EDWIN REYES: FUNDIDOR DE CONCIENCIA
Por Santos Negrón Díaz
Trabajo especial
a ser presentado en el
XXVI Baquinoquio, que se
dedicará al poeta Edwin Reyes
Estoy viviendo. Mi sangre
está fundiendo conciencia.
Juan Ramón Jiménez
Una de las acepciones del verbo fundir es
reducir a una sola dos o más cosas diferentes. Otra es unir intereses, ideas o partidos que antes estaban en pugna.
Postulo que Edwin Reyes-poeta, periodista, cineasta, compositor, promotor
de la cultura y devoto revolucionario-fundió en su intensa vida cosas muy diferentes, múltiples fases de la praxis humana,
todas ellas hilvanadas por su clara inteligencia, su firme sentido de propósito y su inquebrantable tenacidad. De igual modo,
supo unir personas en disputa, con enfoques divergentes en diversos aspectos de la creación poética y cultura en general,
así como en la formación política y en la dimensión espiritual, colocando el peso en los unía más que en lo que los separa,
resaltando el valor intrínseco de la actividad creativa y la importancia de apreciar la cultura puertorriqueña en todas sus
manifestaciones.
A mi juicio, el secreto del éxito artístico
e intelectual de Edwin Reyes en tantas esferas de acción fue su pasión, su sostenido intento ante tantas adversidades, muchas
de la cuales fueron producto de su lucha con sus entrañas, que le llevó a superar cuanto obstáculo le salió al paso-la penuria
económica, la enfermedad, incomprensión, el desanimo de nuestro ambiente cultural-para desarrollar su ingente labor artística,
su incesante labor periodística y su
Vasta
dar una hojeada a sus aportaciones en diversos campos para darnos cuenta de la vastedad de su espíritu: sus poemarios de gran
intensidad lírica, donde refleja en algunos su atormentada batalla existencial y en otros su profundo respeto por la
gesta nacionalista; sus crónicas periodísticas, verdaderos piezas de análisis en las cuales da muestra de su intensa
pasión política, de su atinada conciencia social; sus impresionantes aportaciones al cine, en los cuales traslada sus avatares
de poeta a un medio distinto y hace vibrar las figuras de Luis Palés Matos, Rafael Tufiño y Rafael Hernández, desde ángulos
que no habían pensados por los críticos de la cultura; su sorprendente aportación al mundo de la música, que incluye varias
composiciones de gran mérito y sutileza ; y su labor como promotor y defensor de la cultura puertorriqueña que va desde su
participación en la fundación y desarrollo de la revista Guajana, a principios de la década de los 1960 hasta sus valiosa
contribución al desarrollo de actividades culturales en la Ciudad de San Juan, sin olvidar su papel en los trabajos de Comité
Pro Defensa de la Cultura Puertorriqueña a principios de la década de los 1980.
En el plano personal, tuve el privilegio de conocer a Edwin Reyes a principios de la década de
los 1960, en el Recinto de Río Piedras, de la Universidad de Puerto Rico. Formábamos parte de un ambiente académico rico,
variado, fluido, donde nuestro entusiasmo vital, primeros encuentros con la cultura humanística y amor por la poesía española
tuvieron un entronque común: la poderosa influencia de la poeta Marina Arzola. Ella, que apenas era un poco mayor que nosotros,
nos irradió su amor por la literatura, fue nuestra maestra y guía y dejó en nosotros una huella imborrable.
Por varias décadas, en encuentros mayormente casuales ya sea en los cafés
de Río Piedras o en La Bombonera, en el Viejo San Juan, tuve largas conversaciones con el poeta. Recordábamos las lecturas
comunes de antaño-Juan Ramón Jiménez, Pablo Neruda, César Vallejo-, revivíamos nuestros diálogos con Marina, hablamos de la
situación de la lucha independentista, analizamos el mérito y alcance de la poesía de don Juan Antonio Corretjer, él me describía
sus proyectos literarios y cinematográficos. Específicamente recuerdo que uno de esos encuentros sobre un documental cuyas
líneas básicas ya tenía en mente. No me acuerdo del tema, pero sí de la vehemencia y claridad con el me describió aquel producto
de su imaginación. En fin, hablar con Edwin Reyes era una verdadera fiesta del intelecto para mí y para cualquiera que se
topara con su dinámico, irrefrenable lujo vital.
De
paso, en uno de los encuentros, Edwin me sugirió que escribiera un ensayo para ser presentado en luna actividad internacional
auspiciada por el Municipio de San Juan. El tema lo propuso el propio poeta: Formas de promover el apoyo económico a la gestión
cultural.
Redacté el borrador, lo discutí a fondo
con Edwin, incorporé sus sugerencias y lo presente con gran entusiasmo en la señalada actividad. Desde entonces el trabajo
se ha convertido en una lectura necesaria para entender los perfiles del asunto planteado en el contexto de Puerto Rico. Mi
hija menor, Carla Rosario, que es pintora y artística gráfica, se ha encargado de darle copia de ese trabajo a cuanta persona
conoce en el mundo de arte. Siempre le digo lo mismo: recuerda indicarles que le dediqué el trabajo a Edwin desde su primera
versión, no sólo porque él me indujo a escribirlo sino porque me dio algunas de las ideas claves que se discuten en el mismo.
No hay duda, la grandeza de Edwin Reyes está en su vida y en su obra.
Delante de los estudiosos de la cultura puertorriqueña está la tarea de estudiar la trayectoria vital de este gran puertorriqueño
y la magnitud y profundidad de sus aportaciones a tantas dimensiones de nuestro quehacer cultural.
Delante de los que fuimos sus amigos está el deber y la obligación
de recordarlo con cariño y admiración, de exaltar su gran sentido de la amistad, su increíble capacidad para mover hacia al
pensamiento y hacia la acción lo mejor de nosotros, lo cual hizo con intensidad patriótica, con sentido de urgencia por la
gravedad del problema político de nuestro pueblo, pero siempre con
elegancia, visión artística y respeto a la libertad.
Edwin Reyes cumplió con el ideal juanramoniano:
vivió con intensidad y fundió conciencia.