ENSAYOS ECONÓMICOS
DE DOS
DÉCADAS
POR SANTOS
NEGRON DÍAZ
VOLUMEN II
1986 A 1996
EDICIÓN ESPECIAL BAJO EL CUIDADO DEL AUTOR. SE
AUTORIZA LA
REPRODUCCIÓN SIEMPRE Y CUANDO SE LE DÉ CRÉDITO AL AUTOR Y/O
A LAS AUTORIDADES CITADAS EN LOS ENSAYOS
A mi esposa, Aurín, a mis hijas, Áurea Teresa,
Natalia Teresa y Carla Rosario, que con amor y resignación me han visto
dedicarle horas interminables a estos esfuerzos intelectuales, y a mi hijo,
Jorge Agustín, cuyo fugaz paso por nuestro hogar fue suficiente para dejarnos
un recuerdo sagrado, indeleble, y para
convertirse en fuente de inspiración, fe y esperanza para nuestra familia.
A don Marcelino Súarez Piamonte, que
me honró con su amistad, que confió
plenamente en mis capacidades y me ofreció su sincero y firme apoyo de padre
espiritual, maestro y hermano.
“Yo, pues, agradecido a la merced que
aquí se me ha
hecho, no pudiendo corresponder a la misma medida, conteniéndome en los
estrechos límites de mi poderío, ofrezco lo que puedo y lo que tengo de mi
cosecha…”
Don
Quijote, en el discurso de agradecimiento por el homenaje que le rindieron los
pastores y las pastoras que vivían en la selva cercana al camino hacia
Zaragosa.
Miguel de
Cervantes Saavedra
El ingenioso
hidalgo Don Quijote de
la Mancha
Capítulo
LVIII
ÍNDICE
ASPECTOS ECONÓMICOS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
EN PUERTO RICO
6
IMPLICACIONES
ECONÓMICAS DE
LAS PROYECCIONES
DE POBLACIÓN DE LA JUNTA DE
PLANIFICACIÓN:
1980 A 2000
28
BANCA Y FINANZAS EN PUERTO RICO:
PRIMER TRIMESTRE DE 1991
62
LAS BARRERAS TARIFARIAS:
ÚLTIMA LÍNEA
DE DEFENSA
DEL PROTECCIONISMO
68
REGLAMENTACIÓN
AMBIENTAL Y COMPETITIVIDAD:
LOS
TÉRMINOS DE UN DEBATE
70
LA
PRIVATIZACIÓN: CONCEPTOS Y PERSPECTIVAS
75
ÍNDICES
DE CONFIANZA DEL CONSUMIDOR
82
LA LIMITACIÓN DEL
CRÉDITO CONTRIBUTIVO
DE LAS COMPAÑIAS
936 Y SU IMPACTO EN
LA ECONOMÍA
DE PUERTO
RICO
92
CUBA: LA
ECONOMIA BIFURCADA
103
LOS INDICADORES ECONOMICOS Y LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN ESTADOS
UNIDOS
107
LA PROGRESION Y RETROGRESION DE LA EDUCACION
SUPERIOR, PUBLICA Y PRIVADA, A LA LUZ
DEL DESARROLLO ECONOMICO E INDUSTRIAL
HACIA EL AÑO 2000
113
LA SITUACIÓN
DE LAS
ESTADÍSTICAS GUBERNAMENTALES EN PUERTO RICO
133
PRODUCTIVIDAD Y DESARROLLO
ECONÓMICO EN PUERTO RICO
137
EL
MERCADO MUNDIAL DE PETRÓLEO:
DESARROLLOS
RECIENTES Y PROYECCIONES
150
ASPECTOS
ECONÓMICOS DE LA
EDUCACIÓN SUPERIOR EN PUERTO RICO
Introducción
Desde que Puerto Rico inició su proceso
de crecimiento económico acelerado a principios de la década de los 50, no se
había observado un periodo de mayor incertidumbre que el que hoy en día vive el
país. La recesión de mediados de la década de los 70, producto de la primera
crisis petrolera y del grave impacto de ésta en la economía de Estados Unidos,
sacudió fuertemente a Puerto Rico, pero el flujo masivo de fondos federales a
partir de 1975 amortiguó la contracción de los niveles de producción y empleo
de la Isla.[1] De igual modo, la aguda recesión que
sufrió la Isla desde principios de 1981 hasta el primer trimestre de 1983[2], como resultado de una situación
equivalente en Estados Unidos[3] y de una marcada reducción del valor
real de las transferencias federales, fué superada por el efecto benéfico que
tuvo en Puerto Rico, por vía de una mayor demanda de los productos
manufacturados en la Isla, la sorprendente y prolongada recuperación que
experimentó la economía norteamericana desde fines de 1981 hasta fines de 1984.
Ante todo, en ambos casos se trató de crisis de orden esencialmente cíclico, en
las cuales la estructura industrial de la Isla no se vio amenazada seriamente,
si bien hubo que hacer ajustes para darle paso a industrias más intensivas en
capital y alta tecnología y menos susceptibles al vaivén del ciclo económico.
En ambas crisis se vivieron momentos de gran desasosiego, pero nunca de pensó
que el horizonte económico se había cerrado o que el colapso del orden
productivo era un evento probable. Todo era cuestión (se pensaba) de esperar a
que la economía norteamericana se recuperara, y de adoptar medidas anticíclicas
al nivel local, explorar nuevos estilos de promoción industrial o nuevas
fuentes de capital externo y rediseñar las estrategias para obtener el máximo
de fondos federales que permitieran las circunstancias.
En cambio, la crisis hacia la cual
parece avanzar Puerto Rico en la actualidad podría ser de proporciones muchos
mayores, ya que está en juego la base a partir de la cual se ordena el sistema
industrial de la Isla: la Sección 936 del Código de Rentas Internas federal.
Existe amplio consenso entre los economistas de la Isla (y varios estudios
realizados por consultores lo confirman[4]) en cuanto a que la eliminación de
Sección 936, aunque medie la adopción de un sistema de créditos contributivos a
base de empleos generados, producirá una severa depresión, en vista de que no
sólo provocará el éxodo del grueso de las empresas manufactureras ubicadas en
Puerto Rico, con el consiguiente retiro de gran parte de los depósitos 936 que constituyen
el fundamento de la banca local, sino que reducirá drásticamente el atractivo
de localización de la Isla, dado que la economía local no puede competir con
los países del Caribe y del Sureste de Asia en la atracción de industrias de
mano de obra intensiva debido a sus altos niveles salariales y a la
imposibilidad, dentro del orden actual de relaciones políticas con Estados
Unidos, de que la Isla desarrolle una política autónoma en la fijación de
salarios mínimos.
A la incertidumbre generada por la
probable eliminación (gradual o súbita) de la Sección 936, que desde ahora está
produciendo efectos negativos al inducir a las empresas manufactureras a
posponer planes de expansión de su capacidad productiva, hay que sumarle dos
factores que podrían deprimir aún más las expectativas en cuanto al futuro
económico de la Isla: por un lado, una probable desaceleración del crecimiento
económico de Estados Unidos (o peor aún, una recesión) en algún momento durante
los próximos dos años naturales debido al efecto combinado del déficit
presupuestario federal (que podría provocar un alza en las tasas de interés) y
del déficit comercial (que ya comienza a ser motivo de preocupación debido al
impacto negativo que tiene sobre la producción al nivel doméstico) y, por otro
lado, el probable efecto negativo sobre los niveles de producción y empleo de
la Isla que podría causar la implantación y desarrollo de la Iniciativa de la
Cuenca del Caribe.
Aunque con perfiles algo menos claros,
no se debe subestimar el impacto qure podría tener sobre la economía de la Isla
la propuesta reforma fiscal de Estados Unidos, la cual, como se verá más
adelante, no sólo puede reducir el atractivo de localización industrias de
Puerto Rico vis-a-vis los estados de la Unión, sino que puede contribuir a
incrementar la fuga de profesionales altamente cualificados y a reducir, por
vías indirectas, el acceso de las universidades locales a fondos privados para
el desarrollo de la educación.
A la luz de las consideraciones
anteriores, no es extraño que la mayor parte de los economistas locales
anticipen que la Isla experimentará una reducción en su ritmo de crecimiento en
el presente año fiscal y un estancamiento o probable recesión, aunque leve, en
el anño fiscal 1986-87, aún suponiendo que se sostenga la Sección 936 o se
logre un compromiso favorable a Puerto Rico. La eliminación de la Sección 936
haría necesario introducir estimados mucho más pesimistas. A más largo plazo,
las perspectivas de la economía de Puerto Rico dependerán, en primer término,
de los resultados de la batalla en torno a la Sección 936, en segundo término,
de la trayectoria de la economía norteamericana durante los próximos años. Si
se preservara la Sección 936, Puerto Rico podría compensar parte de las
desventajas que la Iniciativa del Caribe tiene para la Isla mediante la
promoción del concepto de plantas gemelas, la exportación de servicios
profesionales y la conversión de la Isla en un centro de actividad comercial
dentro de la comunidad económica del Caribe.
A corto plazo, el debilitamiento de la
economía local no necesariamente se traduce en una menor demanda de estudios
universitarios. La experiencia demuestra que la variable más importante en la
determinación de los niveles de matrícula universitaria en Puerto Rico es el
flujo de la ayuda federal a estudiantes universitarios, particularmente por vía
del Programa de Becas Pell. No obstante, conviene señalar que una significativa
reestructuración de la economía de Puerto Rico como resultado de la eliminación
de la Sección 936 (i.e., el retorno a un sector manufacturero en que predominen
las industrias de mano de obra intensiva) implicaría un cambio drástico de las
necesidades de recursos humanos del más importante sector de la economía, que
en la actualidad se orientan a las destrezas intelectuales, técnicas y
administrativas asociadas con la alta tecnología de producción.
El presente debilitamiento de la
economía local, que por supuesto está acompañado por un alza en la tasa de
desempleo, puede de hecho convertirse en un factor que contribuya a aumentar la
demanda de estudios universitarios al reducir el costo de oportunidad de los
estudios. Como se sabe, las oportunidades de empleo de los jóvenes en Puerto
Rico son sumamente limitadas (particularmente ciando se trata de jóvenes que no
poseen las destrezas que demanda el mercado), de manera que la opción del
estudio universitario (siempre y cuando exista la adecuada ayuda para el
financiamiento del mismo) se torna más atractiva. Así al aumentar el volumen y
la tasa de desempleo entre los jóvenes, aumentan tanto la retención en colegios
y universidades como las solicitudes de admisión a éstos.
A más largo plazo, sin embargo, las
perspectivas de la educación superior en Puerto Rico, en especial las de los
colegios y universidades privadas, son tan inciertas y complejas como las de la
economía de la Isla en general. Por un lado, una depresión económica que se
desate en Puerto Rico como consecuencia del colapso de la actual estructura
industrial se traduciría en un severo deterioro del atractivo de la educación
universitaria como medio de igualación de oportunidades sociales y económicas.
Por otro lado, aun cuando no ocurriera tal colapso del orden productivo,
existen al menos dos tendencias que sin duda constituyen amenazas para la
estabilidad de la demanda de estudios universitarios, a saber, los propuestos
cambios a aspectos substanciales de los programas de ayuida federal a
estudiantes universitarios y los patrones demográficos de la Isla que apuntan
hacia una marcada reducción del ritmo de crecimiento de los grupos de edad
universitaria (un rasgo que podría acentuarse si las circunstancias económicas
precipitan una nueva ola emigratoria hacia Estados Unidos). Una expresión de
esto último es el lento crecimiento de los graduados de escuela superior.
A continuación se presenta un análisis
detallados de las anteriores observaciones generales y se acompañan las
evidencias estadísticas que sustentan las mismas. En la primera se discuten las
tendencias receientes de la economía norteamericana, que constituyen la más
significativa influencia sobre la economía local. En la segunda parte, se
analizan las tendencias recientes y las proyecciones de la economía de Puerto
Rico y se discuten los factores que más contribuyen a forjar las mismas. En la
tercera parte, se examina el impacto que tales tendencias económicas pueden
tener, a corto y largo plazo, sobre la demanda de educación superior en la Isla
y se discuten, dentro del marco de un escenario que se considera plausible, algunas
estrategias que podrían utilizar las instituciones de educación superior de la
Isla para afrontar que planteará el nuevo orden de realidades económicas.
La economía de Estados Unidos
La economía norteamericana se halla en
la actualidad en una coyuntura muy extraña. Existe un manifiesto interés de las
autoridades federales por sostener la tendencia ascendente (aunque
fluctuaciones marcadas) que la economía viene mostrando desde fines de 1981, la
cual se ha visto amenazada durante los últimos meses por cambios imprevistos en
el comercio exterior. Así, las autoridades monetarias procuran estimular la
actividad económica mediante la expansión de la oferta de dinero y la reducción
de la tasa de descuento (ambas medidas dirigidas a reducir los costos de financiamiento
y a estimular la inversión y el consumo), una maniobra que es posible debido al
lento crecimiento de los precios (producto de la estabilidad de los precios del
petróleo y de la fortaleza internacional del dólar), pero se enfrentan con
dificultad de que la aumentada capacidad adquisitiva del dólar hace que crezca
la demanda de productos importados, particularmente de bienes manufacturados,
lo que constituye un freno a la expansión de la producción doméstica. En
consecuencia, la economía norteamericana ha experimentado recientemente
fluctuaciones muy abruptas: creció en 4.3 por ciento en el cuarto trimestre de
1984, aumentó en sólo 0.3 por ciento en el primer trimestre de 1995 y rebotó a
alzas de 1.9 por ciento en el segundo trimestre y de 3.3 por ciento en el
tercer trimestre del persente año. Peor aún: a pesar de la decidida política
estimultiva de la Reserva Federal y luego de un prolongado proceso de
expansión, del desempleo rehúsa bajar del nivel promedio de 7.0 por ciento que
se ha observado por más de un año.[5]
Ante una conducta tan errática de la
economía, no es sorprendente que los pronósticos con respecto a la trayectoria
de la misma más allá del presente año natural sean muy disímiles. En lo que
respecta al resto del presente año, el consenso de los economistas es que la
tasa de crecimiento del producto nacional bruto real en el próximo trimestre
fluctuará entre 2.5 por ciento y 3.0 por ciento, mientras que el desempleo se
mantendrá a un nivel de 7.1 por ciento, la inflación se mantendrá a un ritmo de
aproximadamante 3.0 por ciento y la tasa de interés preferncial se mantendrá
ligeramente por debajo de 10 por ciento.[6]
Ahora bien, a más largo plazo los
pronósticos de los economistas difieren marcadamante debido a interpretaciones
diversas que se le dá a un conjunto de problemas estructurales de la economía y
al efecto que éstos puedan tener sobre los niveles de producción y empleo.
En primer término, existe desde hace
varios años una seria peocupación acerca del impacto que el masivo déficit
presupuestario federal (que en el año fiscal ascendió a $211.9 billones) pueda
tener sobre las tasas de interés. Para evitar que la demanda de crédito del
gobierno federal, con miras a enjugar su déficit, ejerza una presión que lleve
a un alza en las tasas de interés, se hace necesario que el Presidente y el
Congreso hagan compromisos firmes para reducir el gasto del gobierno (los
candidatos a reducción son algunos programas de gasto militar, los ajuste por
costo de vida del Seguro Social y múltiples programas sociales y educativos) de
manera que el déficit se reduzca de un cinco por ciento a un tres por ciento
del producto nacional bruto.
En segundo lugar, existe la
posibilidad de que disminuya el considerable flujo de fondos externos que ha
estado recibiendo el mercado norteamericano durante los últimos años. La
confianza en la
capacidad productiva
de Estados Unidos, en conjunción con las altas tasas de interés y la relativa
lentitud del crecimiento de las economías europeas, producen este fenómeno sin
precedentes, que en buena medida ha contribuido a atenuar los problemas
financieros de Estados Unidos, particularmente los del gobierno federal.
La disminución de los fondos externos
podría venir como consecuencia del más grave problema que afronta la economía
norteamericana en la actualidad: el creciente déficit en la balanza comercial
de bienes y servicios, que se acerca a los $120 billones. Para conjurar el
potencial depresivo que tiene tal situación (que disminuye la producción
doméstica en aras de los productos manufacturados en el extranjero, cuyos
precios tienden a ser más atractivos) las autoridades monetarias se verán
obligadas a inducir alzas en las tasas de interés, las cuales, a su vez, darían
al traste con elñ proceso de expansión de la economía y generarían una
recesión. Aún más: la recesión contribuiría a disminuir el flujo de fondos
externos como consecuencia de un espiral de desconfianza en el futuro de la
producción norteamericana. En suma, según esta interpretación, los forjadores de
la política económica norteamericana se hallan en un dilema cuyas opciones son
igualmente negativas: si se mantiene la actual política de estímulo a la
economía se seguirá ampliando el déficit de comercio exterior y la economía
tarde o temprano sufrirá una recesión; si se introduce una política de
restricción del crédito para debilitar el dólar y reducir el déficit de
comercio exterior, el retorno a altas tasas de interés producirá la recesión y
contribuirá poco a la atracción de capital debido a la pérdida de confianza en
las posibilidades futuras de Estados Unidos. La reciente tendencia a adoptar
medidas proteccionistas constituye una admisión de la dificultad que tenido la
Administración Reagan para diseñar un política económica que le permita al país
mantener la competitividad en los mercados internacionales (vis-a-vis la enorme
pujanza de Japón)
sin recurrir a medidas artificiales como lo son las tarifas, las cuotas de
importación y las tasas de interés anormalmente altas.
Un pronóstico que luce razonable en
estos momentos es el que hace el Modelo de Chase Econometrics, que anticipa
para 1986nalzas de sólo 2.2 por ciento en el PNB real y de 1.3 por ciento en la
producción industrial, acompañadas por una ligera aceleración de la inflación
(una tasa de 5.2 por ciento) y la estabilización de la tasa de desempleo a un
nivel de 7.2 por ciento. Este pronóstico es menos optimista que el de los
economistas de la Administración Reagan, pero mucho menos pesimistas que el de
economistas como Fletcher Byron que, aunque no la ubican en un tiempo preciso,
consideran que la recesión ocurrirá más temprano que tarde.
Independientemente del proceso
cíclico, los retos de la economía internacional están obligando a Puerto Rico a
reevaluar el proceso de investigación, innovacion y desarrollo tecnológico, con
miras a aumentar la productividad y mantener los márgenes de ventaja que hasta
hace poco había tenido la Isla.
No es raro, pues, que haya surgido en
Estados Unidos una seria preocupación por el papel que univesidades deben jugar
en la formación de los recursos humanos y tecnológicos y por los vínculos que
se deben estrablecer entre éstas y la industria privada. No obstantre, como se
verá más adelante, la política de ayuda económica a la educación superior de la
Administración Reagan parece ir en contra de esa reconocida necesidad.
La economía de Puerto Rico
Durante el año fiscal 1983-84 la
economía de Puerto Rico experimentó una significativa recuperación luego de dos
años consecutivos de recesión. En ese año, creció el empleo, disminuyó el
desempleo, la inflación se mantuvo bajo control y, lo que es más importante, la
inversión real, que había declinado sistemáticamente por más de una década,
mostró un inesperado vigor. A juzgar por un índice confiable de actividad económica
general que prepara el Dr. Arthur Mann para el períodico de negocios Caribbean Business,
la recuperación
económica de la Isla comenzó a ganar fuerza a mediados de 1983 y mantuvo un
firme avance hasta fines de 1984. Durante la segunda mitad del año fiscal
1984-85, la economía local disminuyó considerablemente su ritmo de avance e
inclusive mostró debilidad en algunos de sus sectores más críticos,
particularmente en el mercado laboral. Los principales resultados económicos
del año fiscal 1983-84 fueron los siguientes:
1. El producto bruto aumentó en 8.5
por ciento a precios corrientes y en 4.8 por ciento a precios constantes, luego
de haber declinado en 2.2 por ciento en 1982-83 y en 3.6 por ciento en 1981-82.
Dentro del producto bruto real, los gastos de consumo crecieron en 5.0 por
ciento, esencialmente como consecuencia de un aumento en el consumo de bienes
duraderos, entre los cuales se destacó el alza en la demanda de automóviles;
los gastos del gobierno aumentaron en 8.8 por ciento; la inversión de capital
fijo tuvo un significativo aumento de 15.2 por ciento (mostrando casi igual
vigor la construcción y la compra de maquinaria y equipo), mientras que las
exportaciones tuvieron un alza de 3.0 por ciento (en comparación con un
crecimiento de 9.3 por ciento de las importaciones).
2. El empleo total aumentó en 5.5 por
ciento (de 703,000 en 1982-83 a 742,000 en 1983-84), mientras que la tasa de
desempleo declinó de 23.4 por ciento a 22.0 por ciento, lo cual detuvo la
tendencia ascendente del desempleo
que venía observándose desde 1980. El desempleo total se redujo de 215,000 a
209,000, una baja de 2.8 por ciento, lo cual detuvo la tendencia ascendente del
desempleo que venía observándose desde 1980. Si bien estas cifran indican una
mejoría notable, no se debe perder de vista que semejante volumen de desempleo
es 2.4 veces mayor que el que existía en 1971 (que ascendía a 88,000).
3. El índice implícito para
deflacionar el producto bruto, que da una buena idea del movimiento global de
los precios, aumentó sólo en 3.7 por ciento en comparación con un alza de 4.5
por ciento en el año fiscal anterior.
4. Otros desarrollos de interés fueron
los siguientes:
a) Un alza de 12.6 por ciento
en el ingreso generado por la manufactura, que se tradujo en 11,000 empleos
adicionales en este sector clave de la economía.
b) El ingreso neto de la
economía como un todo creció en 8.4 por ciento, viniendo el principal impulso
de la compensación a los empleados.
c) El ingreso personal mostró
un alza de 5.2 por ciento. Mientras que el ingreso generado en la producción
aumento en 6.5 por ciento, los pagos de transferencia a personas ascendieron en
sólo 2.2 por ciento, lo que significa que la mejoría en el ingreso personal fué
esencialmente el resultado de la capacidad productiva de la economía. Aún así,
en 1983-84 los pagos de transferencia (tres cuartas partes de los cuales
proceden del Gobierno Federal) constituyeron el 30.4 por ciento del ingreso
personal, un claro indicio del alto grado de dependencia de la economía local.
d) Los gastos en educación
crecieron en 7.8 por ciento a precios corrientes y en 3.7 por ciento a precios
constantes. Un 2.2 por ciento de los gastos de los consumidores se decicaron a
la educación en 1983-84.
Según cifras preliminares de la Junta
de Planificación, el producto bruto real de la Isla creció en 3.0 por ciento en
el año fiscal 1984-85. De igual modo, hubo un aumento de 2.1 por ciento en el
empleo total, que estuvo acompañado por una disminución de 1.6 por ciento en en
volumen de desempleo.[7]
No obstante, existe clara evidencia de
que la economía de la Isla se halla virtualmente estancada desde principios del
presente año natural. Comparaciones que se pueden hacer usando cifras recientes
señalan lo siguiente: durante el periodo de mayo a julio de 1985, en contraste
con igual periodo del año anterior, se observó un estancamiento del empleo
total (al nivel de 748,000), un aumento de 11.7 por ciento en el desempleo
total (de 196,000 a 219,000), una disminución de 3.0 por ciento en el empleo
manufacturero y una contracción de 10.0 por ciento en el consumo de energía
eléctrica en la manufactura.[8]
La lentitud mostrada por el sector
manufacturero está sin duda asociada con el clima de incertidumbre generado por
la controversia en torno a la Sección 936, pero tambíen hay que señalar que
desde principios del presente añno natural el sector de la manufactura en
Estados Unidos ha estado en dificultades debido a la intensa competencia de las
importaciones. Así, el Índice de Producción Industrial de Business Week muestra
un patrón esencialmente descendente desde
febrero de 1985,[9]mientras que el Índice de Utilización de la Capacidad Productiva montó
a
80.1 en junio, el nivel más bajo desde enero de 1985.[10] Más recientemente, el Índice de Producción
Industrial mostró una disminución de 0.1 por ciento en septiembre luego de
haber aumentado 0.6 por ciento en el mes anterior.[11]
Los pronósticos con respecto a la
actuación de la economía de la Isla en el año fiscal 1985-86 son, por supuesto,
poco optimistas. La Junta de Planificación anticipa un alza en el producto
bruto real que podría fluctuar entre un máximo de 1.5 por ciento y un mínimo de
0.95 por ciento, dependiendo de la decisión que se tome en cuanto a la Sección
936 y de la variación del flujo de fondos federales a la Isla.[12] En cambio, el modelo del Citibank
pronostica un alza de sólo 0.8 por ciento, que sería acompañada por leves
aumentos en la inflación y el desempleo.[13]
Aunque no se debe perder de vista el
hecho de que la economí de Puerto Rico sufre ciertas dificultades estructurales
que es necesario superar para encauzar de nuevo a la Isla hacia el camino del
crecimiento económico sostendido (altos costos de transportación marítima y
aérea, un sistema contributivo confiscatorio que penaliza el esfuerzo
productivo, altos costos e ineficiencia en la provisión de energía eléctrica,
deterioro de la infraestructura de capital social fijo--carreteras, puertos,
etc.--, bajos niveles de ahoroo familiar y otros), el futuro inmediato de la
economía de la Isla depende esencialmente de cuatro factores claves: la
decisión con respecto a la Sección 936, la trayectoria de la economía de
Estados Unidos, el volumen y composición de la ayuda federal y el impacto de la
Iniciativa del Caribe. Un quinto factor de peso--la probable reforma fiscal en
Estados Unidos--ha perdido vigencia durante los últimos meses, pero no se debe
subestimar su importancia para la Isla. Conviene discutir estos elementos en el
orden indicado.
Todo parece indicar que la
incertidumbre con respecto a la decisión que tome el Comité de Medios y Tarifas
de la Cámara de Representantes de Estados Unidos se prolongará hasta principios
de 1986 y quién sabe si más allá de esa fecha. Los términos de la controversia
son muy conocidos: el Departamento del Tesoro alega que las empresas 936
desarrollan en Puerto Rico prácticas que le permiten evadir el pago de cerca de
$1.7 billones de contribuciones federales, sin que se generen volúmenes de
empleo que ayuden a resolver efectivamente el masivo desempleo de la Isla, por
lo cual es necesario eliminar o reestructurar significativamente la Sección 936[14]. En cambio, el Gobierno de Puerto Rico,
con el apoyo de la comunidad industrial de la Isla, alega que los cambios
recientes en este particular, que obligan a las corporaciones acogidas a la
Sección 936 a pasar una prueba de presencia significativa y a hacer explícitas
las asignaciones de costo y beneficio asociadas con los llamados intangibles
(ingresos devengados de patentes, invenciones, etc.), constituyen una
corrección de esas anomalías o, a menos, merecen ser evaluados antes de
introducir nuevos cambios a la Sección 936.[15] Ante todo, se alegan que preservación
de la Sección 936 es fundamental para sostener el desarrollo industrial de la
Isla y que la introducción de un sistema de crédito contributivo basado en los
empleos y salarios generados colocaría a Puerto Rico en una posición
desventajosa con respecto a muchos países subdesarrollados que estarían em
condiciones de ofrecer salarios más bajos y menores exigencias ambientales.
Puerto Rico perdería una buena porción de las industrias de alta tecnología,
que no se beneficiarían grandemente de los créditos por salario, pero no podría
atraer efectivamente a las industrias de mano de obra intensiva por las razones
indicadas.[16] El pronóstico más vinculado con el
sentido común es que de esta situación ha de surgir algún tipo de compromiso
cuyos perfiles son muy difíciles de definir en este momento. Por lo pronto,se
observará una tendencia a que las empresas pospongan muchos de sus planes de
expansión y se reduzca la promoción de nuevas firmas manufactureras.
La discusión sobre la taryectoria
reciente y las proyecciones de la economía norteamericana no es desalantadora,
pero tampoco constituye una fuente de optimismo. Lo que más preocupa no es
tanto la actuación global de la economía, sino la debilidad del sector
manufacturero (que sufre el impacto de la competencia de las importaciones) y
ciertas señales recientes de carácter negativo como lo son la reducción de las
ventas al detal en junio (en 1.9 por ciento) que podrían acentuar tal
tendencia. No obstante, en junio hubo señales de que la economía en general
estaba respondiendo a los estímulos monetarios como lo demuestra el hecho de
que aumentaron el ingreso personal (0.5 por ciento) y la construcción de
viviendas (1.9 por ciento), así como los indicadores de confianza de la
economía: el promedio Dow Jones y el Indice de Confianza del Consumidor. La
amenaza de recesión parece estar conjurada por el momento, pero a más largo
plazo, tal vez a mediados de 1986 o a comienzos de 1987, la señaladas
contradicciones de la coyuntura económica norteamericana se podrían traducir en
una recesión lo suficientemente severa como para afectar adversamente a la
economía de Puerto Rico.
No se espera que ocurran cambios de
gran magnitud en el flujo de ayuda federal al Gobierno y a los ciudadanos de
Puerto Rico. Si la batalla que se libra en estos momentos en el Congreso con
respecto al presupuesto de 1986 resulta en un compromiso de reducción
balanceada de los gastos militares y de los gastos en programas sociales y
educativos, la Isla saldrá más beneficiada que si se inclina la balanza hacia
el sacrificio de los ajustes por costo de vida del Seguro Social o al recorte
de diversos programas sociales en aras de la expansión militar.
Existe controversia entre los
economistas acerca del impacto que el Plan de Caribe puede tener en la Isla.
Por un lado, se piensa que las ventajas comerciales concedidas por Estados
Unidos a determeinados países del Caribe (en esencia, la eliminación unilateral
de tarifas y la ayuda financiera por un periodo de 12 años) colocará a estos
países en una posición de exportar productos (mayormente agrícolas) al mercado
de Puerto Rico que compitan con la producción local, al mismo tiempo que atraen
industrias que pudieron haberse establecido en Puerto Rico. Una industria que
se entiende que está siendo seriamente amenazada por la competencia del Caribe
es la industria del ron, debido a que la porción del mercado norteamericanao
que dominan las empresas locales ha sido erosionada por los rones caribeños.
Por otro lado, se arguye que Puerto Rico podría superar las desventajas
señaladas si se decide a jugar un papel activo en el Plan del caribe no sólo
mediante la promoción del concepto de plantas gemelas, sino también por vía del
desarrollo de un centro de comercio internacional y de la exportación de
servicios profesionales y técnicos a los países de la región. De hecho, un
ángulo sumamente interesante en este aspecto es la vinculación que la
Administración de Hernández Colón ha hecho entre la preservación de la Sección
936 y el desarrollo del Plan del Caribe, que implica que Puerto Rico habrá de
contribuir al financiamiento de plantas gemelas y a la transferencia de
tecnología y conocimiento a cambio de que permenezcan inalteradas las ventajas
contributivas que tiene la Isla bajo la Sección 936.[17]Se trata de una propuesta de origen
local que no parece tener gran fuerza en los círculos de poder norteamericanos,
pero que constituye una opción crucial en el presente contexto. A fin de
cuentas, no existe en la actualidad una idea clara sobre el impacto que tendrá
a largo plazo el Plan del Caribe sobre Puerto Rico, especialmente en lo que se
refiere al balance neto de costos y beneficios. Hasta ahora, los efectos han
sido escasos debido a la lentitud con que los países del Caribe, la mayoría de
los cuales carecen de adecuada estructura económica y de experiencia de
mercadeo en el contextto norteamericano, han respondido a las nuevas
oportunidades de comercio que ha abierto el Plan.
Finalmente, la propuesta reforma
fiscal del Presidente Reagan, orientada a simplificar y hacer más equitativo el
sistema contributivo de Estados Unidos, podría afectar la Isla de varias
maneras, algunas positivas y otras negativas. Sería beneficioso, por ejemplo,
el atractivo que tendrían los bonos de Puerto Rico en caso de que se eliminen
muchos de los albergues contributivosm que existen en Estados Unidos. De igual
modo, el auge de las actividades productivas que induzcan la reducción de las
tasas contributivas de negocios y personas y la baja de las tasas de interés
habrá de beneficiar a la Isla. En cambio, la estructura contributiva de Puerto
Rico se tornaría aún más obsoleta e induciría en una mayor la fuga de recursos
humanos. Sería difícil que el Gobierno de Puerto Rico llevara a cabo una
reforma fiscal paralela a la de Estados Unidos en un momento tan crítico como
el presente.
En suma, la mezcla de factores
externos que influyen sobre lsa economía de Puerto Rico produce un ambiente de
tensión e incertidumbre cuyos efectos a corto plazo ya son palpables y que
cuando se les proyecta a un horizonte de tiempo más extenso constituyen fuentes
de profunda preocupación en lo que respecta a la capacidad de la economía de
Puerto Rico para conjurar esas múltiples amenazas.
Impacto de la situación económica
sobre la matrícula
universitaria
Es casi proverbial la hipótesis de que
la expansión de la matrícula universitaria, especialmente de la matrícula de
colegios y universidades privadas, es función directa del flujo de fondos
federales (becas y préstamos) a estudiantes universitarios. En efecto, durante
el periodo de 1973-74 a 1983-84 el coeficiente de correlación entre la
matrícula total y el monto de las becas federales fué 0.96 en el caso en de las
universidades privadas y 0.64 en el de las universidades públicas. Por la misma
vena, un modelo de regresión que intenta explicar la conducta de la matrícula
total de las universidades mediante la variación del monto de las becas
federales y la tasa de desempleo logra dar cuenta del 94.0 por ciento de la
variación de la variable dependiente, recayendo el mayor peso explicativo en
las becas federales.[18]
Los modos en que los cambios en la
actividad económica y, en especial, los niveles de empleo y desempleo, afectan
la matrícula universitaria son sumamente complejos. Por un lado, la mejoría de
la actividad económica y del mercado laboral refuerzan la demand de estudios
universitarios al hacer más evidentes los beneficios de la educación avanzada:
aumento en la probabilidad de obtener empleo, mayor remuneración, promoción más
acelerada, etc., y al aumentar la capacidad de financiamiento de la clientela
universitaria. No obstante, la expansión de las oportunidades de empleo puede
inducir a muchos estudiantes universitarios a abandonar los estudios e ingresar
al mercado laboral. O visto de otro modo, las situaciones de recesión económica
y de lentitud en el mercado laboral reducen el costo de oportunidad de los
estudios universitarios (la alternativa podría ser el desempleo o trabajos poco
remunerados), por lo cual pueden contribuir a aumentar la demanda de estudios
universitarios. Sin embargo, la crisis económica puede reducir el atractivo de
las carreras universitarias al generar la impresión de que las mismas no
aumentan significativamente las oportunidades económicas, aparte de la
reducción que causa en el poder adquisitivo de la clientela potencial. Lo que
ocurre en realidad es el balance neto entre estas tendencias históricas.
En el caso particular de Puerto Rico,
la magnitud del desemplo, particularmente entre los jóvenes, y el flujo de
fondos federales hacen que el atractivo de la educación universitaria sea más o
menos igual tanto en la prosperidad como en la recesión. Así, el la tasa de
desempleo entrev los jóvenes de edad universitaria es 50.8 por ciento en el
caso del grupo de 16 a 19 años y 36.1 por ciento en el grupo de 16 a 24 años.[19] Fluctuaciones en la actividad económica
contribuyen muy poco a resolver este grave problema estructural, ya que se
trata de una desarticulación entre las habilidades y capacidades del grueso de
las personas jóvenes y las exigencias del mercado de trabajo. Si a esto se le
une la disponibilidad de fondos federales hasta ahora abundantes, es fácil
explicar por qué la demandas de estudios universitarios ha crecido
aceleradamente durante los últimos doce años, aún cuando la economía ha
experimentado severas fluctuaciones cíclicas. No es extraño, pues, que exista
una relación tan estrecha entre el monto o valor total de las becas federales y
el volumen de la matrícula universitaria.
Ahora bien, existen razones para
pensar que en los próximos años la demanda de estudios universitarios sufrirá,
en el mejor de los casos, un significativo descenso en su tasa de crecimiento.
En efecto, los factores que a continuación se van a enumerar y discutir obligan
a pensar en escenarios alternativos de estancamiento o pero aun descenso de la
demanda de estudios universitarios. Conviene examinar cada uno de ellos:
1. Si bien el Congreso ha rechazado
los intentos de la Administración Reagan por reducir la ayuda financiera a
estudiantes universitarios (mediante la contracción de préstamos, la
introducción de un límite de $4,000 a la yuada total que un estudiante podría
recibir de fuentes federales y la eliminación de la ayuda a estudiantes que
provengan de familias con ingresos mayores de $32,000 al año), cabe esperar que
el imperativo de reducir el déficit presupuestario federal (que se haría más
dramático si se aprobara una legislación que el exige al Gobierno Federal un
presupuesto balanceado ya para 1991) obligue al Departamento de Educación
federal a continuar su batalla por introducir controles más estrictos en la
provisión de ayuda financiera a estudiantes universitarios. De hecho, en el
presupuesto para 1986 la asignación de dinero recomendada por la Oficina del
Presidente para el Departamento de Educación federal es $2.9 billones más baja
que la propuesta por el Senado y $2.1 billones menor que la sugerida por la
Cámara de Representantes. Ambos cuerpos legislativos asignan $3.5 billones al
Programa de Becas Pell, mientras que la Oficina del Presidente propone que la
cantidad sea $2.7 billones, es decir, $800 menos. Todo parece indicar que, por
el momento, predominará la orientación de los cuerpos legislativos, pero, a más
largo plazo, la exigencia de austeridad de Presidente podría ganar terreno en
la medida en que la batalla contra el déficit presupuestario se torne más
cruenta.
A estos efectos, recientemente el
Senado de Estados Unidos aprobó una medida que exigiría que el déficit federal
se recorte a un ritmo de $36 billones
por año por los próximos seis años, hasta alcanzxar un presupuesto balanceado
en 1991. Esto conllevaría lña eliminación o recorte significativo de los
principales programas de ayuda económica a estudiantes y podría llevar a que
los bancos, ante la incertidumbre que se generaría, le retiren su apoyo al
programa de préstamos estudiantiles. Se habla de reducciones o recortes de
cerca de 60 por ciento (comenzando en 1986) al Programa de Estudio y Trabajo y
de 15 por ciento al Programa de Becas Pell. Las reducciones se extenderían
también a todo tipo de apoyo federal a las actividades de investigación y
desarrollo en universidades.[20]
2. La propuesta reforma fiscal del
Presidente Reagan contiene cláusulas que limitarían las deducciones que el
Gobierno Federal le otorga a individuos y corporaciones por las aportaciones
que hacen a instituciones universitarias. Esto podría reducir el flujo de ayuda
privada de tales fuentes a las universidades, cuyo monto en 1983 fué de cerca
de $4.0 billones. Unido a otras propuestas para reducir la deducciones por
pagos contributivos realizados a los estados y a los gobiernos locales, tales cambios
desatarían una gran presión para que las legislaturas estatales y locales
reduzcan las tasas contributivas. Se estima que esto último, al reducir la base
de recaudación de los estados, le restaría fondos montantes a acerca de $1.5
billones a las universidades públicas de Estados Unidos. En semejantes
circunstancias, se desataría una gran batalla entre las universidades públicas
y privadas por obtener los fondos menguados que el sector público y los
individuos, corporaciones y fundaciones puedan proveer. Así las universidades y
colegios de Puerto Rico, que desde hace varios años vienen experimentando
dificultades para obtener fondos externos para financiar sus proyectos de
expansión de facilidades físicas, verían extendida esta situación a todo género
de ayuda, en la medida en que
las universidades norteamericanas tengan prioridad en la asignación de los
fondos disponibles.[21]
3. Al nivel doméstico, como
consecuencia de los cambios demográficos que acompañan la entrada de un país a
fases más avanzadas del desarrollo económico (reducción en la tasa de
natalidad, aumento de la mediana de edad, etc.) y del proceso mogratorio (que
se concentra en las personas jóvenes), los grupos de edad universitaria
tradicional (de 15 a 19 y de 20 a 24 años)están creciendo a un ritmo que es
apenas una tercera parte del ritmo de avance de la población en su totalidad.
Así, según las proyecciones de la Junta de Planificación, de 1980 a 1990 el
grupo de 15 a 19 años crecerá a una tasa anual promedio de 0.1 por ciento, mientras
que el grupo de 20 a 24 a;os lo hará a una tasa de 0.15 por ciento. En cambio,
el grupo de 25a 44 años crecerá a una tasa de 0.9 por ciento.
Correspondientemente, el ritmo de crecimiento de los graduados de escuela
superior será apenas 0.48 por ciento durante el resto de la década. Dado que
las actuales tasas de retención escolar del primero al duodécimo grado parecen
haberse estabilizado al nivel de 45 por ciento, la demanda de estudios
universitarios proveniente de los estudiantes de edad universitaria tradicional
crecerá a un ritmi que impedirá a las universidades y colegios de Puerto Rico
mantener los ritmos de avance en matrícula que habían sostendido hasta hace
poco, a menos que recurran, de forma cada vez más intensa, al reclutamiento de
adultos y al diseño de ofertas académicas y técnicas que satisfagan las
necesidades de las clientelas no tradicionales. Basta señalar que cerca del 40
por ciento de las personas de 25 años o más han completado el cuarto año de
escuela superior para dar un idea del mercado potencial que tienen las
universidades y colegios de la Isla si se mueven en esa dirección.[22]
4. Aunque no existen datos precisos
para determinar los perfiles básicos del asunto, la educación universitaria,
tanto en Estados Unidos como Puerto Rico, se enfrenta a la fuerte competencia
de los ofrecimientos técnicos y vocacionales que proliferado bajo el amparo de
las becas federales y en respuesta a las necesidades del mercado de trabajo,
particularmente del sector de servicios. Instituciones con ofrecimientos en
campos tan diversos como cosmetología y estilismo, banca, procesamiento
electrónico de textos y datos, estudios paralegales, tecnología de salud,
electrónica y otros, le ofrecen al estudiante, un muchas ocasiones, una
transición rápida y efectiva al mercado de trabajo y la posibilidad de obtener
niveles de remuneración que, a veces, compiten favorablemente con los que
logran los graduados de bachillerato. En un estudio que se llevó a cabo en los
estados del oeste de Estados Unidos se encontró que cerca del 17 por ciento de
la ayuda a estudiantes de estba orientando hacia el financiamiento de las
carreras técnicas.
De igual modo, un nuevo conjunto de
proveedores de servicios educativos--las grandes corporaciones privadas
(algunas de las cuales van camino a fundar sus propias universidades), las
ramas militares del gobierno norteamericano y diversas organizaciones sin fines
de lucro--están educando a gran parte de los adultos que hoy en día se hallan
en procesos de adiestramiento, readiestramiento o reorientación de carreras. Se
calcula que por cada adulto que está estudiando en colegios o universidades hay
tres en instituciones de esa natureleza.
Las implicaciones de estas
observaciones son evidentes: si el mercado de más promesa para las universidades
y colegios es la población adulta, dicha porción del mercado la ocupan con
mayor eficacia y dedicación los institutos técnicos y los proveedores de nuevo
cuño, mientras que las universidsdes y colegios sólo le dedican, en la mayoría
de los casos, recursos marginales y programas de segunda calidad a la educación
de dicho segmento de la población.
5. Un reto adicional que afrontan las
universidades y colegios de Puerto Rico, particularmente el Recinto de Río
Piedras y el Recinto de Mayaguez, cuyas normas de admisión son exigentes, son
las activas campañas de reclutamiento de estudiantes puertorriqueños altamente
cualificados que llevan a cabo las universidades norteamericanas, que han
comprobado que la Isla es una cantera de talento académico. Más aún: se da el
caso de que los estudiantes más aventajados de Puerto Rico, que son los que más
probabilidad tienen de ingresar a universidades norteamericanas de primer
calibre, ni siquiera solicitan admisión a las universidades locales, a las
cuales consideran opciones de última instancia. Si este patrón continúa, los
recintos mayores de la Universidad de Puerto Rico, con miras a lograr sus metas
de matrícula, se verán obligados a reducir sus requisitos de admisión, lo que
drenará el mercado de las universidades y colegios privados, y agravará los
problemas de inestabilidad de mercado que éstas afrontan en la actualidad y que
tenderán a acentuarse aún más en el futuro a medida que los patrones antes
identificados continúen mostrando su efecto.
Ahora bien, en términos inmediatos, la
más seria preocupación de las instituciones de educación superior en Puerto
Rico lo debe constituir la probabilidad de que, como consecuencia de la
eliminación (o neutralización) de las ventajas contributivas definidas por la
Sección 936 se produzca, no ya una crisis de natureleza cíclica de duración más
o menos predecible, sino un colapso industrial de grandes proporciones que
transforme significativamente la estructura productiva de la Isla y reduzca
marcadamente la demanda de recursos humanos de formación universitaria en la
medida en que se retorne a una matriz ocupacional más orientada a las
habilidades asociadas con industrias más intensivas en mano de obra y de menor
desarrollo tecnológico. No se trata tanto de que las firmas establecidas hoy en
día en Puerto Rico que emplean alta tecnología generen una gran demanda de
recursos de preparación universitaria, sino que las industrias de servicios
técnicos y profesionales asociados con las mismas emplean un gran número de
profesionales --contadores, abogados, expertos en sistemas de información,
ingenieros, etc.--cuyos empleos se verían amenazados por dicha transformación
estructural.
A la luz de las consideraciones
anteriores, se puede definir un escenario plausible para la educación superior
en Puerto Rico durante el resto de la década como el siguiente:
1. Lento crecimiento del producto
bruto reall (un promedio de menos de 3.0 por ciento por año), acompañado por
una tasa de desempleo que se mantendrá por encima de 20 por ciento. La entrada
en recesión de la economía de Estados Unidos como resultado de las fuerzas
identificadas en este trabajo, obligaría a pensar en declinaciones de los
niveles de producción real y empleo en la Isla. La decisión con respecto a la
Sección 936 será el principal factor en la trayectoria macroeconómica de Puerto
Rico durante el periodo..
2. El lento crecimiento de la demanda
generada por los estudiantes de edad tradicional obligará a las universidades y
colegios a darle mayor peso a los programas de educación, reentrenamiento y
orientación productiva del tiempo libre de la población adulta. Debido a la
mayor flexibilidad de sus programas académicos y a su estilo gerencial más
pragmático (en buena parte determinado por la necesidad de sobrevivencia económica)
las universidades privadas se moverán con mayor celeridad hacia el aumento del
componente de educación técnico-vocacional a costa de los programas de artes
liberales. En la Universidad de Puerto Rico, particularmente en el Recinto de
Río Piedras, se acentuará en conflicto entre la tradición de artes liberales,
que le da gran peso a la dimensión crítica del pensamiento humanístico y
social, y la tendencia a orientar los programas académicos hacia las exigencias
prácticas del merrcado de trabajo.
3. Atada a uan fórmula presupuestaria
que depende de la capacidad del recaudación del Gobierno de Puerto Rico, cuyo
crecimento será muy bajo o nulo, y limitada por una creceinte dificultad para
obtener fondos federales, la Universidad de Puerto Rico se verá obligada no
sólo a formar consorcios y desarrollar programas de intercambio de información
y recursos con la empresa privada, sino que como UCLA y otras universidades
públicas norteamericanas, implantará sistemas para la recaudación de fondos
privados, con miras a mentener la calidad y variedad de sus ofertas académicas.
4. Los colegios y universidades
privadas de Puerto Rico, cuyos estudiantes dependen casi en un 100 por ciento
de las becas, préstamos y otras ayudas financieras para financiar sus estudios,
sufrirán en forma más aguda que la Universidad de Puerto Rico el impacto de las
reducciones de los programas federales de apoyo a la educación superior. La
feroz competencia por una porción declinante del mercado llevará al cierre de
muchas instituciones que surgieron al amparo del ¨boom¨de estos fondos y que
carecen de la solidez financiera y de la fortaleza académica y administrativa
que requerirán las nuevas condiciones de la educación superior. Igual suerte
correrán una innumerable cantidad de instituciones técnico-vocacionales de
escasa calidad que también se han aprovechado del hasta ahora creciente flujo
de ayuda federal a estudiantes. Sobrevivirán aquellas universidades, colegios e
instituciones técnicas del sector privado que sean capaces de combinar
políticas de puertas abiertas con ofrecimientos estrechamente vinculados con
las orientaciones del mercado de trabajo de Puerto Rico y Estados Unidos, que
serán de índole esencialmente tecnico-vocacional.
5. La limitación de recursos
económicos, los altos costos de operación y la incapacidad para renovar
adecuadamente las facilidades físicas, harán cada vez más competitivo el acceso
a carreras de alta preferencia profesional (medicina, arquitectura, derecho,
ingeniería, finanzas, etc.) y generarán una gran competencia entre los
candidatos a admisión y entre las universidades que ofrezcan tales programas.
6. Contra viento y marea, acosadas por
la falta de fondos y por costos crecientes de operación que le harán dificil la
renovación de prigramas, el reclutamiento y retención de personal docente de
alto calibre, en competencia con otros proveedores de servicios educativos,
limitadas por la reducida disponibilidad de ayuda financiera pública y privada
y por los recortes de ayuda federal a los estudiantes, perplejas ante la
incertidumbre económica, las universidades y colegios de Puerto Rico tendrán
que mejorar sus programas académicos, hacer inversiones en procesos de
investigación y desarrollo e introducir sistemas de gerencia avanzados y
efectivos para hacerse acreedoras del apoyo de los proveedores de fondos
(públicos y privados), del respaldo económico de la comunidad de negocios y del
reconocimiento y confianza de la clientela universitaria tradicional y no
tradicional.
Parafraseando al gran poeta mexicano
Octavio Paz: las universidades serán los olmos a los cuales se le pedirán peras
increíbles.
NOTA
Este
ensayo se publicó en la Revista de
Administración Pública (Volumen XVIII, Núm. 2, Marzo de 1986). Constituye
la revisión y expansión de una ponencia que al autor presentó en el Simposio Universidad,
Sociedad y Poder que
se celebró en el Recinto de Río Piedras a fines de 1985.
Deseo
agradecer al Dr. Manuel Ángel (¨Coco¨) Morales, incansable promotor de la
actividad intelectual en Puerto Rico
y científico social de primera línea, el reconocimiento que le dio a este
trabajo y el estímulo que siempre me ha brindado a lo largo de mi carrera
profesional.
IMPLICACIONES
ECONÓMICAS DE
LAS PROYECCIONES
DE
POBLACIÓN DE LA JUNTA DE
PLANIFICACIÓN:
1980 A 2000.
Introducción
En junio de 1986, la Junta de
Planificación publicó el documento Proyecciones
de población, por edad, sexo y municipio: Puerto Rico 1980-2005, que
constituye una excelente fuente de información para los estudiosos de la
realidad social puertorriqueña. Es, además, un contribución analítica cuya
importancia desde el punto de vista del desarrollo de la política pública aún
no ha sido apreciada a cabalidad. En el breve tiempo de que dispongo[23], trataré de presentar los perfiles
esenciales de ese cuadro de proyecciones y las implicaciones económicas básicas
que se derivan del mismo. Estoy completamente convencido de que este simple
ejercicio intelectual provocará en ustedes un grado de perplejidad y
preocupación idéntico al que generó en mí cuando lo abordé por primera vez.
Metodología
La Junta de Planificación utiliza el
método de sobrevivencia de cohortes en el desarrollo de sus proyecciones de
población. Este método consiste en exponer los grupos poblaciones de sexo y
edad (cohortes de cinco años) a las experiencias de las tres dimensiones o
componentes de la población: la natalidad, la mortalidad y la migración. A la
luz de la experiencia histórica, se establecen supuestos acerca de la
trayectoria futura de cada uno de esos componentes.
Por ejemplo, se sabe, por un lado, que
el grupo poblacional o cohorte integrado por las hembras de 15 a 19 años en 1980 tendrá de 25
a 29 años en 1990. De este grupo, morirá una proporción antes de llegar al
grupo de 25 a 29. Se hace necesario, pues, construir una tabla de vida—es
decir, una construcción estadístico’matemática hipotética que permita
determinar la esperanza o expectativa de vida de cada grupo de edad y sexo
partiendo de las condiciones de mortalidad existentes al momento de preparar la
tabla—para establecer la tasa de sobrevivencia esperada del cohorte.
Por otro lado, ese mismo grupo
poblacional mostrará determinados patrones migratorios, que será necesario
proyectar a base de la experiencia histórica acumulada. Dentro de éste, la
población femenina estará expuesta a ciertos riesgos de infecundidad. Es
necesario, pues, hacer una proyección de las tasas de fecundidad, también a la
luz de las tendencias seculares observadas en años anteriores.
Las proyecciones de la Junta de
Planificación consideran diferentes supuestos de fecundidad, mortalidad y
migración y desarrollan diferentes alternativas o escenarios a base de los
mismos. Finalmente, se selecciona una proyección que se considera la más
plausible o la que tiene la mayor probabilidad de realización. En vista de que
se trata esencialmente de un proceso de simulación, siempre queda abierta la
posibilidad de experimentar con supuestos alternativos y generar nuevos y
variados escenarios futuros de la población insular.
En la preparación de las proyecciones,
se utilizó como base o punto de partida la población distribuida por edad y
sexo según determinada por el Censo de Población de 1980.
La proyección de tasas específicas de
fecundidad por edad de la madre aparece en el Apéndice I del documento. En los
Apéndices II-A y II-B se presentan los factores de sobrevivencia utilizados en
la proyección de población (varones y hembras, respectivamente). En los
Apéndices III-A y III-B se presentan las tasas de migración neta utilizadas en
la proyección de población. Finalmente, en el Apéndice IV se hace un resumen de
las implicaciones generales de las proyecciones.
La metodología utilizada para la
proyección de la población por municipio es esencialmente la misma que se usa
para proyectar la población total. Dado que en Puerto Rico no se observan
diferencias significativas entre municipios en lo que respecta a la conducta de
la fecundidad y la mortalidad, en la proyección de la población por municipio
se utilizan los mismos supuestos de fecundidad y mortalidad que se usan para
proyectar la población total. En cambio, en vista de que sí hay variaciones
marcadas en los patrones de migración interna, se utilizan tasas de migración
neta por edad y sexo distintas para cada municipio. Dichas tasas se calculan
a base de la
experiencia observada en la década del ´70. En algunos casos se le hacen
ajustes a las tasas para tomar en cuenta factores tales como la disponibilidad
de terrenos, planes de desarrollo en perspectiva y variaciones en los niveles
de actividad económica al nivel regional. Ahora bien, una vez determinadas, las
tasas de migración se mantienen constantes a lo largo de la proyección. Como
paso final, el resultado de las cifras de población de todos los municipios se
ajusta a pro-rata a la proyección de población por edad y sexo de Puerto Rico
como un todo, que actúa como cifra control.
Supuestos
de la proyección
En la Tabla 1 se presentan los
supuestos básicos de las proyecciones de población de la Junta de Planificación.
Como puede apreciarse, se parte del
supuesto de que la tasa bruta de natalidad promedio continuará disminuyendo
lenta y sistemáticamente. En el año 2000 la tasa bruta de natalidad promedio
será de 18.29 por cada mil habitantes, en comparación con 22.80 en 1980. Lo
mismo ocurrirá con el promedio de hijos por mujer, que disminuirá de 2.79 a
2.38 en ese mismo periodo. En cambio, se observará una leve alza en la tasa
bruta de mortalidad promedio: esta subirá de 6.4 por cada mil en 1980 a 7.8 por
cada mil en el año 2000. Estos tres supuestos se basan en los patrones
históricos que se han observado durante las últimas décadas. Finalmente, se
supone que la migración neta anual seguirá teniendo un balance negativo, pero
el mismo será decreciente (en términos de valor absoluto).
Análisis
de los resultados
A grandes rasgos, los resultados de la
proyección son los siguientes:
·
La
población de
la Isla aumentará de 3,196,520 en 1980 a 3,614,001 en el año 2000, a una tasa
anual promedio de 0.6 por ciento. La población de 16 años y más aumentará de
2,114,076 a 2,647,676, a un ritmo promedio de 1.13 por ciento, mientras que la
población de edad escolar disminuirá de 876,827 a 776,611, a una tasa de
descenso anual promedio de 0.6 por ciento. Sobresale el pronóstico de que la
población envejeciente crecerá a una tasa mucho mayor que la de los otros tres
componentes: 2,17 por ciento en el caso del grupo de 60 años y más y 2.18 por
ciento cuando se considera el grupo de 65 años y más. En el año 2000 habrá 548,784
personas en el grupo de 65 años y más, en comparación con 357,504 en 1980.
(Tabla 2 y Gráfica 1).
·
Como por ciento de la población total, la población escolar
preuniversitaria—de 6 a 18 años—disminuirá de 27.4 en 1980 a 21.5 en el año
2000. De igual modo, la población de edad universitaria tradicional, que aquí
se toma de 19 a 24 años, se reducirá en este renglón de 10.5 a 9.1 por ciento.
En cambio, la población envejeciente (60 años y más) aumentará de 11.2 a 15.2
por ciento. (Tabla 2 y Gráfica 12).
·
El número de varones aumentará de 1,556,727 en 1980 a
1,696,210 en el año 2000, a una tasa anual promedio de 0.43 por ciento,
mientras que el número de hembras crecerá durante el mismo periodo de
1,639,7983 a 1,917,792, a un ritmo promedio de 0.79 por ciento. Es decir, el
crecimiento promedio de las mujeres será casi el doble del de los hombres. Como
por ciento de la población total, la mujeres aumentarán de 51.2 a 53.0 durante
el periodo. (Tabla 3 y Grafica 3).
·
La mediana de edad de la población aumentará de 24.6 años en
1980 a 31.8 años en el 2000. Entre las hembras, el incremento será mayor que
entre los hombres: de 25.5 a 33.6 años en el primer caso y de 23.6 a 29.7 años
en el segundo caso. (Tabla 4 y Gráfica 4). En efecto, el acelerado incremento
en la mediana de edad de la población puertorriqueña es un fenómeno que se
viene observando desde la década de los 60. En 1960 la mediana de edad de los
varones era 18.1 y la de las mujeres, 18.7. Durante las últimas décadas se ha
acentuado la tendencia a que la mediana de edad de las mujeres sea cada vez
mayor que la de los hombres. (Tabla 4 y Gráfica 5)..
·
La participación relativa de los diferentes grupos de edad
cambiará significativamente de 1980 al año 2000. Disminuirá la participación
relativa de los grupos de 0 a 34 años y aumentará la de los grupos de 40 años y
más. Entre los primeros, es notable la disminución en importancia relativa de
los grupos de 0 a 19 años y entre los segundos, el incremento en importancia
relativa de los grupos de 44 a 49 y de 50 a 54 años. Es significativa también,
el alza en participación del grupo de 75 años y más. La participación relativa
del grupo de 35 a 39 años parece servir de eje en la rotación en contra de las
manecillas del reloj de la línea que vincula las diferentes alturas del por
ciento de participación de los distintos grupos de edad. Es particularmente
interesante observar la disminución relativa de los grupos de edad escolar
avanzada o universitaria (de 10.55 a 8.30 por ciento en el grupo de 15 a 19
años; de 8.52 a 7.51 por ciento en el grupo de 20 a 24 años), el incremento de
4.06 a 6.59 por ciento del grupo de 50 a 54 años y al alza de 2.89 a 4.37 por
ciento en el grupo de 75 años y más. (Tabla 5 y Gráfica 6).
·
La distribución relativa por sexo de la población experimentará
una significativa transformación durante el periodo sujeto a proyección, si
bien no se anticipa que haya cambios grandes al respecto en los grupos de 0 a
24 años: en las edades de 0 a 14 años predominaron en 1980 los varones por un
margen cercano al dos por ciento, lo cual se extenderá al grupo de 15 a 19 años
en el año 2000. Ahora bien, a partir del grupo de 20 a 24 años comienza a
predominar el grupo femenino en ambos años. Por una variedad de factores, entre
los cuales se destaca el fenómeno migratorio (que afecta en mayor proporción a
los varones que a la hembras) de 1980 al año 2000 aumentará significativamente
la participación femenina en los grupos de 25 a 44 años. En el grupo de 45 a 49
años, se observará poco cambio, pero en edades más avanzadas comenzará a
observarse una creciente acentuación del predominio femenino (asociado en este
caso con la tendencia de la mujer a tener una expectativa de vida mayor), que
culminará con una polarizada distribución del grupo de 75 años y más en el año
2000: hembras, 58.8 por ciento; varones, 41.1 por ciento. Dicha distribución
fue 54.2 y 45.8 por ciento, respectivamente, en 1980. Según estas proyecciones,
la diferencia máxima en participación relativa se dará en los grupos de edad
avanzada, pero no deja de ser significativo el hecho de que las mujeres
predominarán marcadamente entre los adultos jóvenes (los grupos de 20 a 44
años), que se consideran los de más alta productividad económica. Colocado en
el contexto de un país en el cual la participación de la mujer en la fuerza de
trabajo es sumamente baja, esta proyección adquiere un relieve crítico desde el
punto de vista de la política pública (Tabla 6 y Gráfica 7).
·
Previo al análisis del cambio que la Junta de Planificación
anticipa en la pirámide poblacional de la Isla, conviene examinar
comparativamente las tasas de crecimiento anual promedio que se anticipa
tendrán los diferentes grupos de edad y sexo durante el periodo del 1980 al año
2000. En el caso de los varones, los seis grupos en el renglón de 0 a 34 años
experimentarán tasas negativas; en el renglón de 35 años y más, la tasa de
crecimiento más alta se observará en el grupo de 50 a 54 años (3.02 por
ciento); y será vigorosa el alza en el grupo de 75 años y más (2.17 por
ciento). En el caso de las hembras, se observarán tasa de crecimiento positivas
a partir del grupo de 25 a 29 años, las cuales serán, como cabría esperar a la
luz de las observaciones anteriores, desde ligera hasta acentuadamente más
altas que las de los varones. La diferencia mayor se observará en el grupo de
64 a 69 años, que aumentará a un ritmo promedio de 0.82 por ciento entre los
varones en comparación con 2.28 por ciento entre las mujeres. De todos los
cohortes de edad, el que experimentará el alza más acentuada será el de las mujeres
de 75 años y más, que tendrá un alza promedio de 3.13 por ciento, más de cinco
veces mayor que la de la población en su totalidad. (Tabla 7 y Gráfica 8).
·
Una forma mucho más simple de examinar el crecimiento esperado
de los diferentes grupos de edad es señalando el número de personas que habrá
en cada cohorte en el año 2000 por cada 100 que había en 1980. Así, entre los
varones, se observa que el número resultante es inferior a 100 en todos los
grupos en el renglón de 0 a 34 años y mayor que 100 en todos los demás grupos.
La mayor disminución ocurrirá en el grupo de 10 a 14 años, en el cual habrá 89
varones por cada 100 en 1980, mientras que el mayor aumento se observará en el
grupo de 50 a 54 años, en el cual habrá 181 varones por cada 100 en 1980. En el
caso de las hembras, el número resultante es inferior a 100 en los grupos en el
renglón de 0 a 24 años y superior a 100 en los todos los demás. Es
significativo el hecho de que la cohorte femenina de 75 años y más registrará
un crecimiento casi igual al de la cohorte de 50 a 54 años: en ambos grupos
habrá 185 hembras por cada 100 en 1980. (Tabla 8 y Gráfica 9).
·
Las observaciones anteriores nos preparan para entender la
transformación que se anticipa en la pirámide poblacional de Puerto Rico. En
ambos sexos se reducen las cohortes de 0 a 19 años. En el caso de los varones
hay poca variación en las cohortes de adultos jóvenes (los grupos desde 20 a 24
años hasta 35 a 39 años); se robustecen substancialmente los grupos de 40 a 44
años hasta 60 a 64 años; crecen levemente las cohortes de 64 a 69 años y de 70
a 74 años; y, finalmente, se observa una expansión bastante significativa en el
grupo de 75 años y más. En el caso de las mujeres, hay poca variación en las
cohortes desde 20 a 24 años hasta 30 a 34 años; y aumentos substanciales en
todos los grupos de más de 34 años. La baja en la natalidad, la concentración
de la emigración en las edades jóvenes (con predominio de la emigración de
varones), al mayor longevidad de la población debido al mejoramiento de los
sistemas de salud y de la nutrición harán que la pirámide poblacional de Puerto
Rico se parezca cada vez más a la de los países altamente desarrollados,
contrario a lo que ocurría hace 30 o 40 años, cuando nuestro patrón de
distribución de la población por edad se asemejaba al de los actuales países
subdesarrollados. (Tabla 6 y Gráfica 10).
·
Un análisis de la distribución regional del crecimiento
poblacional esperado llevaría este trabajo más allá de límite prescrito, pero
una simple incursión en dicho terreno nos ilustra la variedad de tendencias que
podrían observarse a nivel regional. En efecto, la pirámide poblacional de la
ciudad de San Juan, ya de por sí debilitada en su base y fortalecida en la
cúspide durante las últimas décadas, sufrirá, por un lado, una significativa
erosión en las cohortes jóvenes de ambos sexos (desde 0 a 4 años hasta 30 a 34
años) y una expansión en la cúspide, particularmente en el caso de las mujeres
de 75 años y más. (Gráfica 11). De igual modo, es posible comparar la tasa de
crecimiento por edad de diferentes municipios y detectar patrones sumamente
variados: crecimiento muy acentuado de los grupos de 60 años y más en Bayamón
(del orden del 4 por ciento o más); disminución de casi todos los grupos de
edad en San Juan; crecimiento robusto de los grupos de edad adulta en Ponce
(aunque no a un ritmo tan acelerado como en Bayamón); acentuado crecimiento del
grupo de 50 a 54 años en San Germán; estabilización de los grupos de 60 a 64
años y de 65 a 69 años en Orocovis; crecimientos desde moderados hasta
drásticos en el grupo de 75 años y más en todos los municipios. (Grafica 12).
Cuando de
analiza con
cierta profundidad histórica el cambio en la participación relativa de la
población envejeciente, se observa en crecimiento muy lento de 1910 a 1930, en
alza algo más acelerada de 1930 a 1960, y en avance muy acelerado de 1960 a
1980. De 1980 al año 2000 se espera un crecimiento aún más acelerado,
particularmente en el caso de las hembras. En 1980, el 7.9 por ciento de la
población tenía 65 años y más, lo cual se elevará a 10.7 por ciento en el año
2000. Por la misma vena, la participación relativa de la población de 75 años y
más aumentará de 3.8 por ciento a 4.4 por ciento en el periodo de proyección.
En ambos grupos de edad, como desprende de las observaciones anteriores, será
más acelerado el crecimiento de la participación femenina. (Gráfica 13).
·
El documento World
Population Profile: 1985, preparado por el Negociado del Censo federal,
señala que en el año 2005 la proporción de la población de 65 años y más será
13.1 por ciento en Estados Unidos, 16.5
por ciento en Japón, 5.8 por ciento en Brasil, 4.6 por ciento en México,
y 4.2 por ciento en Filipinas. Según las proyecciones de población de la Junta
de Planificación, en ese año la proporción equivalente en Puerto Rico será de
11.7 por ciento. Esto confirma nuestra contención de que la Isla avanza hacia
un patrón de distribución por edad de la población cada vez más semejante al de
las economías altamente industrializadas. (Gráfica 14).
Implicaciones
económicas
La apretada
síntesis que hemos
presentado de la proyecciones de población de la Junta de Planificación sólo
pretende ser una introducción al vasto y complejo cuadro que las mismas
describen, al mismo tiempo que una invitación a la reflexión sobre las
implicaciones económicas de dicha prospección demográfica. A modo de ejemplo,
creo que algunas de éstas son las siguientes:
·
La disminución de la población escolar reducirá, en cierta
medida, la presión que actualmente sufre el sistema escolar de la Isla
(particularmente su fase pública) y dará mayor margen para el desarrollo de
programas que incrementen tanto la calidad de la enseñanza como la condición de
las facilidades educativas.
·
Los colegios y universidades de Puerto Rico experimentarán
reducciones en la demanda de los grupos de edad universitaria tradicional y se
verán obligados a atraer, cada vez con mayor intensidad, clientelas adultas no
tradicionales. Las universidades deberán orientar buena parte de sus
ofrecimientos al readiestramiento de adultos, que verán sus empleos en peligro
debido al continuo avance de la tecnología y a la rápida obsolescencia del
conocimiento. En forma cada vez más acentuada, éstas hallarán lucrativa y
socialmente válida la expansión de los programas diseñados para darle uso
creativo al tiempo libre y para aprovechar el cúmulo de experiencias y
conocimientos de la población envejeciente, buena parte de la cual consistirá
en personas retiradas con altas destrezas intelectuales y técnicas.
·
Un crecimiento menos acelerado de la población de 16 años y
más se traducirá en un menor crecimiento del grupo trabajador, lo que hará
menos penosa la ineludible prioridad del orden económico de Puerto Rico: la
reducción del desempleo. Sin ánimo de ser muy rigurosos, hemos desarrollado una
proyección del grupo trabajador, el empleo y el desempleo a base de las ya
discutidas proyecciones de población de la Junta de Planificación. Según este
ejercicio, para el año 2000, con una población 3,614,000 personas, la población
de 16 años y más será de 2,648,000, el grupo trabajador consistirá en 1,160,000
personas, de las cuales 1,044,000 estarán empleadas y 116,000 estarán
desempleadas. Es decir, el desempleo será de 10.0 por ciento y la participación
ascenderá 43.8 por ciento. Estas proyecciones se basan en la experiencia del
periodo de 1974 a 1987, durante el cual se han observado cuatro tendencias
seculares: alza en el empleo total y en la tasa de participación y disminución
en el desempleo total y en la tasa de desempleo. (Tabla 12). Evidentemente se
trata de una proyección optimista, en la cual predomina la impresión de la
firme expansión que ha experimentado nuestra economía en el último lustro.
·
Si bien por un lado la moderación del crecimiento del grupo
trabajador contribuirá a hacer menos angustiosa la lucha contra el desempleo
crónico, que en Puerto Rico golpea con más severidad a los jóvenes de escasas
destrezas técnicas o intelectuales, la considerable expansión de los adultos en
edades productivas, particularmente en las edades de 40 a 59 años, obligará a
los diseñadores de la política pública a desarrollar programas de
adiestramiento, readiestramiento y reorientación de carreras, ya que estos
grupos estarán más expuestos que las cohortes jóvenes al impacto del acelerado
cambio tecnológico. La competitividad internacional de Puerto Rico dependerá de
la capacidad que tengamos de renovar y ampliar el acervo de conocimiento de
nuestro grupo trabajador.
·
Una paradoja que plantea el mercado laboral de Puerto Rico es
la aún baja participación de la mujer en el grupo trabajador. Si en el futuro
se espera un crecimiento mucho más robusto de las cohortes femeninas y si
continúa el actual patrón que lleva a que predominen las mujeres en la
matrícula universitaria, cabe esperar que la tasa de participación femenina
comience a crecer aceleradamente. La disminución de la fertilidad, los
crecientes logros educativos de la mujer, la reducción de la brecha salarial
entre los hombres y las mujeres, y la gradual destrucción de las barreras sexistas
en el mercado de
trabajo son tendencias que se correlacionan, según lo demuestra la experiencia
de los países altamente industrializados, con un ascenso en la tasa de
participación laboral femenina. Aparentemente, existen aún en Puerto Rico fuertes
concepciones culturales (como la alta preferencia por el cuido maternal) que
han neutralizado el impacto de los factores económicos objetivos. Todavía en
1987 la tasa de participación femenina era de apenas 30 por ciento, en
comparación con 59.8 por ciento en el caso de los varones.
·
El diseño urbano, la
construcción de nuevas viviendas, los cambios en los sistemas de
transportación, el desarrollo de los centros comerciales e industriales tendrán
que responder eficazmente a la realidad de que una proporción creciente de la
población consistirá en personas de edad avanzada. Decididamente, la
infraestructura social, económica y tecnológica de Puerto Rico tendrá que
adaptarse a la realidad de una proporción cada vez más significativa de
personas de edad avanzada. No se tratará de una simple adaptación a un realidad
cambiante, sino de un fenómeno impulsado por el propio poder político y por la
considerable influencia en todos los planos de la sociedad del componente de
edad avanzada. Ya en Estados Unidos se ha observado un enorme impacto de las
organizaciones de retirados y envejecientes sobre el diseño de la política
pública.
·
Los patrones de gastos en bienes y servicios, el estilo de
consumo, las tendencias del ahorro y la inversión, es decir, toda la gama de
variables macroeconómicas, sufrirán el impacto del cambio en la composición por
edad de la población.
·
Los sistema de salud y los planes médicos tendrán que
reorientarse hacia la atención de una población cuyas necesidades de servicio
serán muy distintas a las de una población predominantemente joven.
En suma, una población
con una mayor
mediana de edad, con una expansión robusta de su componente de envejecientes,
le generará exigencias cada vez más intensas al sector público y, en
consecuencia, se vislumbrará como un problema potencial en muchos casos. Si
embargo, la prolongación de la esperanza de vida es el logro más grande que ha
alcanzado la sociedad puertorriqueña en este siglo. En la prolongación de la
vida de los ciudadanos se reflejan los logros educativos, económicos, sociales
y culturales alcanzados en la Isla. Se trata, pues, de un resultado que, al
mismo tiempo que confirma del éxito del desarrollo económico, constituye un
nuevo reto, tal vez más formidable que las enfermedades endémicas y la
desnutrición, para los forjadores de la política pública.
No menos formidable es el reto que
plantea el cambio tecnológico a un grupo trabajador altamente expuesto a la
dinámica de una economía abierta, que responde con gran elasticidad a las
transformaciones estructurales de la economía global. Será necesario renovar el
acervo de conocimiento de los trabajadores de edad madura, acelerar la
asimilación de tecnología nueva en los grupos de edad escolar y universitaria
(particularmente en lo que respecta al uso de las computadoras en los centros
de trabajo) e integrar a la población envejeciente al tejido social, de manera
que se aproveche el gran cúmulo de conocimiento de esta última.
No hay manera alguna de optimizar el
aprovechamiento del capital humano de Puerto Rico si no se integra el forma
acelerada y creciente a la mujer al grupo trabajador. Es inconcebible que una
sociedad invierta sumas inauditas de dinero en el desarrollo y formación de
capital humano y luego vea a una proporción considerable de dichas personas en
el ejercicio de tareas que son dignas desde el punto de vista de la integración
social, pero que de haber una adecuada provisión de sistemas de cuidado diurno
podrían ser realizadas por personas especializadas en dicho trato. Así, la mujer
podría desastar a plenitud el enorme potencial productivo que el sistema
educativo ha acumulado en ellas y que es tan necesario para incrementar la
productividad y la competitividad internacional de Puerto Rico.
En fin, la planificación económica y social
de Puerto Rico debe responder en forma cuidadosa y sistemática al poderoso reto
que plantea el anticipado cambio en la estructura de edad de la población. No
cabe la menor duda de que la Junta de Planificación ha iluminado el camino
hacia el futuro de Puerto Rico al desarrollar este cuadro de proyecciones
demográficas.
TABLA
NUM. 1
SUPUESTOS BÁSICOS DE LA
PROYECCIÓN DE POBLACIÓN
DE LA JUNTA DE
PLANIFICACIÓN
|
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|
Tasa bruta de
natalidad
promedio
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|
Promedio de hijos
por
mujer
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|
Tasa bruta de
mortalidad
promedio
|
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|
Migración neta
promedio anual
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Las tasas y promedios son por cada mil
habitantes.
Fuente: Junta de Planificación, Junta
de Planificación, Proyecciones de población por edad, sexo y municipio:
1980-2005,
Apéndice IV, Pág. A-17.
GRÁFICA
1

TABLA
NÚM. 2
IMPLICACIONES
DE LA PROYECCIÓN DE POBLACIÓN
DE LA
JUNTA DE PLANIFICACIÓN
|
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|
Tasa de
crecimiento
real promedio
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|
Población
de 16 años
y más
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Población
de edad
escolar
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|
|
|
|
Los por
cientos son
respecto a la población total al final del periodo.
Fuente: Junta
de Planificación, Proyecciones de población por edad, sexo y municipio:
1980-2005,
Apéndice IV, Pág. A-17.
GRÁFICA
2

TABLA
NÚM. 3
PROYECCIÓN
DE POBLACIÓN POR SEXO
Fuente:
Junta de Planificación, Proyecciones de población por
edad, sexo y municipio: 1980-2005,
Apéndice IV, Pág. 11.
GRÁFICA
3
TABLA
NÚM. 4
MEDIANA
DE EDAD DE LA POBLACIÓN DE PUERTO RICO
VARONES
Y HEMBRAS: 1960 A 1980 Y PROYECCIÓN AL 2000
Fuente:
Junta de
Planificación, Oficina del Censo, Carta
Informativa, Núm. 14, Agosto de 1987
GRÁFICA
4

TABLA
NÚM. 5
PARTICIPACIÓN
RELATIVA DE LOS DIFERENTES GRUPOS DE EDAD
Fuente:
Junta de Planificación, Proyecciones de población por
edad, sexo y municipio: 1980-2005,
Apéndice IV, Pág. 11.
GRÁFICA
6

TABLA
NÚM. 6
DISTRIBUCIÓN
ABSOLUTA Y RELATIVA DE
LA POBLACIÓN
POR
SEXO