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Dr.Gerardo Navas: "Collateral Damage"

Lectura aconsejable.

 

“Collateral damage”

por Gerardo A. Navas Dávila

 

El Nuevo Día

viernes, 29 de mayo de 2015

Recientemente, Jack Lew, secretario del Tesoro federal, regañó a los del patio, reclamándoles la pronta solución de la crisis fiscal. El regaño me recordó la frase del tío Pepe: “Por poco me mata y me echa la culpa”. En verdad, el origen de la crisis fiscal es el Gobierno, pero no el nuestro, o principalmente el nuestro, sino el americano, pues tomó decisiones dirigidas a satisfacer las necesidades insoslayables de su economía de mercado, para evitar su colapso e inducir su reproducción, sin percatarse o sin importarles que aquellas decisiones, enfocadas en su particular finalidad, ocasionaban “daños colaterales”, “casualties” en otros y, ahora, reclaman que lo resolvamos a costilla nuestra. ¡Habráse visto!

¿Cuál es esa necesidad de la economía y cuáles han sido las decisiones del “americano” para salvarla? Desde siempre, la lógica de la economía de mercado (encapsulada en el discurso de la competitividad) ha compelido a sustituir el trabajo por la tecnología. Si se desplaza el trabajo y la economía no crece suficiente para reincorporar a la población desplazada, crecerá el desempleo y la pobreza, el fisco extraerá más recursos de menos gente, habrá protestas, cundirá el pánico, el capital quedará ocioso, devaluado e intranquilo. Vendrá el desplome y la represión.

Para evitarlo, la demanda agregada tiene que crecer a tasas mayores a las que se desplaza el trabajo. No basta mantener la producción, sino que es necesario crecer y crecer más por los siglos de los siglos para lograr la reproducción del sistema y la escurridiza estabilidad.

Concretamente: terminada la reconstrucción de Europa, devastada por la guerra, Estados Unidos gestionó la eliminación de las barreras arancelaria internacionales agresivamente (“Kennedy Round Table”). Sin quererlo, o sin importarles, se eliminaba en Puerto Rico la protección del mercado americano. Aquí comenzó el “collateral damage”, luego del efímero interludio de nuestra historia económica y colonial.

Siguieron iniciativas con similar finalidad y daños: Nixon soltó el dólar, desvinculándole de las reservas de oro; Reagan desreglamentó la economía y Clinton, el sistema financiero. Desreglamentado, y sin límites, el capital financiero, además de financiar la demanda, sirvió a su propia finalidad: se financió lo “infinanciable”, se crearon las burbujas, el capital industrial se mudó a la especulación inmobiliaria y se endeudó a media humanidad, incluyendo a Puerto Rico.

En el proceso, la riqueza se reconcentró en los estratos más altos de cada región y en las regiones más adelantadas de un mismo mercado, agravando el problema de la demanda insuficiente. El desbalance respecto a China, y la obligación internacional de eliminar agujeros impositivos, condujeron a la supresión de la sección 936. De lo que son responsables Carlos Romero Barceló y Pedro Rosselló no es de la eliminación de las 936, el hecho delictivo,sino sólo de su intención, el “mens rea” (mente culpable) de hombres ilusos.

Primero, Estados Unidos eliminó, por propia necesidad del mercado, las condiciones que permitieron el crecimiento de la economía de Puerto Rico entre 1948 y 1970. Segundo, sin crecimiento, el gobierno de Puerto Rico tomó prestado de quien quería prestar, para estimular la construcción y la infraestructura básica o institucional, cuyos efectos en la economía son temporeros o contingentes y rezagados. Perpetuado el estancamiento, se tomó prestado, para financiar el gasto público, se endeudó el Gobierno y el País, se agotó la capacidad de pago, el que prestaba ya no quiere prestar, y se precipitó la crisis.

Los disidentes, intra-partido y extra-partido, en lugar de asumir la oposición perfeccionista a las solución que plantea el Gobierno para atender lo inmediato de la crisis, deberían asumir una posición conciliadora, no a cambio de importantes minucias, sino de que el Gobierno y los mismos disidentes asuman la posición requerida a la altura de los tiempos: reclamar al Gobierno americano, al unísono que asuma la responsabilidad por el daño colateral que han ocasionado que devuelvan lo que han extraído durante los últimos cuarenta años, que es mucho más de lo que nos han devuelto.



Admirable síntesis.