fortuño
El Plan Fortuño (PF) no está funcionando y no va a funcionar. El doble objetivo
de cuadrar las finanzas públicas y relanzar el crecimiento económico no se ha
logrado. Desde temprano profesionales capacitados en la materia se lo
advirtieron. Inclusive, se planteó que, sin un préstamo generoso de la Reserva
Federal o el Tesoro el PF tenía pocas posibilidades de lograr sus objetivos
(UIE, J. González 2009) Cuando el primer mandatario tomaba posesión, la
economía de Puerto Rico estaba cercana a cumplir su tercer año de recesión y
había perdido unos 106,091 empleos entre abril de 2006 y diciembre de 2008.
Otro tanto ocurría con los recaudos que mostraban una reducción proyectada para
el fiscal 2009 de $687 millones, de los cuales $487 millones
correspondían a la caída en la actividad económica y los otros $200 a los
nuevos créditos contributivos (S&P 22/12/08) En los Estados Unidos la Gran
Crisis destruía empleos a razón de más de 600,000 mensuales entre septiembre de
2008 y junio de 2009 –los peores meses de la crisis en ese país. La economía de
Puerto Rico, la de los Estados Unidos y la Mundial se hallaban en caída libre a
principios de 2009 y nadie sabía con certeza hacia donde desembocaría la
situación.
El PF y, en específico, la ley #7 de 9
de marzo de 2009, le impartieron mayor velocidad a la caída. La dirección de la
política económica del PF contraviene la lógica económica al intentar
implantar la reducción del gasto público y el aumento en las contribuciones en
medio de una severa contracción local y global. Si de resolver
satisfactoriamente la crisis se trataba, un vistazo a la historia económica del
país hubiese ayudado bastante en la elaboración de una política más acertada
que la terapia de “shock” impuesta (Klein 2007) con el despido de decenas
de miles de servidores públicos.
El período exitoso de Operación Manos a
la Obra requirió de una gran participación del sector público en la economía,
como lo demuestran las razones de la deuda y el gasto públicos al PNB y la
razón de empleo público a empleo total. Todas crecieron significativamente
entre 1947 y mediados de los 1970. Con la crisis fiscal el gobierno no pudo
continuar estimulando la economía a un ritmo creciente y no se alteró el modelo
para lograr mayor participación del sector privado en la misma. Se continuó con
la vieja receta de mantener bajos costos absolutos para incrementar la
“competitividad” lo cual, con la intensificación de la competencia en la
economía global, ha resultado en una carrera hacia el fondo, en la que se
socializan los costos crecientes del modelo (aumento que es resultado lógico
del desarrollo) con una menguante participación de la sociedad en los
beneficios distribuidos y concentrados en pocas manos o pagados al exterior
(Villamil 1978, JP 2010)
Precisamente por ese reconocimiento sobre la importancia del
gobierno en la economía de Puerto Rico, en Diciembre de 2008 Standard &
Poor’s le advertía al gobierno entrante que la reducción del gasto
público no debía
efectuarse hasta que el sector privado comenzara a crear empleos.
Representantes de los tenedores de bonos del gobierno y las casas
acreditadoras, en una de las reuniones con el sector sindical público en Puerto
Rico en 2007, expresaban que el país tenía que resolver su problema
fiscal pero la forma en que lo hiciera no era asunto de ellos. Inclusive
afirmaron, que la situación podía solucionarse sin reducir el empleo público. Contra
viento y marea los estrategas de la nueva administración continuaron el curso
de política económica esperanzados de que con la combinación de los fondos
ARRA, el Fondo de Estabilización Fiscal (emisión de deuda), el Programa de
Estímulo Criollo (PEC) las APP y la liberalización de los permisos (de
construcción fundamentalmente) la economía del país se sobrepondría de la
contracción y para el 2010 estaría creciendo. Apostaron a que las medidas
anticíclicas más que contrarrestarían las medidas procíclicas adoptadas y
fallaron.
El poco entendimiento de la
dinámica económica nacional e internacional condujo a graves errores en
el diseño y sincronización de la política económica por parte de la
administración Fortuño. Las experiencias con los efímeros y débiles efectos en
el crecimiento económico de los más de $1,600 millones inyectados por FEMA a
raíz de Georges (9/1998) y los $1,200 millones inyectados por el programa de
estimulo fiscal de Bush durante el verano de 2008, debieron haber contado
para algo al factorizar la aportación al crecimiento de los fondos ARRA, de los
cuales una porción significativa fueron transferencias a las personas. De forma
similar el gobierno de Puerto Rico con el pago acelerado de $750 millones en
cuentas pendientes y la asignación de los $500 millones del PEC, ha inyectado
$1,250 millones al sector privado de la economía sin que esto haya podido
detener la contracción.
El análisis imparcial del origen de la
crisis en el sector de la construcción, bienes raíces y banca, así como la
incorporación en el análisis de la caída en ingreso y riqueza causadas por la
crisis, pudieron servir para anticipar el fracaso de la nueva ley de permisos
como estímulo de la construcción y la actividad económica en general. En Puerto
Rico también tuvimos una burbuja inmobiliaria como muchos otros países del
mundo y la ejecución de hipotecas continua a un nivel sobre el cual muy poco se
quiere dar a conocer. La severidad de la crisis mundial, que por su dimensión
financiera hace más prolongada y difícil la recuperación, pudo haber servido
para anticipar la sequía relativa de capital para la inversión externa de largo
plazo y la dudosa viabilidad de las APP.
Cierto es, en este momento la economía
experimenta un nivel de contracción menor según los pronósticos de crecimiento,
pero sigue en contracción y existe fuerte evidencia que sugiere la posibilidad
de que luego de un breve respiro, seguirá cayendo o estancada si no se cambia
su curso radicalmente. Estos “destellos” de recuperación no son sostenibles. La
disponibilidad de los fondos ARRA esta próxima a expirar. Por otro lado, tomar
dinero prestado para cuadrar presupuesto, saldar cuentas por pagar, pagar deuda
extraconstitucional aceleradamente y mitigar el estrago de las políticas de
ajustes es, además de contraindicado, algo que tiene límites, expresamente
prohibido por el proyecto de la mayoría parlamentaria, convertido
en la ley de reforma fiscal de 2006 (Ley #103 de 25 de mayo de 2006) que
estableció: “Se prohíbe la utilización de deudas, préstamos o cualquier
mecanismo de financiamiento para cubrir gastos operacionales y para balancear
el Presupuesto General de Gastos del Gobierno del Estado Libre Asociado de
Puerto Rico” y que fue una de las primeras leyes derogadas temporeramente por
la administración a partir de 2009.
El uso intensivo del mecanismo de financiamiento provisto por
COFINA ha llevado a que el servicio de la deuda emitida por esta entidad,
absorba prioritariamente más del 50% de los recaudos del IVU y continúa
aumentando automáticamente a razón de 4% anual. El monto de la deuda girada y
garantizada por los recaudos del IVU por COFINA aumentó de $6,306 millones en
Diciembre 2008 a $14,000 millones al cierre del año fiscal 2010. El total
aumentará unos $600 millones con la emisión que se hará para cuadrar el
presupuesto de 2012. Aunque se saldó la deuda extraconstitucional, la deuda
pública bruta continúa aumentando y, a junio de 2010, alcanzó el total de $58.8
billones, un aumento de $3,843 millones respecto al año fiscal anterior con el
cual la razón de la deuda pública bruta al producto nacional bruto
aumentó de 84.4% a 89% en un solo año (Castañer 2011) La casa estará en orden
pero su zapata sigue debilitándose.
Ante este cuadro y el achicamiento de
la ventana de oportunidad que el inicio prematuro de la campaña política
para las elecciones 2012 va dejando, los compromisos respecto a los sistemas de
retiro que acordaron el gobierno y Moody’s, y que llevaron a mejorar levemente
la perspectiva de las obligaciones generales del gobierno central, lucen cada
vez menos viables. La administración Fortuño, de cara al próximo ciclo
electoral 2012, se encuentra entre la espada y la pared, en la encerrona creada
por su propia política de falsos remedios y logros, y esquemas deliberadamente
formulados para implosionar el sistema de administración pública y los
beneficios principales de los arreglos laborales alcanzados durante el período
de la posguerra.
Para entender mejor esta estrategia de
implosión y reestructuración neoliberal conviene examinar rápidamente el
ejercicio de presupuesto consolidado para el AF 2012. Este descansa sobre
supuestos de dudosa viabilidad como los aumentos en sus principales partidas:
11.4% en los fondos federales; 3.2% en los ingresos propios de las
corporaciones públicas; 6.3% en el Fondo General. El aumente en este último
renglón depende del éxito de medidas como el impuesto del 4% sobre las ventas
de las compañías foráneas, la IVU Loto y la amnistía contributiva. A
pesar de que durante el primer mes de vigencia del impuesto especial a las CFC
se recaudaron $108 millones por concepto del 4%, los ingresos netos al Fondo
General para los primeros siete meses del año fiscal 2011 (Julio 2010-Enero
2011) andan $176 millones por debajo del nivel para el mismo período del año
fiscal anterior (Hacienda 2011). Algo lógico de esperar ante la admisión de que
durante el año fiscal en curso la contracción de la economía continúa. Otra
consideración en torno al presupuesto es lo referente a los arbitrios del ron
elaborado en Puerto Rico y exportado a los Estados Unidos, los cuales
representaron $352 millones de ingresos al Fondo General durante el año fiscal
2010. La fuga de Captain Morgan a St. Thomas representa una pérdida
alrededor de los $100 millones en esta partida. La ley 178 del 1 de diciembre
de 2010, aprobada en respuesta a la competencia de Islas Vírgenes americanas en
la elaboración del ron, posibilita la asignación de hasta 46% de los arbitrios
que devuelve el gobierno federal como subsidios a las destiladoras en Puerto
Rico. Entre la fuga de Captain Morgan y la nueva ley se augura una reducción
potencial de $215 millones en esta partida que nutre el Fondo General y
el presupuesto del gobierno central.
Lanzar una reforma contributiva que promete $1,200 millones en alivios
anuales durante seis años, cuando el presupuesto consolidado de 2011 contiene
$2 mil millones, entre ARRA y el Fondo de Estabilización Fiscal, que no son
recurrentes y que para cuadrar el presupuesto con cargo al Fondo General del
año fiscal 2012 habrá que recurrir a la emisión de deuda, es conducta
irresponsable y temeraria. El cuadro se agrava ahora que asoman los nubarrones
de la disciplina fiscal de Washington, por lo que cualquier aumento en los
recaudos debe primeramente asignarse a un fondo de emergencia (“Rainy day
fund”) Además, dada las necesidades urgentes en áreas como salud, educación,
comunidades, medio ambiente, energía, transporte, restauración urbana y rural,
sistemas de retiro y otras, esta reforma representa, como poco, una conducta
socialmente insensible y un ejemplo de hedonismo utilitarista extremo al
enfatizar el valor supremo del “dólar en el bolsillo”. También representa, muy
posiblemente, el desperdicio de una oportunidad como pocas para emprender una
iniciativa de orden superior (Herrero 2010) dado que la aportación de la
inversión social al bienestar por mucho excede los beneficios esperados del
aumento indiscriminado del consumo por tener más ingreso disponible.
Cambiar los términos contributivos a
las empresas foráneas (CFC), mediante proceso legislativo secreto, y con un
razonamiento populista simbólico es malabarismo de alto nivel. Especialmente
ahora que el sector farmacéutico atraviesa un período difícil, como ningún otro
en los últimos cuarenta años. Aparenta que se van como antes hicieron muchas
subsidiarias de multinacionales acogidas a la sección 936, al cambiar las
reglas de juego por motivaciones de política de estatus y no por una bien
definida política industrial. Y si muchas de las subsidiarias de multinacionales
afectadas por el arbitrio no cierran, diversas maniobras emprenderán para
evitar efectivamente la nueva carga como es lógico de esperar en nuestro país,
con gobiernos débiles y serviles ante el gran capital. La bonanza
“contributiva” poco durará. Quizá brinde algún rendimiento electoral. La
reforma contributiva luce cual Caballo de Troya, mecanismo automático el cual,
mediante la caída en los recaudos, continuará la faena de implosión del sector
público sin la necesidad de otra ley 7, luego de 2012.
El Plan Fortuño no ha rendido los
resultados esperados. Todo lo contrario, ha deteriorado y fragilizado aun más
la maltrecha economía de cara a una coyuntura en la economía mundial cada vez
más complicada e incierta. Hasta el momento, la apuesta lleva claramente las de
perder. En materia de crecimiento económico, la segunda década del siglo XXI
comienza en igual o peor estado que la anterior. El crecimiento económico no
llega, la contracción continua y los pronósticos más allá de este año fiscal de
2011, auguran índices mínimos de crecimiento con supuestos muy inciertos. La
inversión interna bruta de capital fijo (IIBKF) variable importante para el
crecimiento económico, ha colapsado como consecuencia de la crisis en la
industria de la construcción privada, la crisis fiscal que restringe la
inversión pública y la dificultad para la atracción de inversión externa
directa, como consecuencia de la pérdida de competitividad y la Gran Crisis de
2008. La razón de la IIBKF al PNB ha descendido de 29% en 2000 a 14% en 2010.
En materia de empleo la depresión, que comenzó en 2006, ha
destruido 132,200 empleos asalariados no agrícolas durante sus cinco años de
duración (BLS 2011). Con la aplicación de las políticas procíclicas del Plan
Fortuño a partir de 2009, precisamente cuando la crisis tocaba su punto más
profundo en los Estados Unidos, la pérdida de empleos se intensificó. Durante
los primeros 33 meses de la crisis, de abril 2006 a diciembre 2008, el país
perdió 41,000 empleos, para un promedio de 1,242 empleos perdidos por mes. De
diciembre 2008 a marzo 2011 se perdieron 91,200 empleos para una promedio
mensual de 3,378, más que duplicando el promedio mensual durante la primera
fase de la crisis. La situación con el nivel de empleo pareció haber
tocado fondo en septiembre de 2010. De ahí hasta febrero de 2011 se crearon
6,500 nuevos puestos de trabajo. Sin embargo, datos preliminares apuntan a que
durante el mes de marzo volvió la tendencia a la baja perdiendo la economía
1,700 empleos, el 26% del total creado durante el efímero repunte. Entre enero
y marzo de 2011 la tasa de desempleo aumentó de 15.9% a 16.9%. La tasa de
participación laboral y la tasa de empleo para los primeros ocho meses del año
fiscal 2011 descendieron a 40.6% y 34.1% respectivamente (BLS & BGF 2011)
Las quiebras para el primer trimestre de 2011 superan en número de casos,
número de acreedores y deuda acumulada los niveles para el primer trimestre de
2010. El balance de préstamos hipotecarios referidos para ejecución aumentó de
$3,912 millones en 2009 a $5, 362 millones en 2010, un incremento de 37%.
A pesar de todo esto, durante la década
perdida el PNB per cápita de P. R. (Ahora “Gross National Income”) refleja un
incremento porcentual mayor que el de los E.U. Corresponde señalar que todo
indica a que el fenómeno de la emigración cobró auge durante la primera década
del nuevo siglo. Estimados preliminares apuntan a que el balance emigratorio
neto ronda los 300,000 para el período. Lo que, de ser cierto, haría de la
década 2000-2009 la segunda de mayor emigración neta en la historia del país,
solamente inferior a la de 1950-59. El fenómeno de la emigración requiere
atención detallada y reconceptualización. Más que “válvula de escape” para el
desempleo, representa pérdida de capital humano, como consecuencia del
estancamiento, la crisis y la falta de oportunidades en nuestra economía,
especialmente para los jóvenes, principal grupo demográfico que recurre al
éxodo. Precisamente cuando llegan a la edad de realizar su potencial
productivo, desarrollado en Puerto Rico, es la economía de los E. U. la que los
absorbe y se beneficia de una mano de obra con nivel relativamente
alto de escolaridad y toda una vida productiva por delante (Herrero 2010)
Emigración,
transferencias federales y economía informal son tres variables que impiden que
el ajuste neoliberal imponga cabalmente nuevas condiciones de explotación
y acumulación más intensas, por vía de la recreación del ejército industrial de
reserva, al crear una enorme masa potencial de trabajadores que compiten en el
mercado laboral, dispuestos a trabajar “en lo que sea y por lo que sea”. Sin
embargo, las mismas no impiden que las políticas neoliberales avancen
despojando amplios sectores de la población que permanecen en el país,
polarizando el arreglo social aun más, desechando talento humano, devorando
aceleradamente valiosos recursos naturales e imponiendo un orden social
neoconservador. Nos dirigimos hacia un régimen totalitario con una economía pos
industrial y condiciones laborales de los tiempos del cañaveral para la gran
mayoría de los asalariados. Como prueba se observa que, la participación
porcentual de las compensaciones del trabajo en la distribución funcional del
ingreso neto (excluye pagos netos al resto del mundo o ganancia repatriada) se
encuentra muy próxima a su nivel relativo de finales de los 1940. No debe
quedar duda que los ajustes neoliberales han intensificado la explotación
laboral en el país por un lado, mientras por otro lado benefician a los que
reciben ingresos procedentes de la propiedad o el capital.
Conclusión
Si amarga y desastrosa ha sido la
medicina del Plan Fortuño, igual de desastroso ha sido el proceso mediante el
cual se elaboró e implantó el mismo. La magnitud de lo que se está poniendo en
juego trasciende lo que hasta el momento se observa económica, política y
socialmente hablando. Legislación por descargue, estudios que nadie conoce,
proyectos prefabricados fuera del ámbito y el escrutinio públicos, secuestro de
datos e información, poca o ninguna disposición para escuchar a diversos
sectores y concertar, excepto con los amigotes del CAREF, en un claro ejemplo
del llamado “crony capitalism” al que se le atribuyó, en gran medida, la crisis
del sureste asiático de 1997-98. Se apuesta con los recursos y la seguridad de
un país económica y socialmente maltrecho, sumido en la polarización, plagado
de conflictos, desesperación y violencia. La política implantada hasta
ahora, así como la que falta por implantar, como la mal llamada vía verde y
muchas otras que aun quedan en el arsenal de este gran esquema de ajuste
neoliberal (Sistemas de Retiro, Reforma Laboral, UPR para mencionar solo tres)
atentan contra la posibilidad de encausar a Puerto Rico por la vía del
crecimiento y el desarrollo sostenible. Es hora de detener esta marcha
forzada de la insensatez a la que tienen sometido el país.
Muy acertadamente el Nuevo Día (Lama
17-24/4/2011) reclama la necesidad de implosionar el orden existente en cuanto
a manera de hacer las cosas y afirma la necesidad de una revolución pacífica
por parte de la clase trabajadora, que transforme el orden existente y rompa
con la injusta dinámica económica y social que le asfixia. Sin embargo, esa
revolución no será contra los marginados y dependientes de las transferencias
federales como sugiere la pieza editorial. La distribución funcional del
ingreso a precios corrientes muestra que durante los años 1998-2007, es decir
durante gran parte de la década perdida y de lleno en el segundo episodio
de crisis fiscal y prolongada contracción, los ingresos que recibieron los
dueños del capital en sus variadas expresiones, aquí y en el exterior,
crecieron más que la economía y las compensaciones a los trabajadores (JP
2007).
La revolución no
puede ser regresiva y conservadora. Todo lo contrario. Será un proceso de
cambio social progresista, pacífico, bien estructurado y con claros
objetivos, dirigido hacia el conjunto de grupos con intereses creados que
impiden las siguientes acciones y objetivos: la
concertación social, la equidad y la transparencia; la conservación y
restauración ambiental y el uso ordenado de la tierra; el establecimiento de un
sistema de salud universal, basado en la prevención y la equidad en el acceso a
los servicios de salud, fuera del control del oligopolio de las aseguradoras;
la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación y las posibilidades de
desarrollo personal; el desarrollo acelerado de fuentes de energía renovables;
el transporte colectivo; la seguridad de las personas; la implantación de una
política salarial que haga justicia, premie la productividad y la antigüedad
bien llevada; el cobro de los más de $3,000 millones de deuda contributiva de
la cual ya nadie habla; la revisión de las más de 70 leyes de exenciones
contributivas que le cuestan sobre $1,000 millones anuales al erario; la
revisión de miles de decretos de exención contributiva de los que no se
sabe si la parte beneficiada contribuye según acordado a la economía del país;
el ataque a la evasión contributiva generada por la economía informal legal,
concentrada en los grupos de altos niveles de ingreso de la sociedad, y que
representa más de $12,000 millones en ingresos anuales que no tributan; el fin
al mal uso de fondos públicos que representa una pérdida, según estimados
conservadores (Santiago, Rivera y Colón 2009) de 10% del presupuesto de
gobierno; la reestructuración inteligente de las operaciones gubernamentales
para promover procesos efectivos y eficientes en la economía, regular
efectivamente y velar por los derechos de los muchos y y no de los pocos; la restructuración
económica y social que acabe con la cultura de mantengo corporativo por un lado
y la marginación sistemática de la mitad de la población por otro, mediante
procesos solidarios y democráticos.