LA LIMITACIÓN DEL CRÉDITO CONTRIBUTIVO DE
LAS COMPAÑIAS 936 Y SU IMPACTO
EN LA ECONOMÍA DE PUERTO RICO
En su afán por reducir el déficit
presupuestario federal, la
Administración
Clinton ha propuesto reemplazar la Sección 936 con un sistema de créditos por
salario: las subsidiarias de empresas norteamericanas perderían el derecho a
repatriar ganancias a Estados Unidos sin pagar contribuciones federales, pero
recibirían un crédito contributivo igual al 60 por ciento de los salarios
pagados a sus empleados (lo cual no incluye beneficios marginales ni
aportaciones al Seguro Social), hasta un máximo de $60,000 por empleado.
El ingreso pasivo de las compañías 936
sería limitado de tal manera que la cantidad de activos en que se puede
invertir para ganar ingreso pasivo no podría exceder el 80 por ciento de los
activos tangibles ajustados de la empresa en la Isla.
La teoría detrás de esta acción
presidencial parece ser que de esta manera la firmas se verán obligadas a
reinvertir sus ganancias en la Isla y aumentar sus volúmenes de empleo de
recursos humanos y de inversión en activos productivos (no financieros).[1]
En cierto sentido se trata de la
culminación de un proceso que se venía gestando desde hace varios lustros,
orientado a exigirle a las firmas 936 una presencia real más efectiva, más
vinculada con actividades de producción y menos relacionada con la derivación
de ganancias por vía de inversiones financieras de poco o ningún riesgo.
No obstante, el carácter abrupto de la
medida, la escasa atención que la Administración Clinton le ha prestado a los
impactos macroeconómicos de ésta, indican que ha predominado el deseo de
reducir el déficit presupuestario a como de lugar, obligando a Puerto Rico a
hacer un sacrificio más allá de sus capacidades y poniendo en peligro las bases
mismas de nuestro programa de desarrollo económico. De ahí que la exigencia de
la Administración Clinton—producir tanto dinero en tanto tiempo—se presente
como una acción descarnada de cobro, como si fuera el reclamo de una deuda
antigua, ante la cual la Isla, exenta de poderes efectivos en el Congreso, sólo
puede reaccionar mediante el cabildeo desesperado y la persuasión para se tomen
en cuenta las necesidades locales en la redacción de la versión final de la
medida.
Otras dos influencias poderosas
contribuyeron a justificar el ataque frontal contra la Sección 936. Por un
lado, la acción concertada del movimiento laboral norteamericano, que desde
hace tiempo viene haciendo presión para que se legisle contra la supuesta fuga
de empresas de Estados Unidos a Puerto Rico[2],
y, por otro lado, el feudo del Senador David Pryor contra las políticas de
precios de la industria farmacéutica y contra la alegada fuga de éstas hacia
áreas como Puerto Rico para obtener—según él---grandes créditos contributivos y
márgenes de ganancia excesivos que no se traducen en precios más bajos para los
consumidores norteamericanos.[3]
La propuesta del Presidente Clinton
fue aprobada el jueves 13 de marzo de 1993 por la Comisión de Medios y
Arbitrios de la Cámara de Representantes, que le añadió una enmienda dirigida a
controlar la alegada fuga ilegal de empresas de Estados Unidos a Puerto Rico,
lo que se conoce en inglés como ¨runaway plants¨.
El viernes 28 de mayo de 1993 la
Cámara de Representantes de Estados Unidos en pleno aprobó por un margen
estrecho y partidista el Plan Presupuestario del Presidente Clinton, que está
orientado a restarle $500 billones al déficit federal en un periodo de cinco
años, el cual incluye como uno de sus componentes la señalada propuesta para
reducir el crédito contributivo de las compañías 936. La idea es que la
reducción del crédito 936 aportará al fisco federal no menos de $7 billones en
un periodo de cinco años. Semejante cifra vendría a ser un por ciento ínfimo
dentro del plan global de reducción del déficit presupuestario en Estados
Unidos, pero representaría una pérdida substancial de ingreso para las
compañías norteamericanas que operan en la Isla acogidas a la Sección 936,
particularmente para las empresas farmacéuticas.
El asunto pasó a la consideración de
la Comisión de Finanzas del Senado, donde existe la esperanza de que el Senador
Patrick Moynihan introduzca enmiendas a la medida relacionada con la Sección
936 que respondan mejor a los intereses de Puerto Rico y atenúen el impacto que
pueda tener sobre la economía de la Isla el cambio propuesto. La especulación
general es que Moynihan se inclina a un plan de créditos a las compañías 936
basado en el concepto de valor añadido, es decir, que otorgue los créditos contributivos
a base de la suma de los salarios, las inversiones, la depreciación y otras
variables asociadas con la aportación productiva de la empresa, es decir, con
la actividad económica que real y efectivamente constituye valor añadido
realizado en la Isla. Se cree que el objetivo de recaudación de la Comisión de
Finanzas del Senado está en el recorrido de $4 billones a $5,000 billones, un
punto intermedio entre los $7 billones que busca la Administración Clinton y
los $3 billones que surgirían de la propuesta de la Administración Rosselló,
cuyos detalles se discuten más adelante en este trabajo.
De paso, conviene señalar que el plan
presupuestario del Presidente Clinton podría afrontar graves problemas en el
Senado, ya que existe un fuerte bloque de senadores – particularmente aquellos
que provienen de estados productores de petróleo y de los estados del Oeste en
general – que se oponen al impuesto sobre la energía. Se cree que el Presidente
Clinton tendrá que proponer más recortes de gasto y limitar el alcance del
impuesto a la energía para lograr que su plan de reducción del déficit se
apruebe en el Senado.
El 27 de abril de 1993, el
Gobernador de Puerto Rico, Honorable Pedro Rosselló, presentó una ponencia ante
la Comisión de Finanzas del Senado en la cual propuso alternativas a la actual
estructura contributiva 936 mucho más razonables en lo que respecta a su
impacto a corto, mediano y largo plazo sobre Puerto Rico. El plan del
Gobernador Rosselló consiste en los siguientes elementos:
Cada empresa tendría dos opciones. La
primera estaría basada en las compensaciones que ésta genere. La firma que
elija esta alternativa no podría tomar un crédito 936 que exceda la suma de: el
100 por ciento de los salarios, los beneficios marginales y las aportaciones a
sistemas de seguridad social atribuibles a sus empleados en Puerto Rico; más un
crédito por inversión de 10 por ciento respecto a la nueva inversión en planta,
equipo y maquinaria; más los impuestos pagados en la Isla (hasta un máximo de
9%) por concepto de los ingresos del negocio que disfruta de los beneficios 936
al nivel local. Se retendría la exención contributiva del ingreso pasivo.
La segunda opción se basaría en el
ingreso de la empresa, según la cual la firma disfrutaría del 90 por ciento del
crédito 936 en 1994 y de 80 por ciento de dicho crédito de 1995 en adelante,
además de retener la exención contributiva por el ingreso pasivo.
Se calcula que la propuesta del
Gobernador Rosselló le rendiría al fisco federal un total de $3 billones y constituiría
una carga más viable para las empresas 936, para el sistema financiero y para
la economía de la Isla como un todo.
A principios de junio se anunció que
la Administración Rosselló tiene planes de modificar su contrapropuesta para
vincular los créditos contributivos sobre las ganancias generadas por la firmas
936 en la Isla con los empleos que éstas generan. Se trata de una nueva fórmula
que combina los salarios y el ingreso de la corporación 936. La tasa
contributiva al fisco federal de cada compañía dependería de cuánta ganancia
genere por empleado. Mientras más alta la ganancia por empleado, más alta será
la tasa contributiva. De esta manera se proveería la oportunidad de que las
empresas de alta tecnología, que se perjudican con el crédito por salarios,
sufran un impacto menor y retengan incentivos para quedarse en Puerto Rico y
para expandir su inversión fija.
Independientemente de cual sea la
estructura final de la Sección 936, que sigue siendo una incógnita—aunque la
probabilidad se inclina hacia su desaparición y la adopción de una alternativa
basada en el crédito salarial y la posible, pero menos probable, inclusión de
algún tipo de incentivo para la inversión productiva y algún grado de
protección del alivio contributivo relacionado con el ingreso pasivo— las
empresas que operan en Puerto Rico viven momentos de gran incertidumbre.
Así, no es necesario señalar que desde
que se anunciaron los planes de la Administración Clinton orientados a
modificar el crédito salarial, lo cual ocurrió a mediados de febrero en el
discurso sobre el Estado de la Nación, se desató en la Isla una aguda crisis de
expectativas.
Un análisis de impactos económicos que
se llevó a cabo en el Banco Gubernamental de Fomento, tomando el año fiscal
1989 como base—ya que es el año que se usa como referencia en los informes de
Tesoro de Estados Unidos y el periodo para el cual existe la más completa y
confiable base de datos, llegó a las siguientes conclusiones:
El total de crédito contributivo de
las corporaciones 936, que son más de 500 y emplean a cerca de 105,000
personas, monta a $2,757 millones al año. La más reciente propuesta de la
Administración Clinton reduciría ese crédito a $1,068 millones, un recorte de
61.2 por ciento, mientras que la contrapropuesta del Gobernador Rosselló lo
llevaría a $2,416 millones, una baja de sólo 12.3 por ciento. El total de
$1,068 millones que se desprende de la propuesta Clinton se desglosaría como
sigue: crédito salarial, $827 millones; crédito por ingreso pasivo, $99 millones;
e impuestos pagados al nivel local, $142 millones. En el caso de la propuesta
Rosselló, el desglose sería el siguiente: crédito por salarios, $720 millones;
crédito por ingreso pasivo, $335 millones (exento); impuestos locales, $23
millones; crédito 936, $1,325 millones; y crédito por inversión, $13 millones.
En la propuesta de la Administración
Clinton las industrias que verían substancialmente reducido su crédito
contributivo federal serían las farmacéuticas ($1,025 millones) y la de
alimentos ($237 millones), esta últimas mayormente debido a la pérdida de
crédito contributivo que sufriría la industria de bebidas refrescantes. También
recibirían impactos de cuidado la industria de productos eléctricos ($172
millones) y la de instrumentos científicos y de precisión ($94 millones). En
general, la introducción de un crédito a base de salarios sería contraria a los
intereses de las empresas de alta tecnología, que son intensivas en el uso de
capital y cuyo componente salarial es por definición más bajo que el del resto
de las industrias manufactureras.
En el caso de la propuesta más
reciente de la Administración Clinton, las industrias cuyos beneficios se
reducirían en más de 50 por ciento empleaban en 1989 a 32,427 personas, el 30.7
por ciento de todo el empleo de las firmas 936. En cambio, aquellas cuyos
beneficios se quedarían intactos empleaban en 1989 a 27,543 personas, el 26.2
por ciento del todo el empleo 936.
De 1994 a 1998 la propuesta de Clinton
produciría un rendimiento de $7.2 billones al fisco federal, en comparación con
$2.8 billones en el caso de la propuesta del Gobernador Rosselló.
En el plano local, el único otro
estudio reciente con buena base empírica lo realizó la firma de consultoría
económica Estudios Técnicos, Inc. para la Asociación General de Contratistas de
América, Capítulo de Puerto Rico, el cual fue sometido en abril de 1993.[4]
Según este análisis la propuesta de la Administración Clinton produciría los
siguientes resultados:
Estancaría la actividad económica,
golpeando con mayor fuerza a la manufactura y a la construcción. En vez de
crecer a una tasa de 3.0 por ciento, según se anticipaba antes de la crisis
936, el producto bruto desacelerará a una tasa anual de apenas 0.03 por ciento,
es decir, permanecerá estancando.
La reducción en la producción
manufacturera y en la inversión llevará a una pérdida de 85,803 empleos,
atribuibles a una reducción en la actividad financiera que subsiga a la
contracción de la actividad económica, para una pérdida total de 101,247
empleos. La tasa de desempleo aumentará de 16.5 por ciento en la actualidad a
22.0 por ciento en 1995.
Las enmiendas a la Sección 936
propuestas por la Administración Clinton cambiarán dramáticamente el desempeño
de la manufactura: un vez de una tasa de crecimiento de 0.5 por ciento, se
observará una contracción anual de 7.0 por ciento en 1995. La resultante
reducción de la actividad económica reducirá la actividad de construcción, de
un esperado avance anual de 3.0 por ciento a un crecimiento anual casi nulo de 0.1
por ciento para los años venideros.
En lo que respecta al futuro, existe
unanimidad entre los economistas de la Isla en cuanto a se observará un periodo
de virtual parálisis de la actividad económica parecido al que se observó
durante prácticamente todo el año natural 1985, cuando se contempló por primera
vez la posibilidad de modificar la Sección 936 mediante un sistema de créditos
por salarios. Se trata de una reacción en cadena que incluye fases como las
siguientes:
Se detiene el flujo de nuevas empresas
a la Isla. Se reducen
drásticamente
las promociones de la Administración de Fomento Económico. Así, aun antes de
comenzar la crisis 936—y como consecuencia de la especulación asociada con la
discusión sobre la consulta plebiscitaria que se propuso bajo la última
administración de Hernández Colón—las promociones ya se estaban moviendo a un
ritmo extremadamente lento. Más concretamente: después de alcanzar un máximo
reciente de 3,154 en el año fiscal 1989, el empleo en las plantas de Fomento
que comenzaron operaciones en la Isla, disminuyó 30.6 por ciento en 1990, 29.3
por ciento en 1991 y 14.5 por ciento en 1992, hasta llegar a sólo 1,322 en
dicho último año fiscal. De julio de 1992 a marzo de 1993, el empleo a
comienzos de operaciones mostraba un total de 909, 9.5 por ciento menos que en
igual periodo del año anterior, y el más bajo para dichos meses en más de 13
años.
Las empresas 936, tanto como una
estrategia para ejercer presión sobre el Gobierno de Puerto Rico (con la
esperanza de que la Administración Rosselló asuma una defensa más activa de la
Sección 936) como por razones de calculo de riesgo de inversión, congelan sus
planes de expansión de operaciones y de reclutamiento de nuevo personal. En el
trabajo de Estudios Técnicos arriba citado se señala que una encuesta realizada
por la empresa identificó inversiones montantes a $200 millones que se hallan
detenidas debido a la incertidumbre actual. Más específicamente, esto incluye
$25 millones que American Cyanamid´s Lederle, una farmacéutica, pensaba
invertir en su planta de Carolina; $14 millones que Medtronics, que produce
equipo médico, planeaba invertir en Humacao; y $10 millones que Owens Illinois,
que opera en la línea de plásticos, iba a invertir en Juncos.[5]
La especulación sobre el impacto
negativo del cambio se extiende a los bancos, que propenden a restringir su
actividad crediticia, a los consumidores, cuya confianza en la economía se
reduce, a los comerciantes, que también detienen sus planes de inversión, y a
los desarrolladores de proyectos de construcción, y, por esta vía, al resto de
la economía. Según cálculos de Dr. Jorge Freyre, la incertidumbre respecto al
futuro de la Sección 936 puede haberle restado hasta dos décimas de punto
porcentual al crecimiento de la economía en el año fiscal 1993 y otras cinco
décimas en el presente año fiscal.[6]
Se reduce (o torna negativa) la tasa
de crecimiento de las ventas al detal, se congela o reduce el crecimiento del
empleo total, aumenta el desempleo, se contraen las recaudaciones del Fondo
General y se produce, a escala macroeconómica, ya sea un estancamiento general
o una recesión leve, que podría transformarse en una aguda crisis recesionaria
si el resultado de la discusión actual desemboca en una estructura contributiva
que sea onerosa para el grueso de las corporaciones 936 que operan en la Isla.
Ante un cuadro de expectativas tan
desconcertantes, no es extraño que se haya desarrollado en la Isla una intensa
discusión acerca de las alternativas a la Sección 936—más específicamente al
crédito contributivo que reciben las empresas manufactureras norteamericanas
que operan exentas de contribución federal y exportan su producción al mercado
de Estados Unidos—que hasta ahora ha sido el núcleo en torno al cual gira el
desarrollo económico de Puerto Rico.
Entre las alternativas propuestas que
más interés han generado y mejores posibilidades de realización ofrecen están
las siguientes:
1. Los planes de la Administración
Rosselló que incluyen medidas como las siguientes:[7]
a. Ampliar el énfasis promocional
hacia las industrias pequeñas y medianas, que se orienten tanto al mercado
local como a la exportación y que tengan una razón de capital-trabajo baja o
medianamente alta.
b. Ampliar los incentivos que ofrece
la Compañía de Turismo y estimular la inversión local en la industria
turística. Se está elaborando un plan maestro para el desarrollo del turismo,
el cual propone la diversificación y mayor dispersión geográfica de la oferta
turística en la Isla, así como la diversificación de los mercados de
procedencia de los turistas, con énfasis en Europa y América Latina; la
participación más dinámica del Gobierno en el financiamiento de la construcción
de hoteles y paradores; y la captura de una mayor proporción de los gastos que
realizan en sus viajes los visitantes especiales (aquellos que viajan en barcos
cruceros). La meta es lograr que los gastos turísticos lleguen a constituir el
12 por ciento del producto bruto, en comparación con 6 por ciento en la
actualidad. En el presupuesto para el año fiscal 1993-94 se le añadirán $6
millones a la Compañía de Turismo para apoyar iniciativas en el desarrollo y
promoción de la actividad turística y se le dará pleno endoso a la campaña para
que Puerto Rico logre la sede de los Juegos Olímpicos del 2004.
c. Agilización del gobierno y
reducción de la reglamentación y del papeleo burocrático en las agencias
públicas, con miras a acelerar los trámites relacionados con la incorporación
de negocios, la gestión de permisos de construcción y la tramitación de asuntos
administrativos.
d. Aumentar la capacidad de producir
riqueza y empleos en la Isla sin necesidad de depender tanto de fórmulas
temporeras, sujetas a alteraciones súbitas.
e. Incentivar la inversión productiva
al nivel local, privatizar áreas de acción del gobierno que puedan ser
desempeñadas a menor costo y con mayor eficiencia por el sector privado y
mejorar la condición de la infraestructura, especialmente en las áreas de
recursos de agua, producción de energía eléctrica, disposición de desperdicios
sólidos y carreteras.
2. Inducir el Gobierno
a que aumente
su apoyo a los esfuerzos de los negocios locales orientados a aumentar sus
exportaciones a Estados Unidos y a países extranjeros. En términos más
concretos la Cámara de Comercio de Puerto Rico recomendó recientemente las
siguientes acciones:
Ofrecer más cursos sobre comercio
exterior en las universidades y colegios de la Isla.
La creación de una Junta de Comercio
Internacional, compuesta por miembros del sector privado y del sector público,
para coordinar los esfuerzos de promoción del comercio internacional. Se
trataría de una acción conjunta de la Asociación de Industriales, la Cámara de
Comercio, Fomexport y el Departamento de Estado.
3. Una interesante línea de
argumentación sigue el siguiente curso:[8]
Si bien Puerto Rico se verá obligado a
seguir dependiendo de las corporaciones 936 como fuerza primaria para su
desarrollo económico, no importa cuánto se limite el crédito contributivo
federal, es necesario desarrollar alternativa que dependan menos de fuerzas
externas.
Es necesario aumentar el número de
empresas locales que orienten su producción hacia el mercado internacional.
Existe un gran número de empresarios locales y cantidades significativas de
capital—productivo y financiero—están en manos de residentes de Puerto Rico,
pero la mayoría de estas empresas y de este capital está en negocios de bienes
raíces, y en los sectores de servicios y distribución, con escasa inversión en
la manufactura y en negocios orientados a la exportación de servicios.
El paso lógico sería que las empresas
de capital local se aprovecharan del personal gerencial altamente cualificado
que existe en la Isla, que está a cargo de las operaciones de las compañías 936
y que corren riesgo de perder sus empleos en la presente crisis, para seguir
los pasos de Corea y Singapur en el desarrollo de compañías nativas para
manufacturar productos y proveer servicios exportables a Estados Unidos,
América Latina y el resto del mundo.
Sería interesante examinar casos
exitosos de empresas puertorriqueñas como MOVA Pharmaceutical Corporation y
Goya que ya están manufacturando para la exportación.
3. Finalmente, en el presente
contexto, que obliga a evaluar a fondo los mejores esfuerzos intelectuales que
se han hecho en el país para superar la triple dependencia de la economía de
Puerto Rico en la Sección 936, el flujo de fondos federales y la adquisición de
petróleo crudo importado, es importante evaluar la estrategia de desarrollo que
recomendó a principios de 1989 el Consejo de Desarrollo Estratégico, que
definió las siguientes prioridades estratégicas para la Isla:[9]
Reorientar el gasto público hacia la
inversión para aumentar la efectividad y la productividad del sector público.
Mejorar la calidad de la infraestructura.
Establecer una cartera diversificada
de núcleos de excelencia industrial con capacidad de competir
internacionalmente y diversificar las fuentes de inversión externa.
Recalcar el desarrollo de la capacidad
de aprendizaje, las destrezas básicas y ocupacionales y la flexibilidad de la
fuerza trabajadora.
Promover un mercado dinámico de
capital de riesgo.
Aumentar
nuestra capacidad para generar, transferir y utilizar tecnología para
desarrollar mejores productos y procesos industriales.
Identificar y promover mercados en los
Estados Unidos e internacionalmente de gran potencial para los productos
locales.
Desarrollar a Puerto Rico como centro
de distribución y servicios de Caribe y América Latina, promoviendo
eslabonamientos regionales.
Como bien señaló el gran filósofo
Federico Nietzsche: ¨En el lugar del peligro está la salvación.¨ El grave reto
que afronta la economía de
Puerto Rico en la actualidad hay que sortearlo con el ánimo y entereza que están
contenidos en esa famosa frase.
[1] Sessions, Samuel Y.,
¨Treasury
gives its side on 936¨, The San Juan
Star, 28 de abril de 1993, Ponencia presentada el 27 de abril de 1993 ante
la Comisión de Finanzas del Senado de Estados Unidos..
[2]
¨Labor flexes muscle in 936 debate¨, The
San Juan Star, 17 de mayo de 1993.
[3]
The Drug Manufacturing Industry: A
Prescription for Profits, Staff Report of the Special Committee on Aging,
United States Senate, Septiembre de 1991.
[4]
Estudios Técnicos, Inc., The Impact of
Section 936 on Puerto Rico´s Economy and the Construction Sector, Abril de
1992.
[5]
The San Juan Star, ¨Uncertainty about 936 Causes Economic Slowdown¨, 3 de mayo
de 1993.
[7] Hon. Pedro Rosselló, Puerto Rico 1993: El Estado de la Isla,
Mensaje a la Asamblea Legislativa, 23 de marzo de 1993 y Partido Nuevo
Progresista, Programa de Gobierno, 1993-1996, Resumen.
[8]
José A. Martí, ¨936: Friend or Foe? The Only Hope for Our Economy¨, Business Puerto
Rico
[9] Consejo Asesor Económico,
Estrategia para el Desarrollo Económico de
Puerto Rico: Hacia la Segunda Transformación, Enero de 1989.