Edwin Reyes promotor y protagonista de la cultura
Por Nilda
López
Cineasta,
compositor, periodista, publicista, patriota y poeta de cimera envergadura. Fue, sin embargo, en estas dos últimas facetas
donde volcó con mayor intensidad su pasión.
Nació en
tierra bendita, tierra de poetas —el montañoso pueblo de Ciales— el 4 de julio de 1944. Hijo de Emilio Reyes,
agricultor y Cristina Berríos, ama de casa, dos puertorriqueños de pura cepa y portadores de una privilegiada genética que
se resaltó poderosamente en los cuatro hijos que procrearon: Myriam, Héctor, Anabel y Edwin, todos poseedores de una preclara
inteligencia.
Edwin,
además, heredaría por vía materna una inspiración especial para la poesía de su tío Zacarías quien escribía poemas y cantaba.
Estas corrientes junto al bellísimo entorno del paisaje cialeño, especialmente un cerro cercano a su casa, su amado cerro
Baldío, estimularon al poeta a escribir sus primeros poemas estando en tercer grado de escuela elemental. Nuestro poeta continuó
su trayectoria poética a lo largo de sus años como estudiante, estimulado por su maestra de quinto grado, Lucy Vázquez, a
la vez que se destacaba por su excelencia académica y su liderato —convirtiéndose en presidente de su clase graduanda—.
Sus primeros poemas fueron publicados en el periódico Escuela que publicaba el entonces Departamento de Instrucción.
Fue sin
embargo en la Universidad de Puerto Rico, donde tanto él como su hermana Anabel desarrollarían su inclinación política independentista,
con la más firme pasión y compromiso. Pasión y compromiso con la Patria que los acompañaría toda su vida, y que Edwin desbordaría
en sus creaciones artísticas y Anabel en múltiples servicios a su Pueblo, como trabajadora social.
Desde sus
años universitarios hasta el final de su vida, Edwin emprendió un proceso de creación prolífica y desbordante en todas las
disciplinas que cultivó. Publicó cuatro poemarios: Crónica del vértigo (1977),
Son cimarrón para Adolfina Villanueva (1985), Balada del hombre huérfano inspirada
en la pérdida de su padre; El Arpa imaginaria. Grabó, además, junto al poeta cialeño
Juan Antonio Corretjer un disco de poesía titulado Ciales en dos tiempos. Fue
miembro fundador y fundamental de una de las revistas más importantes de la historia literaria puertorriqueña, Guajana, en
la que colaboró por treinta años, junto a otros grandes poetas puertorriqueños de la Generación del 60. Este trabajo fue recogido
entre otras antologías de la poesía puertorriqueña que publicó, en Guajana: tres décadas
de poesía.
Edwin fue
un inspirado compositor —una faceta creativa que pocos conocen—. Compuso temas de gran belleza como la danza Isabel y las canciones Marina, Podría ser, Canción del hombre preciso, y El Aguinaldo Mayor; entre muchos otras.
Como cineasta
produjo valiosos documentales como: Palés: reseña de una vida útil; Tufiño, una vida para el arte; Adombe: la presencia africana en Puerto
Rico; Rafael Hernández, jibarito del mundo; Teatro Tapia: prodigio de un espacio venerable, producido por el Municipio de San Juan y el largometraje Punto final: Como Tito Mangual aprendió a bregar. Como publicista realizó un trabajo extraordinariamente creativo
donde sobresalió en forma especial el diseño y producción de la campaña antianexionista El gobierno araña que todo lo daña
en 1980. En ese mismo año, como activista cultural, organizó el Comité Pro Defensa de la Cultura junto a varios artistas y
figuras del mundo cultural e intelectual de Puerto Rico.
Como periodista
fue el fundador de la sección cultural del periódico Claridad, mientras se desempeñaba como encargado de Asuntos Culturales
del Partido Socialista Puertorriqueño. Por muchos años fue columnista de Claridad, El Reportero, El Mundo y la revista Puerto
Rico Ilustrado. Mucha de su valiosa obra se encuentra dispersa en escritos, reportajes, reseñas y proyectos que no fueron
publicados. Cuando partió, se encontraba comenzando un largometraje sobre el Maestro, Pedro Albizu Campos; el cual quedó inconcluso
junto a otros proyectos, entre ellos, la novela El arpa en la creciente. Dejó
inédita también una Elegía a los héroes nacionalistas.
Como patriota
su trabajo fue inmensurable, a la lucha por la independencia de la Patria le dedicó la vida entera. Hasta el último aliento,
que lo sorprendió en enero de 2001, luego de una corta pero intensa batalla por su vida junto a los amigos Marisa Rosado,
Brunilda García, su hermana Anabel, Vicente Rodríguez Nietzche, esta servidora y su inseparable compañera de entonces, Ivonne
Belén.
Un enero
de 2001 partió el Poeta, el militante de la ternura, de la Patria, a la que defendió aun a riesgo de su vida y de su libertad
en ocasiones, en silencio, sin esperar reconocimiento alguno, como se realizan las obras grandes.
Para siempre
quedará, sin embargo, una inmensa obra cultural, patriótica y periodística que pertenece a todo un Pueblo y las futuras generaciones
y que, como patrimonio de la Patria, requiere con urgencia ser recopilada y conservada para estudio y referencia.
La huella
de su legado fue apreciada por numerosas figuras intelectuales y políticas como el poeta, dramaturgo y catedrático Rafael
Acevedo quien le describió como – “Poeta, periodista, publicista, cineasta, fue además uno de los que podría llamarse
con justicia un verdadero trabajador de la cultura. Esa fue su inversión mayor en la vida. Promotor y protagonista”.
La Dra.
Mercedes López Baralt, amiga entrañable de Edwin describió su obra poética como “una nueva rama que le ha crecido al
árbol de la elegía hispánica, frondosa de las coplas de Jorge Manrique, del Llanto por Ignacio, de Federico García Lorca,
de la Elegía por Ramón Sijé, de Miguel Hernández”.
El Profesor
Arcadio Díaz Quiñones, en el prólogo que escribió para su obra Crónica del vértigo expresó: “La guerra de clases y la
guerra política es lo más obvio de esta recopilación pero hay otra guerra personal, soterrada, que constituye una veta-quizás
la más profunda de estos textos.”
Edwin perteneció
a ese grupo de seres luminosos que al decir de Gibrán “se mueven entre nosotros pero no son de nosotros”, para
mí, seres que vienen a hermosear el mundo, a dejar una estela de luz que nos indica la ruta hacia dimensiones superiores de
vida. Perteneció además, a ese grupo de seres humanos que han aportado todas las creaciones – que brotaron directamente
de sus almas como armas- para levantar o apuntalar una muralla de resistencia desde la cual hemos defendido y continuaremos
defendiendo, por los siglos de los siglos nuestra cultura e identidad puertorriqueña, afrocaribeña y latinoamericana.
A su muerte,
un 1ro de enero de 2001, las cenizas de Edwin fueron derramadas en su río Toro Negro de Ciales, que lo inspiró de niño.