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Enhiesto surtidor de sombra y sueño que
acongojas el cielo con tu lanza. Chorro que a las estrellas casi alcanza devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil
de soledad, prodigio isleño, flecha
de fe, saeta de esperanza. Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza, peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando
te vi señero, dulce, firme, qué ansiedades sentí de diluirme y ascender como tú, vuelto
en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos, ejemplo de delirios verticales, mudo
ciprés en el fervor de Silos.
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