LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes ... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la
resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas obscuras
en
el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos
manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos
del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan
que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve
los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza,
como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes...
Yo no sé!
LOS DADOS ETERNOS
Para Manuel Gonzales Prada, esta
emoción
bravía y selecta, una de las
que, con más entusiasmo, me ha aplau-
dido el gran maestro.
Dios mío, estoy llorando el sér que vivo;
me
pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes
Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy
supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre:
el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como
en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado.
Tal vez ¡oh jugador! al dar
la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios míos, y esta noche sorda, obscura,
ya
no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar
sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
DESHOJACION SAGRADA
Luna! Corona de una testa inmensa,
que
te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja corona de un Jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!
Luna! Alocado corazón celeste
¿por
qué bogas así, dentro de copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?
Luna! Y a fuerza
de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres talvez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando
versos!...
BORDAS DE HIELO
Vengo a verte pasar todos los días,
vaporcito
encantado siempre lejos...
Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea en
un adiós de sangre!
Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada
de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá!
Las jarcias; vientos que traicionan;
vientos
de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo...
PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA
BLANCA
Me moriré en París con aguacero,
un
día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que
proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme
solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos
sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los
días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
EPISTOLA A LOS TRANSEUNTES
REANUDO mi día de conejo
mi noche de elefante en descanso.
Y, entre mi, digo:
ésta es mi inmensidad
en bruto, a cántaros
éste es mi grato peso,
que me buscará abajo para pájaro
éste es mi brazo
que por su cuenta
rehusó ser ala,
éstas son mis sagradas escrituras,
éstos mis alarmados campeñones.
Lúgubre isla me alumbrará continental,
mientras
el capitolio se apoye en mi íntimo derrumbe
y la asamblea en lanzas clausure mi desfile.
Pero cuando yo muera
de vida y no
de tiempo,
cuando lleguen a dos mis dos maletas,
éste ha de ser mi estómago en que cupo mi lámpara en pedazos,
ésta
aquella cabeza que expió los tormentos del círculo en mis pasos,
éstos esos gusanos que el corazón contó por unidades,
éste
ha de ser mi cuerpo solidario
por el que vela el alma individual; éste ha de ser
mi hombligo en que maté mis piojos
natos,
ésta mi cosa cosa, mi cosa tremebunda.
En tanto, convulsiva, ásperamente
convalece
mi freno,
sufriendo como sufro del lenguaje directo del león;
y, puesto que he existido entre dos potestades de ladrillo,
convalesco yo mismo, sonriendo de mis labios.
LA RUEDA DEL HAMBRIENTO
POR entre mis propios dientes salgo humeando,
dando
voces, pujando,
bajándome los pantalones...
Váca mi estómago, váca mi yeyuno,
la miseria me saca por entre mis propios
dientes,
cogido con un palito por el puño de la camisa.
Una piedra en que sentarme
¿no habrá
ahora para mi?
Aún aquella piedra en que tropieza la mujer que ha dado a luz,
la madre del cordero, la causa, la raiz,
¿ésa no habrá ahora para mi?
¡Siquiera aquella otra,
que ha pasado agachándose por mi alma!
Siquiera
la
calcárida o la mala (humilde océano)
o la que ya no sirve ni para ser tirada contra el hombre
ésa dádmela ahora para
mí!
Siquiera la que hallaren atravesada y
sola en un insulto,
ésa dádmela ahora para mí!
Siquiera la torcida y coronada, en que resuena
solamente una vez el
andar de las rectas conciencias,
o, al menos, esa otra, que arrojada en digna curva,
va a caer por sí misma,
en
profesión de entraña verdadera,
¡ésa dádmela ahora para mí!
Un pedazo de pan, tampoco habrá para
mí?
Ya no más he de ser lo que siempre he de ser,
pero dadme
una piedra en que sentarme,
pero dadme,
por favor,
un pedazo de pan en que sentarme,
pero dadme
en español
algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse
y
después me iré...
Halló una extraña forma, está muy rota
y sucia mi camisa
y ya no tengo nada, esto es horrendo.
ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE
CALIZ
Niños del mundo,
si cae España -digo,
es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad
la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué
viejo vuestro 2 en el cuaderno!
¡Niños del mundo, está
la madre España
con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio
la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!
Si cae -digo, es un decir- si cae
España,
de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse
en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por
la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!
Niños,
hijos de los guerreros, entre
tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas,
los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que esta
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en
su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera , aquélla de la vida!
¡Bajad la voz, os
digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
el
de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si
es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si
no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños
del mundo; id a buscarla!...
HIMNO A LOS VOLUNTARIOS DE
LA REPUBLICA
Voluntario de España, miliciano
de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
cuando
marcha a matar con su agonía
mundial, no sé verdaderamente
qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
lloro,
atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al que bien, que venga,
y quiero desgraciarme;
descúbrome
la frente impersonal hasta tocar
el vaso de la sangre, me detengo,
detienen mi tamaño esas famosas caídas de arquitecto
con las que se honra el animal que me honra;
refluyen mis instintos a sus sogas,
humea ante mi tumba la alegría
y, otra vez, sin saber qué hacer, sin nada, déjame,
desde mi piedra en blanco, déjame,
solo,
cuadrumano, más
acá, mucho más lejos,
al no caber entre mis manos tu largo rato extático,
quiebro con tu rapidez de doble filo
mi
pequeñez en traje de grandeza!
Un día diurno, claro, atento, fértil
¡oh bienio, el de los lóbregos semestres suplicantes,
por el que iba la pólvora mordiéndose los codos!
¡oh dura
pena y más duros pedernales!
!oh frenos los tascados por el pueblo!
Un día prendió el pueblo su fósforo cautivo, oró
de cólera
y soberanamente pleno, circular,
cerró su natalicio con manos electivas;
arrastraban candado ya los
déspotas
y en el candado, sus bacterias muertas...
¿Batallas? ¡No! Pasiones. Y pasiones
precedidas
de dolores con rejas de esperanzas,
de dolores de pueblos con esperanzas de hombres!
¡Muerte y pasión
de paz, las populares!
¡Muerte y pasión guerreras entre olivos,
entendámosnos!
Tal en tu aliento cambian de agujas atmosféricas los vientos
y de llave las tumbas en tu pecho,
tu
frontal elevándose a primera potencia de martirio.
El mundo exclama: "¡Cosas de españoles!"
Y es verdad.
Consideremos,
durante una balanza, a quema ropa,
a Calderon, dormido sobre la cola de un anfibio
muerto
o a Cervantes, diciendo: "Mi reino es de este mundo, pero
también del otro": ¡punta y filo en dos papeles!
Contemplemos a Goya, de hinojos y rezando ante un espejo,
a Coll, el paladín en cuyo asalto cartesiano
tuvo un
sudor de nube el paso llano
o a Quevedo, ese abuelo instantáneo de los dinamiteros
o a Cajal, devorado por su pequeño
infinito, o todavía
a Teresa, mujer que muere porque no muere
o a Lina Odena, en pugna en más de un punto con Teresa...
(Todo acto o voz genial viene del pueblo
y va hacia él, de frente o transmitidos
por incesantes briznas, por el
humo rosado
de amargas contraseñas sin fortuna)
Así tu criatura, miliciano, así tu exangüe criatura,
agitada por
una piedra inmóvil,
se sacrifica, apártase,
decae para arriba y por su llama incombustible sube,
sube hasta los
débiles,
distribuyendo españas a los toros,
toros a las palomas...
Proletario que mueres de universo, ¡en
qué frenética armonía
acabará tu grandeza, tu miseria, tu vorágine impelente,
tu violencia metódica, tu caos teórico
y práctico, tu gana
dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a traición,
a tu enemigo!
¡Liberador ceñido de grilletes,
sin
cuyo esfuerzo hasta hoy continuaría sin asas la extensión,
vagarían acéfalos los clavos,
antiguo, lento, colorado,
el día,
nuestros amados cascos, insepultos!
¡Campesino caído con tu verde follaje por el hombre,
con la inflexión
social de tu meñique,
con tu buey que se queda, con tu física,
también con tu palabra atada a un palo
y tu cielo
arrendado
y con la arcilla inserta en tu cansancio
y la que estaba en tu uña, caminando!
¡Constructores
agrícolas,
civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
que vosotros haríais la luz, entornando
con la muerte vuestros ojos;
que, a la caída cruel de vuestras bocas,
vendrá en siete bandejas la abundancia,
todo
en el mundo será de oro súbito
y el oro,
fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre,
y
el oro mismo será entonces de oro!
¡Se amarán todos los hombres
y comerán
tomados de las puntas de vuestros pañuelos tristes
y beberan en nombre
de vuestras gargantas infaustas!
Descansarán
andando al pie de esta carrera,
sollozarán pensando en vuestras órbitas, venturosos
serán y al son
de vuestro
atroz retorno, florecido, innato,
ajustarán mañana sus quehaceres, sus figuras soñadas y cantadas!
¡Unos mismos zapatos irán bien al que
asciende
sin vías a su cuerpo
y al que baja hasta la forma de su alma!
¡Entrelazándose hablarán los mudos, los
tullidos andarán!
¡Verán, ya de regreso, los ciegos
y palpitando escucharán los sordos!
¡Sabrán los ignorantes,
ignorarán los sabios!
¡Serán dados los besos que no pudisteis dar!
¡Sólo la muerte morirá! ¡La hormiga
traerá
pedacitos de pan al elefante encadenado
a su brutal delicadeza; volverán
los niños abortados a nacer perfectos, espaciales
y trabajarán todos los hombres,
engendrarán todos los hombres,
comprenderán todos los hombres!
¡Obrero, salvador, redentor nuestro,
perdónanos, hermano, nuestras deudas!
Como dice un tambor al redoblar, en sus adagios:
qué jamás tan efímero,
tu espalda!
qué siempre tan cambiante, tu perfil!
¡Voluntario italiano, entre cuyos animales
de batalla
un león abisinio va cojeando!
¡Voluntario soviético, marchando a la cabeza de tu pecho universal!
¡Voluntarios
del sur, del norte, del oriente
y tú, el occidental, cerrando el canto fúnebre del alba!
¡Soldado conocido, cuyo nombre
desfila en el sonido de un abrazo!
¡Combatiente que la tierra criara, armándote
de polvo,
calzándote de imanes
positivos,
vigentes tus creencias personales,
distinto de carácter, íntima tu férula,
el cutis inmediato,
andándote
tu idioma por los hombros
y el alma coronada de guijarros!
¡Voluntario fajado de tu zona fría,
templada o tórrida,
héroes a la redonda,
víctima en columna de vencedores:
en España, en Madrid, están llamando
a matar, voluntarios
de la vida!
¡Porque en España matan, otros matan
al niño, a su juguete que se pára,
a la madre Rosenda esplendorosa,
al viejo Adán que hablaba en alta voz con
su caballo
y al perro que dormía en la escalera.
Matan al libro, tiran a sus verbos auxiliares,
a su indefensa
página primera!
Matan el caso exacto de la estatua,
al sabio, a su bastón, a su colega,
al barbero de al lado
-me cortó posiblemente,
pero buen hombre y, luego, infortunado;
al mendigo que ayer cantaba enfrente,
a la enfermera
que hoy pasó llorando,
al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus rodillas...
¡Voluntarios,
por la vida, por los
buenos, matad
a la muerte, matad a los malos!
¡Hacedlo por la libertad de todos,
del explotado, del explotador,
por la paz indolora -la sospecho
cuando duermo al pie de mi frente
y más cuando circulo dando voces-
y hacedlo,
voy diciendo,
por el analfabeto a quien escribo,
por el genio descalzo y su cordero,
por los camaradas caídos,
sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino!
Para que vosotros,
voluntarios de España y del mundo, vinierais,
soñé que era yo bueno, y era para ver
vuestra sangre, voluntarios...
De esto hace mucho pecho, muchas ansias,
muchos camellos en edad de orar.
Marcha hoy de vuestra parte el bien ardiendo,
os siguen con cariño los reptiles de pestaña inmanente
y, a dos pasos, a uno,
la dirección del agua que corre
a ver su límite antes que arda.
TRILCE
Hay un lugar que yo me sé
en este
mundo, nada menos,
adonde nunca llegaremos.
Donde, aún sin nuestro pie
llegase
a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.
Es ese un sitio que se ve
a cada
rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.
Más acá de mí mismo y de
mi par de
yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.
Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento
en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.
El horizonte color té
se muere por
colonizarle
para su gran Cualquieraparte.
Mas el lugar que yo me sé,
en este
mundo, nada menos,
hombreado va con los reversos.
-Cerrad aquella puerta que
está entreabierta
en las entrañas
de ese espejo. -¿Esta? - No; su hermana.
-No se puede cerrar. No se
puede
llegar nunca a aquel sitio
-do van en rama los pestillos.
Tal es el lugar que yo me sé.
I
Quién hace tánta bulla, y ni deja
testar
las islas que van quedando.
Un poco más de consideración
en cuanto
será tarde, temprano
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea
que brinda sin querer,
en
el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóidea
grupada.
Un poco más de consideración,
y el
mantillo líquido, seís de la tarde
DE LOS MAS SOBERBIOS BEMOLES
Y la península párase
por la espalda,
abozaleada, impertérrita
en la línea mortal del equilibrio.
II
Tiempo Tiempo.
Mediodía estancado entre relentes.
Bomba
aburrida del cuartel achica
tiempo tiempo tiempo tiempo.
Era Era.
Gallos cancionan escarbando en vano.
Boca
del claro día que conjuga
era era era era.
Mañana Mañana.
El reposo caliente aun de ser.
Piensa
el presente guárdame para
mañana mañana mañana mañana.
Nombre Nombre.
¿Qué se llama cuanto heriza nos?
Se
llama Lomismo que padece
nombre nombre nombre nombre.
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