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Santos Negrón Díaz: Estrategias para obtener apoyo en la gestión cultural

Muchos amigos de mi hija menor, Carla Rosario Negrón Valcárcel, quien es pintora profesional y conoce una infinidad de personas en el mundo de arte en Puerto Rico, me han pedido que publique este ensayo en este espacio.


Aquí va con mi gratitud por el interes que han mostrado en esta pieza de análisis que preparé a petición del inolvidable amigo Edwin Reyes.

Estrategias para obtener apoyo en la gestión cultural*

 

A Edwin Reyes, excelente poeta e incansable promotor de la cultura puertorriqueña.

A pesar de que la producción y el consumo de la cultura han sido elementos centrales de la actividad humana desde tiempos inmemoriales, solo recientemente los economistas han desarrollado trabajos teóricos  y/o de investigación serios y sistemáticos en un campo que ha sido denominado la economía de la cultura.

Cabe destacar dos aportaciones fundamentales que iniciaron esa disciplina. En  1959, el famoso economista norteamericano John Kenneth Galbraith, en un ensayo que apareció en el libro The Liberal Hour (1960), analizó la situación económica del artista y el potencial del buen diseño para promover las exportaciones de los productos manufacturados en Estados Unidos. Un poco después, en 1963, el destacado economista inglés Lionel Robbins estudió el papel del estado en el apoyo de las artes y en el financiamiento de museos y galerías.

Más recientemente, William J. Baumol y William Bowden, en un libro titulado Performing Arts-The Economic Dilemma , publicado en 1966, sometieron a una rama de la actividad cultural a un riguroso escrutinio teórico y empírico y mostraron la medida en que la disciplina económica puede iluminar el estudio de la gestión cultural.

Desde entonces la literatura de la economía de la cultura ha crecido vertiginosamente, al punto que ya hay revistas especializadas en el campo y abundantes tesis de maestría y doctorado que discuten las múltiples fases del tema.

Una de las preocupaciones básicas de los economistas que han incursionado en este relativamente nuevo y fascinante campo ha sido la política pública respecto a la cultura , es decir, el intento de definir la justificación filosófica y los principios guías para el apoyo gubernamental a las artes y a la gestión cultural en su sentido más amplio.

En todos los países del mundo, en mayor o menor grado, los gobiernos apoyan la gestión cultural mediante una gran variedad de instrumentos de política pública, lo que incluye: subsidios a compañías (teatrales, musicales , literarias, etc. ) e individuos ; la provisión directa de bienes y servicios artísticos por vía de empresas de propiedad estatal; concesiones o créditos contributivos a individuos y corporaciones que hacen donaciones a los gestores de la cultura ; exenciones contributivas a artistas y organizaciones culturales; medidas de protección del mercado de producción cultural local, tales como exigencias de contenido local (contratación de artistas residentes en el país) en los espectáculos musicales y teatrales; apoyo a instituciones que se dedican a la educación artística ; y legislación que se vincula con la protección de los intereses económicos de los gestores de la cultura.

Si bien la enumeración anterior parece formidable a primera vista , la realidad es que en casi todos los países de estructura capitalista , donde predomina la producción privada y la propiedad privada de los medios de producción, la proporción del gasto público que se dedica a la promoción de la cultura es baja con respecto al total de los gastos públicos y mucho menor cuando se compara con el  nivel del producto bruto doméstico.

Se calcula que en Estados Unidos las artes (teatro , música, opera, danza, artes visuales, artesanía , literatura , artes populares y comunales) dan cuenta de poco menos del uno por ciento del producto bruto doméstico, sólo emplean a un poco más del uno por ciento de la fuerza trabajadora y reciben cerca de medio punto porcentual del gasto público.

Así, el producto bruto de la gestión cultural en Estados Unidos, definida en forma algo limitada, montaría a cerca de $46.2 billones , y el número de personas que trabajan en la misma llegaría al nivel de 1.5 millones.

En el caso de Puerto Rico, según el Censo de Población de 1990, hay un total de 6,992  personas que identificaron como su principal fuente de ingreso alguna forma de gestión cultural , lo que va desde autores, músicos y bailarines hasta pintores, escultores y artesanos , que vendría a ser el 0.6 por ciento total de 1,174,676 personas cuya ocupación fue clasificada por dicho censo.

Desafortunadamente, no se dispone de datos respecto al valor económico de la producción cultural en la Isla , pero si fuera igual a la participación de los artistas en la fuerza trabajadora, sería del orden de $140 a $150 millones.

Si la definición se amplía un poco y se incluye lo que se conoce como las industrias o negocios culturales ( el cine , la radio, y la televisión y las casas publicadoras) el valor del producto doméstico de la producción cultural en Estados Unidos llegaría a ser no menos de $128 billones a precios de 1987 o el 2.5 por ciento del producto bruto doméstico real en el año natural 1993.

Si tal proporción rigiera también en la Isla, el valor económico de nuestra producción cultural podría estar en el recorrido de $500 a $600 millones, a precios corrientes, un poco menos que el valor del ingreso bruto agrícola.

Tal vez una buena medida del potencial de expansión que tiene la producción cultural en la Isla es el hecho que el renglón de gastos en recreación, que es parte de los gastos de consumo personal agregados, montó en el año fiscal 1994 a $2,271.9  millones, el 8.9 por ciento del total de gastos de consumo. En la medida en que la participación de los productos culturales en dicho total vaya en incremento no sólo se mejora la dimensión cultural del país, sino que se crean efectos multiplicadores que generan incentivos para la expansión futura de la gestión cultural en general.

A la luz de las anteriores consideraciones, podemos bosquejar algunas estrategias para obtener apoyo a la gestión cultural :

·         Reforzando la idea de que es apropiado y necesario que el gobierno fortalezca la vida cultural del país. Existe amplia evidencia de que los votantes apoyan la participación del gobierno en esta área y raras veces se oyen voces que señalen que se trata de una forma de despilfarro de fondos,  como ocurre con otros tipos de gasto público. Tanto los ejecutivos del gobierno como los legisladores son los objetivos primarios de estrategias de persuasión sobre la importancia de sostener y/o incrementar el dinero asignado a programas que apoyan la gestión cultural.

·         En la medida que los recursos lo permitan, es necesario promover estudios de costo-beneficio de los programas que reciben alguna ayuda del gobierno  ( por vía de cualquiera de los instrumentos enumerados arriba ), para darle al sector público la oportunidad de defender tales partidas de gasto en los ejercicios de preparación del presupuesto. En este caso es necesario sumarle a los beneficios económicos explícitos, los beneficios de carácter social o cultural mediante la imputación de valores que reflejen el beneficio real de las actividades culturales, ya que los componentes intangibles de estas actividades exigen que se aprecien desde un ángulo distinto y tomando en cuenta aspectos de carácter predominantemente cualitativo. En el contexto actual, en el cual predomina una justificada (y a veces obsesionante preocupación) por los efectos destructivos del crimen, la gestión cultural se debe considerar como una forma positiva, socialmente integradora, de reducir el oneroso costo económico y social de la actividad delictiva.

·         Otra forma de demostrar la necesidad de apoyo del gobierno a la gestión cultural es analizando lo que en economía se conoce como la falla del mercado, es decir, la incapacidad de que las actividades culturales , en muchos casos inevitablemente orientadas a minorías, logren la viabilidad económica que permita compensar a los artistas y los promotores de las mismas con salarios o ganancias que realmente reflejen el valor o costo de oportunidad del trabajo realizado. En este caso, la ayuda del gobierno se puede concebir como una corrección a la falla del mercado, y por tanto, como una manera de garantizar que una actividad socialmente necesaria se logre desarrollar.

·         En lo que respecta al fortalecimiento del lado de la demanda , la ayuda más estratégica que puede recibir la gestión cultural procede de los colegios y universidades, en los cuales se forjan los valores, actitudes y gustos que van a influir en los patrones de consumo de las personas, es decir, en lo que técnicamente se conoce en economía como el ciclo vital del consumo. En la medida en que las instituciones universitarias desarrollen un balance adecuado entre la cultura técnica y las humanidades, y orienten sus metas hacia la formación integral del estudiante , se acumulan conocimientos y experiencias que inducen a la persona a orientar una proporción mayor de su consumo hacia los productos culturales. Hay ejemplos concretos que se podrían discutir como lo son el firme apoyo que recibe del público el Festival Casals, la alta demanda de la producción gráfica de artistas como Homar y Tufiño y la inmensa popularidad de las novelas de autores latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa e Isabel Allende. No menos importante, es la aportación que pueden hacer las universidades a la investigación de los aspectos macro y microeconómicos de las industrias de la cultura. Pienso en la contribución que podrían hacer las escuelas graduadas de Administración de Empresas al desarrollo de técnicas gerenciales  y de mercadeo eficaces que ayuden al fomento de empresas culturales. De igual modo, las tesis de maestría y doctorado de las escuelas de economía y de administración de empresas pueden ser un excelente vehículo para canalizar gran parte de la inversión en conocimiento que es necesaria en el campo de la economía de la cultura.

·         Un derivado de la anterior afirmación es la interesante realidad de que algunas obras de arte pueden tener rendimientos sobre la inversión mayores que las acciones  los bonos y otros instrumentos financieros. La persona que compre una obra de arte podría tener un doble beneficio: la satisfacción intelectual o estética de disfrutar de la posesión y contemplación de la obra y el beneficio económico de un activo que se sube de valor continuamente. Después de todo, el espíritu artístico o intelectual y el lucro no necesariamente están reñidos  y en muchas ocasiones conviven sin contradicción alguna.

·         Es necesario persuadir a las agencias del gobierno que llevan a cabo investigación económica, tales como la  Junta de Planificación , el Departamento del Trabajo y Recursos Humanos y el Departamento de Desarrollo Económico, para que presten más atención a las industrias culturales , es decir, que desarrollen bancos de datos y lleven a cabo encuestas que permitan evaluar con más precisión la aportación de la gestión cultural a la economía.

·         Como medida práctica inmediata, sugiero que se convoque en Puerto Rico a un conjunto de gestores de la cultura con el fin de evaluar las ventajas y desventajas, aciertos y desaciertos de la estructura ( en sus fases pública y privada ) que apoya la gestión cultural en la actualidad y sugerir tácticas y estrategias alternativas para lograr que  el gobierno aumente su apoyo a la cultura y que los actores económicos   (los consumidores , las firmas, las empresas sin fines de lucro ) aumenten la demanda de los productos de la cultura.

·          

En suma, contrario a la percepción generalizada de que los economistas no tienen gran cosa que decir acerca de la gestión cultural,  la conclusión que emerge de la breve descripción que he hecho del campo de acción de la economía de la cultura  es que esta iniciativa intelectual es lo que el gran pensador austriaco Joseph Schumpeter llamaba “un mar sin cartas de navegación¨ es decir, un territorio poco explorado que espera por economistas que estén dispuestos a expandir su perspectiva teórica y sus esfuerzos de análisis e investigación empírica.

Solo me resta reiterar que la lucha por sostener los valores trascendentales del arte , la espiritualidad y la cultura en general es una tendencia mundial tan válida como el afán de aumentar la competitividad industrial o de incrementar la integración global de las economías. Para lograr una sociedad madura y coherente, es necesario reconciliar los intereses económicos, lograr un crecimiento y desarrollo económico sustentables (es decir, compatibles con el ambiente natural y con la base cultural ) y hacer una gerencia apropiada de la creciente complejidad social.

Creo firmemente que la economía de la cultura merece una oportunidad de desarrollo y que a los que se aventuren en este campo les espera un verdadero universo de satisfacciones intelectuales.

 

 



* Ponencia que el editor presentó en la Novena Reunión de Ciudades Iberoamericanas, celebrada bajo el auspicio del Municipio de San Juan, el 19 de octubre de 1994. Se reproduce aquí ya que constituye uno de las pocas expresiones que se han hecho en Puerto Rico sobre el tema de la economía de la cultura.

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