La soledad y los estudios
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Dylan Thomas: Poesías Completas (En español)

Excelente traducción al español de la vasta y compleja poesía de Dylan Thomas.

PRÓLOGO DEL AUTOR

Este día que hoy devana ante Dios
el fin del verano apresurado
en el torrente del sol color salmón,
en mi casa que los mares sacuden
sobre un despeñadero
enredada entre fruta y gorjeos,
espuma, flauta, aleta y pluma,
ante la pezuña danzarina de un bosque
junto a las arenas espumosas con estrellas marinas
cruzadas por vendedoras de pescado
por flautistas y velas, coquillas y gaviotas,
y afuera el cuervo negro,
hombres con avíos de nubes
que se hincan ante los nidos del crepúsculo,
muchachos que tajean a los gansos
cercanos en el cielo,
y garzas, caracolas
que hablan los siete mares,
aguas eternas, lejos de las ciudades
con noches de nueve días
cuyas torres se enredaran
en el viento piadoso
como estacas de paja alta y seca,
ante la pobre paz yo canto
para vosotros, extranjeros,
(aunque la canción sea un acto
encrespado y ardiente,
con el fuego de los pájaros
en el bosque giratorio del mundo
por mis sonidos salpicados y dispersos
fuera de estas hojas con pulgares de mar
que han de echarse a volar para caer
como las hojas de los árboles, tan pronto
como se desmoronen sin morirse,
al entrar en la noche sofocante.
Guardián del mar, el salmón sorbe los deslices del sol
y los cisnes mudos amoratan
mi penumbra que roció la bahía mientras yo acuchillo
a este alboroto de las formas,
para que sepas tú como yo, un hombre giratorio
reverencio también a la estrella y al pájaro estruendoso,
al mar nacido y al hombre desgarrado y a la sangre bendita.
Oye: en este sitio soplo la trompeta
desde el pez hasta el cerro saltarín.
Mira: construyo mi barca que desciende
hasta lo mas alto de mi amor
cuando el diluvio empieza
fuera del manantial del miedo, de la candente ira del hombre que está vivo,
fluido y montañoso brota
sobre las granjas vacías blanco-oveja
que duermen heridas por el sueño
hacia Gales en mis brazos.
¡Oh, guárdate en un castillo
tu, rey de las tonadas de los búhos,
que iluminas de luna las carreras aladas
y zambulles al ciervo muerto
envuelto en pieles de cañada!
¡Hola, en armaduras plúmbeas
oh mi anillada paloma torcaz
en la ululante oscuridad cercana
con la corneja reverente de Gales,
arrulla la alabanza de los bosques
la que aluna sus notas azules desde el nido
hasta la grey de pájaros acuáticos!
¡Alto, cofradía festiva,
ágape, con el pesar en vuestros picos
sobre los cabos parloteantes!
¡Ay a caballo del cerro
la veloz liebre macho!
que oye en esta luz de zorro
el estruendo del diluvio en mi barca
mientras rompo y destruyo
(un choque de yunques
para mi alboroto y mi violín
esta tonada sobre un hongo esponjoso)
todo menos los animales gruesos como ladrones
sobre las rudas y confusas tierras del Señor
(¡Salud a la raza de Sus bestias!)
¡las bestias que duermen flacas y bondadosas,
chito, en los bosques que abultan como cerdos!
¡Cloquean las huecas granjas de las parvas
y se aferran al tropel de las aguas!
Oh, el reino de vecinos aleteante
caído y desplumado, destella en mi barca remendada
y la luz de la luna se bebió a Noé en la bahía
con pellejo y escamas y vellones;
solo las ahogadas campanas profundas
de ovejas y de iglesias
resuenan por la pobre paz cuando el sol cae
y las tinieblas cubren todos los campos benditos.
¡Cabalgaremos solitarios y entonces
bajo las estrellas de Gales
han de llorar multitudes de barcas!
A través de las tierras con párpados acuáticos,
guarecidas con sus amores
ellas irán de una colina a otra
como boscosas islas.
¡Hola, mi paloma de proa con su flauta!
¡Salve, viejo zorro con tus patas de mar,
picaflor y jilguero!
Mi barca canta al sol
al final del verano por Dios apresurado
y el diluvio comienza a florecer.

 

VEO A LOS MUCHACHOS DEL VERANO

I

Veo a los muchachos del verano en su ruina
convertir en eriales los dorados rastrojos,
desdeñar las cosechas y congelar los suelos;
y allí, en su ardor, el invernal diluvio
de amores escarchados, persiguen a las niñas,
y echan en sus mareas los sacos de manzanas.

Los muchachos de luz en su locura, coagulan lo que tocan,
agrian la miel hirviente;
hurguetean los muñecos de escarcha en las colmenas;
allí en el sol, frígidas hebras
de oscuridad y duda, ellos nutren sus nervios
y el signo de la luna, nada es en sus vacíos.

Veo a los muchachos del verano en el vientre materno
rasgar hacia la luz la atmósfera del útero,
dividir noche y día con pulgares de duende;
allí, desde lo hondo, con sombras seccionadas
de sol y luna ellos pintan sus dársenas
mientras les pinta el sol los cascos de la frente.

Sé que de estos muchachos han de surgir hombres de nada
hechos por la transformación de las semillas,
o han de lisiar el aire saltando de sus llamas,
desde sus corazones, cuando el pulso candente
del amor y la luz estalle en sus gargantas.
Oh, ved el pulso del verano en el hielo.

II

Pero las estaciones deben ser desafiadas o se tambalearán
en algún cuarto de hora repicante
donde, como una puntual muerte hacemos tintinear las estrellas;
esa noche en que el invierno soñoliento
les tira de la negra lengua a las campanas
y no se atreven a chistar siquiera
los vientos de la luna y de la medianoche.

Somos los oscuros negadores, exorcicemos a la muerte
en la mujer colmada de verano,
arrojemos la vida musculosa de los amantes que se crispan,
y de los muertos limpios que hace fluir el mar
echemos al gusano de ojos brillantes en la linterna de Davy,
y del vientre preñado quitemos el muñeco de paja.

Nosotros, muchachos del verano en esta red de cuatro vientos,
verdes por el hierro de las algas,
levantemos al bullicioso mar y arrojemos sus pájaros,
alcemos la bola del mundo llena de olas y espuma
para ahogar los desiertos con sus mareas
y trenzar los jardines del condado.

En primavera ornamentamos nuestra frente.
Vivan las bayas y la sangre,
y crucificamos a los alegres señores en los árboles;
Aquí el húmedo músculo del amor se aja y muere,
aquí estalla un beso en una cantera sin amor,
Oh ved en los muchachos los polos de la promesa.

III

Yo os veo, muchachos del verano, en vuestra ruina.
El hombre en el desierto de su larva.
Y los muchachos son plenos y ajenos en la bolsa.
Soy el hombre que vuestro padre fue.
Somos hijos del pedernal y de la brea.
Oh, ved cómo se besan los polos que se cruzan.


CUANDO DE PRONTO LOS CERROJOS DEL CREPÚSCULO

Cuando de pronto los cerrojos del crepúsculo
ya no encerraron el largo gusano de mi dedo
ni maldijeron al mar enroscado en mi puño,
la boca del tiempo sorbió como una esponja
el ácido lechoso en cada gozne
y se tragó los líquidos del pecho hasta secarlo.

Cuando el mar de galaxia fue sorbido
y liberado todo el lecho seco del mar,
envié a mi criatura para explorar el globo,
el mismo globo de pelos y osamenta
que cosido a mí mismo por mi mente y mis nervios,
mi frasco de materia ligara a su costilla.

Mis fusibles calcularon el tiempo para impulsar su corazón,
él estalló, hecho polvo, hacia la luz
y celebró con el sol un pequeño sabático,
pero cuando los astros asumiendo su forma
dibujaron las briznas del sueño en sus ojos,
ahogó dentro de un sueño las magias de su padre.

Todo surgió armado de la tumba
el cáncer pelirrojo, vivo aún,
los ojos velados de cataratas con sus turbios tejidos;
algunos muertos deshicieron sus quijadas tupidas,
y hubo bolsas de sangre que soltaron sus moscas;
él supo de memoria el sendero de cruces funerarias.

El sueño navega las mareas del tiempo;
el áspero sargazo de la tumba
entrega a sus muertos en este mar tan laborioso;
y el sueño mudo rueda por los lechos
donde las sombras comen el alimento de los peces
y a través de las flores, emergen hacia el cielo.

Cuando de pronto giraron las tuercas del crepúsculo,
y la leche materna fue dura como arena,
envié a mi propio embajador hacia la luz;
por truco o por azar él se durmió
y por arte de magia se armó de una osamenta
para robarme los fluidos en su corazón.

Despierta, mi durmiente, hacia el sol,
trabajador en la mañana pueblerina
y deja a este soñoliento en el sitio en que yace;
han caído los cercos de la luz,
sólo quedan en pie los jinetes más diestros,
y hay mundos que cuelgan de los árboles.

UN CAMBIO EN LOS CLIMAS DEL CORAZÓN

Un cambio en los climas del corazón
vuelve seco lo húmedo, la bala de oro estalla
sobre la tumba helada.
Un clima en la comarca de las venas
cambia la noche en día; la sangre entre sus soles
ilumina al viviente gusano.

Un cambio en el ojo advierte a tiempo
la ceguera hasta el hueso; y el útero incorpora
una muerte mientras surge la vida.

Una sombra en el clima del ojo
es a medias su luz; el mar sondeado irrumpe
sobre una tierra sin arpones.
La semilla que del lomo hace una selva
divide en dos su fruto; y la mitad se escurre
lenta en un viento dormido.

Un clima en la carne y el hueso
es seca y húmeda; el viviente y el muerto
se mueven como espectros ante el ojo.

Un cambio en el clima del mundo
vuelve espectro al espectro; y cada niño dentro su madre
se repliega en su doble de sombra.
Un cambio echa la luna dentro del sol,
tira de las ajadas cortinas de la piel;
y el corazón entrega a sus muertos.

ANTES QUE LLAMARA

Antes que llamara y la carne me abriese,
que mis líquidas manos golpearan en el vientre,
yo, que era entonces informe como el agua
que formaba el Jordán junto a mi casa
era hermano de la hija de Mnetha
y hermana del gusano que gestaba la vida.

Yo que era sordo ante la primavera y el verano,
que no sabía los nombres de la luna y el sol,
ya sentía el latido bajo la armadura de mi carne,
aunque existía sólo en forma de infusorio,
veía las plomizas estrellas, el martillo lluvioso
que mi padre balanceaba en su cúpula.

Conocía el mensaje del invierno,
los dardos del granizo y la nieve pueril
y el viento era mi hermana pretendiente;
en mí saltaba el viento, el rocío infernal;
y mis venas fluían con los climas de oriente;
antes que me engendraran supe el día y la noche.

Antes que me engendraran ya por cierto sufría;
el potro de tortura de los sueños
enroscaba mi osamenta de lirio
en una cifra viva,
la carne era cortada para cruzar los bordes
de las horcas en cruces sobre el hígado
y las zarzas de los cerebros estrujados.

Mi garganta conocía la sed antes de la estructura
de vena y piel alrededor del pozo
donde palabras y agua se entremezclan
sin pausa alguna, hasta pudrir la sangre,
mi corazón conocía el amor, mi vientre el hambre;
al gusano yo olía entre mis propias heces.

Después el tiempo envió a mi mortal criatura
a derivar o ahogarse en los océanos
habituados a la aventura de la sal
en las mareas que jamás tocan las orillas.
Yo que era rico, me hice más rico aún
sorbiendo poco a poco el vino de los días.

Nacido del espectro y la carne, no era espectro
ni hombre, sino espectro mortal.
Y luego me abatió la pluma de la muerte.
Fui mortal hasta el último suspiro prolongado
que llevó hacia mi padre
el mensaje de su agónico cristo.

Tú que te inclinas en la cruz y el altar
acuérdate de mí y apiádate de Aquel
que mi carne y mi sangre tomó por armadura
y llegó a traicionar el vientre de mi madre.


 

 

 

LA FUERZA QUE POR EL VERDE TALLO IMPULSA A LA FLOR

La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor
impulsa mis verdes años; la que marchita la raíz del árbol
es la que me destruye.
Y yo estoy mudo para decirle a la encorvada rosa
que la misma fiebre invernal dobla mi juventud.

La fuerza que impulsa el agua entre las rocas
impulsa mi roja sangre; la que seca los arroyos parlantes
vuelve cera los míos.
Y yo estoy mudo para contarle a mis venas
cómo la misma boca bebe del manantial de la montaña.

La mano que arremolina el agua del estanque
remueve las arenas; la que amarra las ráfagas del viento
iza mi vela de sudario.
Y yo estoy mudo para decirle al ahorcado
que el barro del verdugo está hecho de mi arcilla.

Los labios del tiempo sorben del manantial;
el amor gotea y se acumula, mas la sangre vertida
calmará sus pesares.
Y yo estoy mudo para decirle al viento en la intemperie
cómo ha trazado el tiempo un cielo entre los astros.

Y yo estoy mudo para decirle a la tumba de la amada
que en mi sábana avanza encorvado el mismo gusano.


 

 

 

 

 

MI HÉROE DESNUDA SUS NERVIOS


Mi héroe desnuda sus nervios a lo largo de mi cintura
que rige de la cintura hasta los hombros,
desenvuelve la cabeza que, como un fantasma soñoliento,
se apoya en mi mortal regidor,
el espinazo altivo que desprecia los giros y torsiones.

Y estos pobres nervios tan atados al cráneo
duelen sobre el papel abandonado por su amante
yo me abrazo al amor con mi garabateo revoltoso
que gime todo el hambre de amor
y le cuenta a la página su vacío infortunio.

Mi héroe desnuda mi costado y ve a su corazón
que marcha como Venus desnuda
por la playa de carne y enrosca su ensangrentado pliegue;
al despojar mis lomos de promesas
promete cierto calor secreto.

Él sostiene los cables de esta caja de nervios
alabando el error mortal
del nacimiento y de la muerte, esas dos tristes sotas de ladrones.
y el hambre es emperador;
tira él de la cadena, la cisterna se agita.

DONDE UNA VEZ LAS AGUAS DE TU ROSTRO

Donde una vez las aguas de tu rostro
giraron impulsadas por mis hélices, sopla tu áspero fantasma,
los muertos alzan la mirada;
donde un día asomaron el pelo los tritones
a través de tu hielo, el viento áspero navega
por la sal, la raíz, las huevas de los peces.

Donde una vez tus verdes nudos hundieron su atadura
en el cordón de la marea, allí camina ahora
el vegetal destejedor,
con tijeras filosas, empuñando el cuchillo
para cortar los canales en su origen
y derribar los frutos empapados.

Invisibles, tus mareas medidoras del tiempo
irrumpen en las camas galantes de las algas;
el alga del amor se vuelve mustia;
allí en torno a tus piedras
sombras de niños van, que desde su vacío
lloran ante el mar colmado de delfines.

Secos como la tumba, tus coloreados párpados
no serán aherrojados mientras la magia se deslice
sabia sobre el cielo y la tierra;
habrá corales en tus lechos,
habrá serpientes en tus mareas,
hasta que mueran todos nuestros juramentos del mar.

SI ME HICIERA COSQUILLAS EL ROCE DEL AMOR

Si me hiciera cosquillas el roce del amor
si una niña tramposa me robara a su lado
y horadase sus pajas rompiendo mi vendado corazón,
si ese rojo escozor pudiera dar a luz
la risa en mis pulmones como pare el ganado,
no temería yo a la manzana ni al diluvio
ni a la sangre maligna de la primavera.

¿Qué será, macho o hembra? se preguntan las células
y como un fuego arrojan desde la carne la ciruela.
Si me hiciera cosquillas la cabellera incubadora,
el hueso alado que crece en los talones,
la comezón del hombre sobre el muslo del niño,
no temería al hacha ni a las horcas
ni a la varas cruzadas de la guerra.

¿Qué será, macho o hembra? se preguntan los dedos
que llenan las paredes de niñas inmaduras
con sus hombres dibujados a tiza.
Si me hiciera cosquillas la avidez del granuja
que insufla su calor al nervio en carne viva
no temería al diablo sobre el lomo
ni a la tumba veraz.

Si me hiciera cosquillas el roce de los amantes
que no borra ni las patas de gallo ni la risa sin dientes
sobre magras quijadas en la vejez enferma,
el tiempo y las ladillas y el burdel de amoríos
me dejaría frío como manteca para moscas,
las espumas del mar bien podrían ahogarme
cuando rompen y mueren al pie de los amantes.

La mitad de este mundo es del demonio, la otra mitad es mía,
bobo por esa droga fumada en una niña
y enredado en el brote que bifurca su ojo.
La tibia del anciano y mi hueso tienen la misma médula
y todos los arenques huelen dentro del mar,
yo me siento y contemplo bajo mi uña al gusano
que corroe lo vivo.

Y éste es el roce, único roce que hormiguea.
El mono contrahecho que se hamaca a lo largo de su sexo
desde las húmedas tinieblas del amor y el tirón de la nodriza
no puede hacer surgir la medianoche de una risa entredientes,
ni del momento en que encuentra una belleza entre los pechos
de la amante, la madre, los amantes o toda su estatura
en la punzante oscuridad.

¿Y qué es el roce? ¿La pluma de la muerte sobre el nervio?
¿es tu boca, amor mío? ¿El abrojo en el beso?
¿Mi payaso de Cristo nacido sobre el árbol entre espinas?
Las palabras de la muerte son más secas aún que su mismo cadáver
y mis heridas llenas de palabras tienen las huellas de tu pelo.
Me haría cosquillas el roce del amor, pues bien:
hombre, sé mi metáfora.

NUESTROS SUEÑOS DE EUNUCO
I

Nuestros sueños de eunuco, sin semillas en la luz,
de luz y amor, los vaivenes del corazón,
castigan los miembros de sus hijos,
y amortajados su manto y su sábana,
acicalan a las novias oscuras, las viudas de la noche
presas entre sus brazos.

Las sombras de las niñas, con sudarios fragantes,
cuando se esconde el sol se apartan del gusano,
de los huesos del hombre, quebrados en sus lechos,
por nocturnas roldanas que vacían la tumba.

II

En ésta, nuestra época, el bandido y su hembra
fantasmas de una sola dimensión se aman sobre un carrete,
ajeno a la verdad de nuestros ojos,
y dicen engreídos sus naderías de media noche entre poses banales;
cuando paran las cámaras corren a su agujero
bajo el jardín del día.

Bailan entre nuestra calavera y sus linternas
imponen sus imágenes y echan fuera las noches;
miramos esa función de sombras que se besan o matan,
con fragancia de celuloide la mentira es amor.

III

¿Cuál es el mundo? ¿Cuál de nuestros dos modos de dormir
despertará cuando el bálsamo y su sarna
levanten esta tierra de ojos rojos?
Desatará las formas del día y sus aprestos,
los señores soleados, los ricachos galenses,
o impulsará a quienes se atavían en la noche.

La fotografía hizo sus bodas con el ojo,
y clavó en su pareja cáscaras fragmentarias de verdad;
el sueño ha sorbido desde su fe al durmiente
pues los amortajados se tornan médula en su vuelo.

IV

Este es el mundo: la engañosa semejanza
de nuestras trizas de materia que caen como harapos
desde los ademanes del amor y el rechazo;
el sueño que echa a los enterrados de su bolsa
venera a estos despojos tanto como a los vivos.
Este es el mundo. Tened fe.

Porque seremos como el gallo que grita
dispersando a los muertos; golpearán nuestras balas
la imagen de las planchas;
y dignos compañeros seremos de por vida,
y aquél que permanezca florecerá mientras ellos se aman,
gloria a nuestros errantes corazones.


 

 

 

 

SOBRE TODO CUANDO EL VIENTO DE OCTUBRE




Sobre todo cuando el viento de octubre
el pelo me castiga con sus dedos de escarcha,
preso en el sol exasperante, marcho ardiendo
y tiro hacia la tierra un cangrejo de sombra,
a la orilla del mar, cuando oigo el alboroto de los pájaros
y oigo la tos del cuervo en los bastones del invierno,
mi atareado corazón que mientras habla tiembla
vierte el silabeo de su sangre y agota sus palabras.

Encerrado también en una torre de palabras
trazo en el horizonte que anda como los árboles
las siluetas verbales de mujeres, y las filas de niños
con sus gestos de estrella sobre el parque.
Algunas me permiten crearte de las hayas colmadas de vocales,
otras de las voces del roble, o desde las raíces
de múltiples comarcas espinosas te cuentan sus memorias,
otras me permiten crearte con los sermones de las aguas.

Tras un tiesto de helechos, el reloj oscilante
pronuncia la palabra de la hora, el sentido del nervio,
vuela sobre el disco imantado, declama la mañana
y cuenta al huracán en la veleta.
Algunas me permiten crearte con los signos del prado;
la hierba señalera que me relata todo lo que sé
traspasa el ojo con el invierno lleno de gusanos.
Algunas me permiten contarte los pecados del cuervo.

Sobre todo cuando el viento de octubre
(algunas me permiten crearte de hechizos otoñales
la de lenguas de araña y la colina resonante de Gales)
castiga a la tierra con puños como nabos
algunas me permiten hacerte de las palabras sin corazón.
El corazón quedó agotado, balbuceando en los remolinos
de la química sangre, advertido de la furia que avanza.
A la orilla del mar oye a los pájaros sombreados de vocales.

CUANDO, COMO UNA TUMBA VELOZ

Cuando el tiempo te alcance, como una tumba veloz,
cuando tu calma y tu ternura sean una guadaña de cabellos
cuando el amor en su atavío se demore por la casa,
al subir por desnudas escaleras, paloma en coche fúnebre,
remolcada hacia el techo.

Cuando llegue el momento, como un sastre de acechantes tijeras,
entregadme que, tímido en mi tribu,
me hallo más desnudo de amor que la trampa del Cadáver
despojado de la lengua del zorro, su metro calibrado
a medida del hueso,

entregadme, maestros míos, cerebro y corazón,
el corazón de la vela del Cadáver se funde
cuando la sangre con manos como pala y el tiempo de la lógica
hacen surgir los niños a golpes de pulgar
de la doncella y el cerebro.

Porque con rostro endomingado y plumeros en el guante,
casto y cazador, hombre con vista de fusil,
yo, a quien la capa del tiempo o el abrigo del hielo
tal vez no logren apresar con un círculo virgen
en la tumba precisa,

ando con fuerza propia por la comarca del Cadáver
mis maestros machacadores del cerebro teclean en la piedra
la desesperación de la sangre, la fe en el barro de la doncella,
la alarma entre castrados y la mancha de ácido
en la horquilla y el rostro.

El tiempo es una tonta fantasía, tiempo y tonto.
No, no, tú calavera amante, el martillo descendente
desciende, oh mis maestros, sobre la honra traspasada.
Tú, calavera héroe, el Cadáver guardado
ordena que el bastón se quiebre.

El gozo no es una nación que llama, señor y señora,
ni la fusión del cáncer, ni la pluma del verano
encendida en el árbol abrazado, ni la cruz de la fiebre,
ni el alquitrán de la ciudad, ni el túnel horadado para nutrir al hombre
a través del asfalto.

Apago las velas en tu torre del techo
el goce es el llamado del polvo, la bala del Cadáver
del retoño de Adán tras su envoltura,
el amor es una patria con luces de crepúsculo y el cráneo del estado
señor, es tu propia condena.

Todo termina, se termina la torre
(abandona la casa de los vientos) y la oscilante escena,
la pelota de pie que depende del sol
(tu verano se esfuma) con la piel de cemento
y el final de la acción.

Todos, hombres, mis hombres dementes, el viento insalubre
contagia la tos del silbador, el tiempo en acecho
prepara una muerte de ceniza; el amor con sus tretas,
es el hambre gozoso del Cadáver, mientras vosotros alcanzáis
el mundo a prueba de besos.


 

 

 

DESDE LA PRIMERA FIEBRE DEL AMOR A SU INFORTUNIO

De la primera fiebre del amor a su infortunio, desde el tierno segundo
hasta el hueco minuto del vientre,
desde el primer atisbo hasta el tijeretazo umbilical
la edad del pecho y la época feliz del delantal cuando ninguna boca
se agitaba en torno al hambre suspendido,
y el mundo entero era uno solo, una nada ventosa,
bautizaron mi mundo en un fluir de leche.
Y la tierra y el cielo fueron un solo cerro al aire,
el sol y la luna derramaban una misma luz blanca.

Desde la primera huella del pie descalzo, desde la mano que se eleva
y la irrupción del pelo,
desde el primer secreto del corazón, el fantasma que advierte,
y hasta el primer asombro mudo ante la carne,
el sol fue rojo y la luna fue gris,
y la tierra y el cielo fueron cual dos montañas que se encuentran,

El cuerpo prosperó, los dientes en las encías meduladas,
los huesos que crecían, el murmullo del semen
dentro de la glándula santificada, la sangre bendijo al corazón,
y los cuatro vientos, que tanto tiempo soplaron al unísono
abrillantaron mis orejas con la luz del sonido,
llamaron en mis ojos con el sonido de la luz.
Y fue amarilla la multiplicación de las arenas,
cada grano dorado salpicaba la vida en su vecino,
verde era la casa cantarina.

La ciruela que mi madre arrancara maduró dulcemente,
el niño que dejara caer desde la oscuridad de su costado
hacia el regazo cavado de la luz, creció fuerte,
musculoso, enmarañado, atento a los gemidos del muslo
y a la voz que, como una voz de hambre,
arañaba en el sonido del viento y del sol.

Y desde el primer deterioro de la carne
yo aprendí el lenguaje del hombre para enroscar las formas del pensar
en el idioma pétreo del cerebro,
para llenar de sombras y tejer nuevamente la trama de palabras
dejada por los muertos que, en su césped sin luna,
no necesitan del calor de la palabra.
La raíz de las lenguas se termina en un cáncer exangüe,
no es más que un nombre que los gusanos hacen cruz.

Aprendí los verbos de la voluntad y supe mi secreto;
las claves de la noche golpearon en mi lengua;
donde antes había sólo una, hubo de pronto muchas mentes sonoras.

Un solo vientre, un solo espíritu vomitó la materia.
Un pecho amamantó al fruto de la fiebre,
aprendí la otra cara del cielo que divorcia,
el globo dos veces enmarcado que giraba;
un millón de cerebros alimentaron al retoño
que divide mis ojos;
la juventud, de veras se abrevió; las lágrimas de la primavera
se diluyeron en el verano y en las cien estaciones;
un sólo sol, un único maná, fue calor y alimento.


AL PRINCIPIO

Al principio era la estrella de tres puntas,
única sonrisa de luz a través de la cara vacía;
única rama de hueso a través del aire enraizado
la sustancia partida que fue la médula del sol primero;
y ardientes cifras en el curvo espacio
iban mezclando el cielo y el infierno en su ronda.

Al principio era la firma pálida,
trisílaba y estrellada como la sonrisa;
y vinieron después las huellas sobre el agua,
el sello de la cara acuñada en la luna;
la sangre que tocaba el árbol de la cruz y el cáliz
tocó la primera nube y en ella dejó un signo.

Al principio era el fuego ascendente
que encendía con una chispa las atmósferas,
chispa de ojos rojizos, chispa de triplicados ojos,
brusca como una flor;
se irguió la vida a chorros de los mares rodantes,
estalló en las raíces, arrancó de la tierra y la roca
los aceites secretos que impulsan la hierba.

Al principio era la palabra, la palabra
que de las sólidas bases de la luz
le sustrajo todas las letras al vacío;
y de las bases nubladas del aliento
la palabra fluyó, y al corazón tradujo
los primeros indicios de nacimiento y muerte.

Al principio era la mente secreta,
la mente estaba encarcelada y soldada al pensamiento
antes que la pendiente se bifurcara rumbo a un sol;
antes que las venas se sacudieran en sus cedazos
se disparó la sangre y esparció hacia los vientos de la luz
la costilla original del amor.

LA LUZ IRRUMPE DONDE NINGÚN SOL BRILLA

La luz irrumpe donde ningún sol brilla,
donde no se alza mar alguno, las aguas del corazón
impulsan sus mareas;
Y, como rotos fantasmas con tocas de luciérnagas
las cosas de la luz
desfilan por la carne, donde no hay carne alguna que atavíe los huesos.

Una vela en los muslos
calienta la juventud y el semen y quema la simiente de la edad;
donde ningún semen se agita,
el fruto del hombre se despliega en las estrellas,
lustroso como un higo;
donde no hay cera alguna, muestra su pábilo la vela.

El alba irrumpe atrás de los ojos;
desde ambos polos, cráneo y piel, la sangre tempestuosa
como un mar se desliza;
sin cercas ni vallados brotan los surtidores
del cielo hacia la vara
prediciendo en la sonrisa el óleo de las lágrimas.

La noche ronda en las órbitas,
como una luna de alquitrán, límite de los globos;
el día ilumina el hueso;
donde no hay frío alguno, el ciclón deshollador desata
las ropas del invierno;
la película de la primavera se cuelga de los párpados.

La luz irrumpe en solares ocultos,
En las crestas del pensamiento donde los pensamientos huelen en la lluvia,
cuando muere la lógica,
el secreto del suelo crece a través del ojo,
y la sangre al sol brinca
en terrenos baldíos donde el alba hace un alto.


 

 

 

 


ME HICE CAMARADA DEL SUEÑO


Me hice cantarada del sueño que besaba mi mente,
dejé caer la lágrima del tiempo; el ojo del durmiente
que se abría a la luz, giró hacia mí como una luna.
Así, con talones alados, volé a lo largo de mi cuerpo
y caí sobre el sueño y sobre el cielo en alto.

Escapé de la tierra y me trepé desnudo por la atmósfera,
llegué a un segundo suelo lejos de las estrellas;
y allí los dos lloramos, yo y otro ser fantasmal,
con ojos maternales sobre la cima de los árboles:
escapé de ese suelo, ágil como una pluma.

"El globo de mis padres llama en su eje y canta"
"Este lugar que andamos era también la tierra de tus padres"
"Pero esto que pisamos soporta las cuadrillas angélicas,
dulces son sus paternos rostros en las alas"
"Son sólo hombres que sueñan. Si tú soplas se esfuman".

Se esfumó así mi espectro compañero de maternales ojos,
mientras, flotando entre los ángeles yo me hallaba perdido
en la costa de nubes, entre las sombras parlantes de las tumbas;
impulsé hacia sus lechos a los hermanos soñadores
donde ellos aún duermen sin conocer a su fantasma.

Entonces, la materia de ese aire viviente
una voz dejó oír, y, trepando a las palabras,
deletreé mi visión con mano y pelo,
qué ligero el dormir sobre los suelos de esta estrella
qué profundo el velar en estas nubes como mundos.

Allí crece hacia el sol la escala de las horas
cada peldaño es pérdida, o amor hasta el final,
la sangre humana hostiga estos lerdos avances.
Un hombre, viejo y loco se trepa todavía a su fantasma
y es el fantasma de mis padres que trepa por la lluvia.


SOÑÉ MI GÉNESIS

Soñé mi Génesis en sudores de sueño, irrumpía
a través de la valva giratoria, fuerte
como un músculo motor en el taladro surgía
de la visión y de los nervios espesos como vigas.

Desde los miembros a la medida del gusano, se soltaba
de la carne estriada. Desfilaba
por todas las cadenas de la hierba, metal
de soles en la noche que derrite al hombre.

Heredero de las venas quemantes, guardianes de la gota de amor,
preciosa criatura en mis huesos
yo rondé velozmente el globo que heredara, travesía
por hombre ataviado de noche.

Soñé mi Génesis y morí otra vez, granada
prisionera del corazón en marcha, agujero
en la herida hilvanada y en el viento grumoso, muerte
embozada en los labios que comían el gas.

Puntual en mi muerte segunda señalé las colinas, las cosechas
de cicuta y las matas, mi sangre
enmohecida sobre los calmos muertos, forzaba
mi segunda batalla desde el pasto.

Y el poder contagió mi nacimiento, el segundo
elevarse del esqueleto
y el volver a vestir el fantasma desnudo. La humanidad
escupida desde una pena vuelta a padecer.

Soñé mi Génesis en sudores de muerte
caída por dos veces en el nutricio mar,
vástago rancio de las saladas lágrimas de Adán. Visión
de nueva fuerza humana. Busco al sol.


MI MUNDO ES PIRÁMIDE

Mitad del padre camarada
cuando imita al Adán que el mar sorbiera
en su casco vacío,
Mitad de la madre camarada
cuando salpica con su leche lasciva
la zambullida del mañana,
las sombras bifurcadas por el hueso del trueno
saltan hacia la sal que no ha nacido.

La mitad camarada era de hielo
cuando una primavera corrosiva
brotaba en la cosecha del glaciar.
la sombra y la simiente camarada
murmuraban el vaivén de la leche
encrespado en el pecho,
pues la mitad del amor era sembrada en el fantasma
estéril y perdido.

Las mitades dispersas se han vuelto camaradas
en un ente lisiado
la muleta que la médula golpea sobre el sueño
renguea en la calle del mar, entre la turba
de cabezas con lengua de marea y vejigas al fondo
y empala a los durmientes en la tumba salvaje
donde ríe el vampiro.

Las mitades zurcidas se partían huyendo
por el bosque de los cerdos salvajes y la baba en los árboles,
sorbiendo las tinieblas sobre el cianuro se abrazaban
y desataban víboras prendidas en su pelo;
las mitades que giran perforan como cuernos
al ángel arterial.

¿De qué color es la gloria? ¿La pluma de la muerte?
tiemblan esas mitades que taladran el ojo de la aguja en el aire
y a través del dedal horadan el espacio, manchado de pulgares.
El fantasma es un mudo que farfullaba entre la paja,
el fantasma que tramaba el saqueo en su vuelo
enceguece sus ojos rastreadores de nubes.

II

Mi mundo es pirámide. La sigilosa máscara
llora sobre el ocre desierto y el verano
agresivo de sal.
Con mi armadura egipcia fundiéndose en su sábana
araño la resina hasta un hueso estrellado
y un falso sol de sangre.

Mi mundo es un ciprés y un valle de Inglaterra
yo remiendo mi carne que retumbó en los patios
roja por la salva de Austria.
Oigo a través del tambor de los muertos, que mutilados jóvenes
mientras siembran sus vísceras desde un cerro de huesos
gritan Eloi a los cañones.

El cruce del Jordán arrasa mi sepulcro.
El casquete del Ártico y la hoya del sur
invaden mi jardín de casa muerta.
El que me busca lejos señalando en mi boca
las pajas de Asia me pierde cuando doblo
por el maíz atlántico.

Las mitades amigas, partidas mientras giran
en redes de mareas, se enredan a las valvas
y hacen crecer la barba del diablo no nacido,
sangran desde mi horquilla ardiente y huelen mis talones
las lenguas celestiales murmuran mientras yo me deslizo
atando la capucha de mi ángel.

¿Quién sopla la pluma de la muerte? ¿De qué gloria es el color?
en la vena yo soplo esta pluma lanuda
es el lomo la gloria en una laboriosa palidez.
Mi arcilla ignora el pecho y mi sal no ha nacido,
niño secreto, yo vago por el mar
en seco, sobre el muslo a medias derrotado.

TODO, TODO Y TODO, LOS MUNDOS ÁRIDOS LEVANTAN
I

Todo, todo y todo los mundos áridos levantan,
la época del hielo, el océano sólido,
surgen desde el petróleo y las masas de lava.
Ciudad de primavera, la gobernada flor,
gira sobre la tierra que hace girar los pueblos de ceniza
en torno a una rueda de fuego.

Y ahora también mi carne, compañera desnuda,
ubre del mar, el mañana y su glándula,
gusano sobre el cuero cabelludo, cercado y macilento.
Todo, todo y todo, la médula espumosa,
la amante del cadáver, flaca como el pecado,
todo desde la carne, los mundos áridos levantan.

II

Tú mi mortal, no temas al mundo laborioso,
no temas a la sangre sintética e insípida,
ni al corazón en el metal estriado.
No temas a las huellas, ni a la molienda de semillas,
ni a la guadaña, ni al gatillo, ni a la espada nupcial,
ni al pedernal en la contienda del amante.

Hombre hecho de mi carne, mandíbula partida
conoce ahora la prisión y el vicio de la carne,
y la jaula del cuervo con ojos de guadaña.
Sabe, tú, hueso mío, el alzarse nudoso
no temas a las hélices que hacen girar la voz,
y el rostro hacia el amante desdeñado.

III

Todo, todo y todo los mundos áridos acoplan
espectro con espectro y el hombre se contagia
del vientre de su pueblo sin forma.
Todo lo que se forma de la succión del pecho y la placenta
golpeó su carne mecánica en la mía
y cuadró en estos mundos su círculo mortal.

Florece, florece la fusión de los seres.
Oh luz en el cénit, el acoplado brote
y la llama en la visión de la carne.
Fuera del mar, el oleaje de aceite,
la órbita y la tumba, y la sangre de bronce
florece, florece, todo, todo y todo.

YO, EN MI IMAGEN INTRINCADA

I

Yo, en mi imagen intrincada, a caballo en dos planos,
forjado del mineral humano, bardo de bronce
que modela su espectro en el metal,
ando por las escarnas de este mundo gemelo
mi fantasmal mitad en su armadura
se aferra a mi marcha de esposado
por los corredores de la muerte.

Partiendo de la maldición en el bulbo la primavera desenreda
la cólica estación, brillante como sus ruedas hilanderas,
labrada sobre un mundo de pétalos;
ella trama la savia y las agujas, la burbuja y la sangre
se arroja a las raíces de los pinos y como una montaña surge el hombre
de la entraña desnuda.

Partiendo desde la maldición en el fantasma y las nacientes maravillas
imagen entre imágenes, mi espectro de metal
se abre camino a través de la campánula,
mi hombre de hojas y la raíz de bronce, mortal, inmortal,
yo, en mi fusión de movimientos viriles y rosados
creo este milagro gemelo.

Este es el destino del hombre; el natural peligro,
una alta torre con figura humana, sin maestro, con un cerco de huesos,
ninguna muerte más natural;
así el hombre sin sombra, o el buey, y el demonio pintado
en la captura del silencio cometen el mortal sinsentido:
el paralelo natural.

Mis imágenes acechan los árboles y el túnel inclinado de la savia,
no hay marcha más riesgosa, las huellas verdes y la flecha
se trepan sobre el ruido de los pasos.
Yo con el insecto de madera en el árbol de ortigas,
en la cama de vidrio de las uvas con la flor y el caracol
oigo el caer de la intemperie.

Intrincada humanidad para el fin, los rivales inválidos
viajando en el sentido del tiempo fuera del refugio hecho símbolo
hallan las aguas últimas,
recibiendo su doble despedida en la terraza de los tísicos,
navegan por la superficie, la aventura de partir,
hasta el arribo a toda vela.

II

Trepan a la cima del campo,
doce vientos se encuentran junto a la blanca multitud que pace,
encierran las erguidas praderas en el corral de la colina;
ven tropezar a la ardilla,
el caracol, como una liebre marcha aturdido en torno de la flor,
un alboroto de árboles y climas en la espiral de viento.

Cuando se sumergen, el polvo se aposenta,
las piedras cadavéricas caen densas y fuertes,
la ruta de las aguas donde el oso polar y la caballa
convierten al mar largo en una arteria,
muestran al enemigo un rostro de petróleo ciego,
los muertos sin jinete junto al muro del dique.

(Instrumentos de muerte
que hieren el ojo largo abierto y el barreno,
vuestro tirabuzón va al centro del pezón y el ombligo,
hacia el cuello de las narices,
bajo la máscara y el éter, se vuelven sangrientos, los bisturíes,
los funerales antisépticos.

Haced salir a la patrulla negra
a los monstruosos oficiales, y a vuestro ejército decrépito,
el centinela sepulturero guarnecido bajo los cardos,
gallo de estercolero
anuncia a Lázaro que la mañana es vanidad.
Que el polvo sea vuestro salvador bajo el suelo conjurado).

Mientras ellos se ahogan, se echan a vuelo las campanas,
dulcemente, la campana del buzo en la torre del rocío marino
tañe la escala del Mar Muerto;
y presos en el agua hasta que el tritón se agite,
ensartado por el hilo de una maleza de ballenas, desde la balsa del verdugo,
oyen a los que rompen los cristales de sal y las lenguas del entierro.

(Posa el brazo de mar
sobre el disco grabado de la tierra que gira,
para que la púa de relámpago deslumbre esta cara de voces
sobre el plato inundado de luna,
deja al disco de cera balbucear
vergüenzas y deshonras húmedas, tal es arañar de la reliquia.
Estos son los registros de tus años. El mundo circular se inmoviliza).

III

Ellos sufren las aguas que no han muerto donde tasca la tortuga,
llegan hasta las torres clavadas en el mar, trepándose a la fibra
la pendiente del cráneo
y el dedal tapizado de células,
sufrid, mis humillados, que un ángel doble
surge de las cárceles pétreas como árbol sobre Aran.

Sé traspasado por tu propio espectro, sus ganchos puntiagudos
por el bronce y la imagen sin cuerpo en una vara de locura
enganchado a las estrellas en el ángulo de Jacob
colina de humo y valle de drogados,
y el Hamlet de los fondos sobre el coral paterno
que empuja la visión enana de la pila de hierro.

Sufrid el tajo de la visión junto al rastrojo verde como aleta;
sed partidos por los barcos marinos anclados en el cordón del hombre
por el viaje hacia el fondo de los huesos triturados
en el naufragio de los músculos;
cesad, amantes, de enlazaros, y la lucha por el mar de cera,
el amor es como bruma o fuego entre el lecho de las anguilas.

Y en las tenazas del hirviente círculo
la mar y el instrumento mellado en los candados de los tiempos
el hierro solitario de mi sangre preciosa
en la ciudad que se derrama,
yo en un viento de fuego desde la verde cuna de Adán,
ningún hombre tan mágico, ahuyenté al cocodrilo con sus guerras.

El hombre era la escama, los esmaltados pájaros mortíferos,
cola, Nilo y hocico, domador de los juncos,
el tiempo en las casas sin horas
sacudía el cráneo incubado por el mar,
Y vacío lloraba por sus blancos vendajes
por los óleos y ungüentos en el cáliz fugitivo.

El hombre era la máscara del Cadáver, el manto que vestía,
la corrompida profundidad fue la maestra jactanciosa del hombre,
mi fantasma en su neptuno de metal
forjado del mineral humano.
Este fue el dios del comienzo en los remolinos intrincados del mar
y mis imágenes se elevaron y rugieron sobre la colina del cielo.

ESTE PAN QUE YO PARTO

Este pan que yo parto fue alguna vez avena,
este vino en un árbol extranjero
se zambulló en su fruta;
durante el día el hombre y por la noche el viento
segaron las cosechas, rompieron el gozo de la uva.

Alguna vez, en este vino, la sangre del verano
golpeteaba en la carne que vestía la viña,
un día en este pan
la avena al viento era alegría,
el hombre rompió el sol, abatió el viento.

Esta carne que partes, esta sangre a la que dejas
sembrar desolación entre las venas
fueron avena y uva
nacieron de la raíz sensual y de la savia;
mi vino que te bebes, el pan que me arrebatas.



EL DEMONIO ENCARNADO

El demonio encarnado en una serpiente parlante,
con los planos centrales del Asia en su jardín,
despertó y azuzó al mundo que nacía,
dividió la barbada manzana en formas del pecado,
y Dios andaba allí, violinista de guardia
y al tocar su instrumento derramaba el perdón desde el cerro del cielo.

Cuando los mares explorados eran desconocidos
—una luna hecha a mano, a medias santa en una nube—
cuentan los sabios que las deidades del jardín
enroscaron el mal y el bien sobre un árbol de oriente;
y cuando la luna se alzó llena de viento fue
negra como la bestia y más pálida que la cruz.

En nuestro Edén supimos del secreto guardián
en las aguas sagradas que ninguna escarcha podía endurecer,
y en las pujantes mañanas de la tierra;
el infierno en un cuerno de azufre y el mito tronchado,
todo el cielo en un eclipse del sol,
una serpiente tocaba su violín cuando el mundo nacía.

HOY ESTE INSECTO




Hoy, este insecto, y el mundo que respiro.
ahora que mis símbolos se abrieron paso al espacio,
el tiempo contempla la ciudad y yo tomo del tiempo
descuidado y precioso una mitad para empujar con ella la oración,
separé los sentidos de la verdad y la fábula
tumbé la guillotina, la cabeza y la cola
mellizos rojo-sangre fueron las dos testigos de este
asesinato del Edén y la Génesis verde.

El insecto cierto es la plaga de las fábulas.

El monstruo de este cuento tiene una cofia de serpientes;
ciego en la espiral corre en torno de los bordes llameantes,
mide su longitud sobre el muro del jardín
y destroza su valva en el último comienzo agitado;
un cocodrilo ante la crisálida
ante el amor perdido, el hueso volador del corazón,
alado como un asno de sabático, este cuento de niños
no creído sopla a Jericó sobre el Edén.

El insecto de la fábula es la cierta promesa.

Muerte, muerte de Hamlet y locos de pesadilla,
un molino de viento arrastrado sobre un caballo de madera
la bestia de Juan, la paciencia de Job y los embustes de la visión
sobre el mar irlandés, habla la voz intemporal de Grecia
"Yo amo a Adán, mi amor por los locos es un amor sin fin,
ningún amante de las fábulas tiene un final tan verdadero,
todos los enamorados son leyenda sobre un árbol de historias.
mi cruz de cuentos tras la cortina fabulosa".


 

LA SEMILLA-LATENTE




La semilla-latente no abordará
a este pueblo de espectros, el vientre pisoteado
que se amuralla contra sus asaltos,
ningún dios-en-héroe se desplomará
como una torre sobre la ciudad
tropezando de una manera excelsa y muda
sobre la línea donde el hombre se declara.

La semilla-latente no abordará
este pueblo de espectros, el vientre donde el hombre se declara
amurallado contra sus asaltos,
ningún dios en héroe se desplomará
como una torre sobre la ciudad
saltando de una manera excelsa y muda
sobre la línea donde la guerra se gesta.

A través de las murallas del cielo
será acribillada la simiente flanqueada por estrellas
maná para la tierra retumbante
y alerta para el mar descifrado;
atrincherada en un reducto virgen
ha de pelear con el guardián
y con el custodio de la llave.

A través de las murallas del cielo
será acribillada la semilla flanqueada por estrellas
maná para la tierra protegida
y alerta para la mar virgen;
invadiendo un reducto privado
ha de pelear con el guardián
y con el que pierde la llave.

¿Puede un humilde pueblo trabajar
y rehusar un continente?
Un hemisferio puede reprenderla
y una pulgada verde sostenerla;
que la simiente-héroe encuentre su refugio
puertos de mar junto a una orilla ebria
con marinos sedientos que la escondan.

¿Puede un planeta humilde trabajar
y rehusar un continente?,
puede una aldea verde reprenderla
y una alta esfera sostenerla;
que la simiente héroe encuentre su refugio
puertos de mar en la orilla sedienta
con marineros ebrios que la escondan.

Hombre-en-semilla, en semilla-latente
desde los extranjeros campos del espacio
no ha de tronar en la ciudad
con una guarnición flanqueada por estrellas,
ni el héroe del mañana apuntará
con los cañones de su reino
hacia el lugar en que se araña el cielo.

Hombre-en semilla, en semilla-latente
desde los campos flanqueados por las estrellas del espacio
truena sobre el pueblo extranjero
con una guarnición embolsada en arena
y el héroe del mañana
no elevará los cañones de su reino
desde el recinto donde bulle la tumba ciega.




SE DIRÁ QUE LOS DIOSES CASCAN LAS NUBES

¿Se dirá que los dioses cascan las nubes
cuando las nubes son malditas por el trueno,
se dirá que lloran cuando aúlla la atmósfera?
¿Serán los arcoiris el color de sus túnicas?

Cuando llueve ¿dónde están los dioses?
¿se dirá que hacen brotar el agua de los cántaros,
que sueltan los torrentes?

¿O que al modo de Venus
alguien punza y estruja las ubres de un dios viejo,
o que la húmeda noche como nodriza me reprende?

Se dirá que los dioses son piedra.
¿Retumbará en la tierra una piedra caída,
repicará la grava derribada?
Deja que hablen las piedras
con lenguas que hablan todas las lenguas.

AQUÍ EN ESTA PRIMAVERA

Aquí en esta primavera, flotan estrellas en el vacío;
aquí en este invierno ornamental
se abaten las atmósferas desnudas;
este verano entierra a un pájaro de primavera.

Los símbolos se eligen desde la lenta ronda de los años
por las costas de cuatro estaciones,
los fuegos de tres estaciones y los cantos de cuatro pájaros
son los maestros del otoño.

Del verano, tendría yo que relatar los árboles, la oruga
apenas relatar las tormentas del invierno
o el funeral del sol;
aprendería del cucú la primavera
y la babosa me enseñaría la destrucción.

Una oruga contaría el verano mejor que los relojes,
la babosa es un calendario vivo de los días;
¿qué me contaría si un insecto sin tiempo
dijera que el mundo se consume?

¿NO HACES LAS VECES DE MI PADRE?

¿No haces las veces de mi padre o acaso el brazo erguido
por bien de mi alta torre, no se modela con su piedra?
¿No haces las veces de mi madre, o acaso no has sufrido como yo
mi vergüenza en la casa de los amantes?
¿No haces las veces de mi hermana o es que el crimen erguido
por mis altas torres no arrastras como un pecado tuyo?
¿No haces las veces de mi hermano o acaso mientras trepas
no adoras mis ventanas por sus escenas estivales?

¿No soy, también yo, el padre y el muchacho que asciende
hijo de la mujer, contemplador lascivo
que señala la carne y el verano en la bahía?
¿No soy también la hermana salvadora?
¿No soy todos vosotros junto al mar dirigido
adonde el ave y la caracola murmuran en mi torre?
¿Acaso como tú, por enfrentar la pulcra orilla
no soy tejar de arena o alto tejador?

Tú eres todos ellos, dijo la que tan largamente me diera de mamar,
todos ellos, dijo aquel que saqueara la ciudad de los niños.
El hombre-Abraham, surgió, loco para mi bien,
aquellos que devastaron y perdonaron dijeron que eran míos.
Yo, dijo la torre, soy derribada por un golpe sin tiempo.
el que arrasó mi locura de madera quedó despavorido
pues los hacedores del hombre en el anillado espectro del mar
seco-como-pasta surgen siniestros del naufragio.

¿No haces las veces de mi padre, tú, sobre la arena destructora?
Tú eres el señor de tus hermanas, dicen con voz de alga,
la sal que la yegua lamió, y los predilectos de la tierra
los que juegan a verdaderos señores y señoras.
¿Seré yo aún la casa del amor sobre el contrasentido de la tierra,
desgracia para los albañiles del viento en mi refugio?
La casa del amor, responden ellos; y la torre de muerte
nada conoce de la tumba devoradora del pecado.

DE LOS SUSPIROS

De los suspiros algo nace
que no es la pena, porque la he abatido
antes de la agonía; el espíritu crece
olvida y llora:
algo nace, se prueba y sabe bueno,
todo no podía ser desilusión:
tiene que haber, Dios sea loado, una certeza,
si no de bien amar, al menos de no amar,
y esto es verdadero luego de la derrota permanente.

Después de esa lucha que los más débiles conocen.
hay algo más que muerte;
olvida los grandes sufrimientos o seca las heridas,
él sufrirá por mucho tiempo
porque no se arrepiente de abandonar una mujer que espera
por su soldado sucio con saliva de palabras
que derraman una sangre tan ácida.

Si eso bastase, bastaría para calmar el sufrimiento,
arrepentirse cuando se ha consumido
el gozo que en el sol me hizo feliz,
qué feliz fui mientras duró el gozar,
si bastara la vaguedad y las mentiras dulces fueran suficiente,
las frases huecas podrían soportar todo el sufrimiento
y curarme de males.

Si eso bastase: hueso, sangre y nervio,
la mente retorcida, el lomo claramente formado,
que busca a tientas la sustancia bajo el plato del perro,
el hombre debería curarse de su mal.
Pues todo lo que existe para dar yo lo ofrezco:
unas migas, un granero y un cabestro.

AFERRA ESTOS ANTIGUOS MINUTOS EN EL MES DEL CUCU

Aterra estos antiguos minutos en el mes del cucú,
al pie del cuarto magro obstáculo en la colina de Glamorgan
mientras los verdes capullos suben hacia el cielo a la deriva del tiempo;
el tiempo, como un hidalgo, caballero de obstáculos
corre sobre las vallas con su sabueso a los talones
y desde el sur exangüe caza a mis hombres y a mis hijos.

Campo, tu pasatiempo es el verano, y las chacras de diciembre
descansan de las grullas y la acuática torre de los árboles fértiles,
nada resbala en este quinto mes y han huido los pájaros;
aferraos mis niños campesinos, al mundo de los cuentos,
al follaje que muere como se abate el ciervo entre sus huellas,
a la estación primera ya franqueada, hasta los juegos del verano.

Y ahora los cuernos de Inglaterra en el sonido de los formas,
convocan a vuestros jinetes de nieve, y la colina de cuatro cuerdas
que resuena en las tripas del mar, pone vida en la roca;
zarzas y armas y valles mientras las piedras se levantan,
crujen como un resorte defectuoso, como un abril rompehuesos,
confunden al cazador del obstáculo magro y la esperanza poderosa.

Cuatro estaciones sigilosas caen sobre las tierras escarlatas,
acecha el rostro de mis hijos con una cola ensangrentada,
el tiempo con salto de jinete desde el valle adornado,
sosteneos, mis amados campesinos, pues un halcón desciende,
el Glamorgan dorado se arquea ante la caída de los pájaros.
Tu pasatiempo es el verano mientras la primavera corre enfurecida.

UN TIEMPO HUBO

¿Hubo un tiempo
en que los danzarines con sus violines
en los circos de niños olvidaban sus penas?
Un tiempo hubo en que podían llorar sobre los libros
pero el tiempo asentó su gusano en las huellas.
Ellos no están a salvo bajo el arco del cielo.
Lo más seguro en esta vida es lo que nunca se conoce;
bajo los signos del espacio ellos, los que no tienen brazos
tienen manos limpísimas y así como el fantasma sin corazón
es el único ileso, así el ciego es quien ve mejor.

AHORA

Ahora
di que no
hombre, áspero hombre
áspero amante mío
cimienta la honda roca y arroja el ancla florecida.
por temor de que él salte hacia el centro en el polvo
y traicione, el muy tonto, la dureza de su ira.

Ahora
di que no
señor, que sea un no el que digas,
la muerte al sí,
el sí a la muerte, al hombresí y su respuesta,
que aquel que separó a sus hijos con cuidado
con un golpe de sierra no deje sin hermano a la hermana.

Ahora
di que no
que digas no, señor
sí los muertos se agitan,
y esto y no aquello, es la sombra, el cuervo posado.
el que yace en lo bajo con la ruina en su oreja,
la marea del gallo lanzada desde el fuego.

Ahora
di que no
para que el astro caiga
para que el globo falle
para que el sol místico se suelte, esposo de la luz,
el sol que salta en vano arriba de los pétalos
el caballero fracasado que cabalga en la flor.

Ahora
di que no
y al demonio
ese sello del fuego
la muerte de talones hirsutos y el fantasma horadado en madera,
nosotros me han convertido en místico como el brazo del aire
la vena que va y vuelve, el prepucio y la nube.

POR QUÉ EL VIENTO DEL ESTE

Por qué el viento del este es frío y es fresco el viento sur
no se sabrá hasta que la fuente de los vientos se seque
y nunca más el oeste se ahogue
en los vientos que transportan la fruta y la corteza
de centenas de otoños;
por qué la seda es suave y la piedra es hiriente
el niño preguntará todos los días,
por qué su sed se apaga con la lluvia nocturna
y también con la sangre de los pechos.
No tendrá más que una respuesta negra.

¿Cuándo vendrá Jack Frost? preguntan los chiquillos.
¿Podrán aprisionar una coleta entre los puños?
Hasta que su polvo, desde arriba y abajo
salpique un largo sueño último en los ojos de los niños
y la penumbra se llene de espectros infantiles,
no habrá de resonar desde los techos una respuesta blanca.

Todas las cosas se conocen, la asamblea de estrellas
convoca a cierta dicha a viajar con los vientos,
aunque lo que preguntan las estrellas
cuando echan a rodar las torres del espacio
una estación tras otra
se entiende apenas hasta que ellas se esconden.

Oigo la dicha y "sé dichoso"
algo como un cencerro resuena en los pasillos,
y "no hay respuesta alguna" y yo no tengo
respuesta para el llanto de los niños
no me llega del eco ni del hombre de escarcha
ni de cometas espectrales sobre puños en alto.


HACE UNA PENA

Hace una pena,
ella a quien yo abrazaba en los pastos y la flor,
golpeada por el agua desde la espina en forma de guadaña.
mar y viento de infierno,
un tallo abigarrado que asaltaba la torre,
doncella rosa y macho,
o, venus en el mástil, que a través de la cuenca del remero
navegaba hacia el sol;

ella, la que es mi pena,
una crisálida abriéndose en el hierro.
arrebatada por mi dedo macho, el plomizo capullo
disparado a través de la hoja,
era quien se doblaba sobre la vara florida
Aarón rosa arrojada al infortunio,
el cuerno y la bola del agua sobre la rana
que moraba en la costa.

Y ella la que reposa,
como el éxodo, un capítulo más allá del jardín.
fulgurante en su anillo la cólera del lirio,
arrastraba en los días
las jarcias de su herencia, las guerras del perdón,
sobre el campo y la arena
los doce triángulos del viento querubín
cincelaban sus pasos.

Entonces, ¿quién es ella,
ella la que me abraza? El mar de gente la transita
expulsa al padre del asolado campamento;
las cavernas de la forma
forman todos sus vástagos con la voz larga del agua.
porque ella a quien poseo,
tumba de manos rústicas encajonada en el amor,
se alza ante las tinieblas.

Y la noche está cerca,
es una macilenta forma que salta sobre ella, tiempo y ácido
yo le digo: antes que el gallo sol
eche al fuego sus huesos
que respire a sus muertos, por la semilla y la materia
que se arrastra en sus mares,
así cruza la mano con sus severos y gitanos ojos
y se cierra su puño.


 

QUÉ PRONTO EL SOL SIRVIENTE

Qué pronto el sol sirviente
(el señor mañana vigila)
puede desentrañar el tiempo y el armario de piedra,
(la niebla tiene un hueso
que a golpes de trompeta se investirá de carne)
vaciarse para vestir a todos mis cartílagos
y que el huevo desnudo quede erguido,

el señor mañana en su esponja,
(la herida registra)
y la nodriza de los gigantes junto a la cuenca hendida del mar,
(la niebla con su chorro
les habla a usted y a ustedes, mis maestros,
mientras su extraño hombre-mañana sopla a través del alimento.

Todos los nervios para servir al sol,
el rito de la luz,
interrogo a una garra desde la osamenta del ratón,
y con hilos y sábanas
le echo una trampa a la piedra de larga cola,
dejad aullar al suelo que soy el hombre mordedor
y que se asome el afelpado muerto.

Cuándo podré, señor
(el señor-mañana estampa dos pisadas de agua
en el suelo sembrado)
elevar una lámpara,
o animar una nube,
o llenar un sudario con una forma viva,
invisible en el tronco.

Una pierna larga como los árboles
este señor de adentro,
niño y hombre, oscuridad para sus ojos,
aquél, dotado de ojos como úteros, llora
y todo el dulce infierno sordo como la oreja de una hora,
agosta maldiciendo la voz de la trompeta.

HAY OREJAS QUE OYEN EN LAS TORRES

Hay orejas que oyen en las torres
hay manos que rezongan en la puerta,
hay ojos que en los aleros ven
los dedos en los cerrojos.
¿Debo abrir o quedarme
solo hasta el día en que muera
sin ser visto por extraños ojos
en esta casa blanca?
Manos, ¿qué guardáis, el veneno o las uvas?

Más allá de esta isla ceñida
por un delgado mar de carne
y una costa de hueso,
la tierra yace fuera del sonido
y las colinas fuera de la mente.
Ni pájaros ni peces voladores
turban el reposo de esta isla.

Hay orejas que en esta isla oyen
pasar al viento como un fuego,
hay ojos que en esta isla ven
zarpar los barcos en la bahía.
¿He de correr hacia los barcos
con el viento en el pelo
o he de quedarme hasta el día en que muera
sin dar la bienvenida a marinero alguno?
Barcos, ¿qué guardáis?, ¿el veneno o las uvas?

Hay manos que rezongan en la puerta,
barcos que zarpan de la bahía,
la lluvia golpea la arena y el tejado.
¿He de recibir al extranjero
y al marinero dar la bienvenida,
o he de quedarme hasta el día en que muera?

Manos del extranjero y amarras de los barcos
¿qué guardáis, el veneno o las uvas?

ALIMENTA LA LUZ

Alimenta la luz y no cubras el rostro humano de la luna,
ni manejes los vientos que no arrasan los huesos,
pero arranca a su círculo la médula de doce vientos;
domina la noche y no seas el sirviente del muñeco de nieve
que cincela cada tupido elemento del aire
en estrella polar clavada en un carámbano.

Alimenta el murmullo de la primavera, no rompas los huevos del gallo joven,
ni empujes otra vez la estación a los higos,
injerta en cambio en tu país esas cabalgatas de cuatro frutos;
cultiva los lugares ardientes en tiempo de la escarcha,
siembra granos de nieve por los huertos de ojos encarnados,
y en tus jóvenes años el siglo vegetal.

Y siémbralo todo, no olvides el terreno del señor de las moscas,
ni, como un trasgo hagas brotar la simiente del búho,
cerca con tus costillas de hechicero este planeta en forma de corazón;
de las voces mortales a los coros de ingenuos,
señor hacendado de lo alto, haz que surjan los cantos de la nube,
y arráncale una música de mandrágora a las raíces de la médula.

Rueda inhumanamente sobre esta cresta giratoria,
oh anillo de los mares no sufras cuando parta
lejos de todos mis amantes mortales con sonrisa a estribor;
ni cuando mi amor yazga en el flujo de cruzados huesos
desnudo entre los pájaros que registran el viento traspasados de flechas
habrás tú de girar como veleta sobre un eje encrespado.

Quien al darles la forma dio color a los mares
modeló a mi prójimo de arcilla y en tiempos del diluvio
llenó el arca del cielo con sus parejas coloreadas;
oh, tú el que eres gloria en los mapas informes
traza ahora desde mi ser al mundo, tal como yo he creado
de tu círculo en marcha una gozosa imagen de los hombres.

LA MANO QUE FIRMÓ EL PAPEL DERRIBÓ UNA CIUDAD

La mano que firmó el papel derribó una ciudad;
cinco dedos soberanos tasaron el aliento,
duplicaron el globo de los muertos y dividieron un país;
estos cinco reyes dieron la muerte a un rey.

La mano poderosa lleva a un hombro inclinado,
los nudillos se crispan en la tiza;
una pluma de ganso puso final al crimen
que había puesto fin a la palabra.

La mano que firmó ese pacto engendró fiebre,
y creció el hambre y vino la langosta;
grande es la mano que domina al hombre
tan sólo con un nombre borroneado.

Los cinco reyes cuentan los muertos pero no mitigan
la herida en su costra ni acarician la frente;
una mano rige la piedad como otra rige el cielo;
las manos no tienen lágrimas que derramar.



SI LOS FAROLES BRILLARAN

Si los faroles brillaran, el rostro santo se marchitaría
preso en un octógono de insólita luz,
y todos los muchachos del amor
se cuidarían de perder la gracia.
Los rasgos de sus íntimas tinieblas
están hechos de carne, pero que venga el falso día
y que los labios de ella pierdan sus ajados colores,
que el traje de la momia muestre un antiguo pecho.

Me han dicho que piense con el corazón
pero el corazón, como el cerebro, conduce al desamparo;
me han dicho que piense con el latido,
que cambie el ritmo de la acción cuando el latido se acelere
hasta que en un plano se confundan el campo y los tejados
tan rápido me muevo por desafiar al tiempo, el caballero quieto
cuya barba se agita en el viento de Egipto.

He oído el contar de muchos años
y muchos años tendrían que atestiguar un cambio.

La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque
aún no ha tocado el suelo.

HE ANSIADO ALEJARME

He ansiado alejarme
del siseo de la mentira desgastada
del incesante grito de los viejos terrores
que crecen más terribles cuando el día
traspasa la colina y entra en el mar profundo;
he ansiado alejarme
de la repetición de los saludos,
porque hay fantasmas en el aire
y en la página sonidos fantasmales
y un tronar de llamados y de notas.

He ansiado alejarme, pero temo,
alguna vida, aun intacta podría estallar
de la vieja mentira que arde sobre el suelo
y crepitando en el aire dejarme a medias ciego.
Ni por el miedo antiguo de la noche,
el sombrero que se quita del pelo,
o los labios fruncidos en el teléfono,
me harán caer ante la pluma de la muerte.
No quisiera morir de todo esto,
la mitad es convención, la otra mitad mentira.


HALLA LA CARNE SOBRE LOS HUESOS

Halla la carne sobre los huesos que pronto estarán desnudos,
y bebe en los dos riscos de leche,
la más alegre médula y las heces
antes que los pechos de las damas sean harapos
y sus piernas jirones.
No turbes, hijo mío, las mortajas
pero cuando las damas se vuelvan frías como piedras
cuelga de sus andrajos una rosa con cuernos.

Sublévate contra las ataduras de la luna
y el parlamento de los cielos,
los oficios de rey del mar maléfico,
la autocracia de la noche y el día,
la autarquía del sol.
Sublévate contra el hueso y la carne,
la orden de la sangre, la maliciosa piel,
y el gusano que no puede asesinar ningún hombre.

"La sed se me ha extinguido, se me ha apagado el hambre,
resquebrajado está mi corazón;
mi cara en el espejo es macilenta
mis labios se han marchitado a besos,
mis pachos están flacos.
Una alegre muchacha me tomó por un hombre,
hice que se tendiera para contarle su pecado
y puse a su costado una rosa con cuernos".

El gusano al que ningún hombre puede matar
y el hombre al que no puede colgar ninguna soga
se sublevan contra el sueño de mi padre
que grita a la sucia arpía en la enramada de los cerdos rojizos
que se tienda a sus pies.
No puedo asesinar como un tonto
la luz del sol y la estación, la gracia, y la muchacha,
ni hacer más suave el dulce despertar.

La negra noche aún asiste a la luna
y sigue el cielo aplicando sus leyes,
el mar me habla con voz de rey,
la oscuridad y la luz no son enemigas
sino una sola compañera.
"¡Guerra a la araña y al reyezuelo!
¡Guerra al destino del hombre!
¡Muera el sol!".
Antes que la muerte te prenda, oh, toma de vuelta todo esto.

EL DOLOR, LADRÓN DEL TIEMPO


El dolor ladrón del tiempo hacia afuera se arrastra
del sepulcro nimbado por la luna con los años navegantes,
la sota de la pena se marcha sigilosa
desde la fe, hendida por el mar, que puso de rodillas al tiempo,
los viejos olvidan los llantos,
reclinan el tiempo en la marea y a veces el viento se detuvo de golpe.

Reclaman a los náufragos
que cabalgan a la luz del mar en un sendero sumergido,
los viejos olvidan el dolor,
y las toses crispadas y el albatros suspenso,
arrojan hacia atrás el hueso de la juventud
y el ojo de sal tropieza en el lecho
donde yace la que tiró de la alta mar en un tiempo de cuentos
y eternamente yace abrazada al ladrón.

Ahora, sota, padres míos, dejad al tramposo con cara de tiempo,
desde su manga centellea la muerte,
con su botín de burbujas en un saco fecundo
que se deslice a la tumba del padrillo,
proscripto con mirada de fiera a través de una grieta castrada
y libere los féretros gemelos del dolor,
no hay silbato de plata que pueda perseguirlo
entre las semanas montañosas de días
hasta el día de la muerte,
las burbujas robadas llevan consigo mordeduras de serpientes
y dientes como ojos aún vivos.
No hay tercer ojo que explore un sexo de arco iris
que haya tendido un puente entre las mitades del hombre.
Todo se quedará y ha de moldearse con los ladrones de mis padres
en ese golfo, abierto sobre la tumba.

Y LA MUERTE NO TENDRÁ DOMINIO

Y la muerte no tendrá dominio.
Los hombres desnudos han de ser un solo
con el hombre en el viento y la luna poniente;
cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Ya las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
su cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.


ENTONCES MI NEÓFITO ESTABA

Entonces mi neófito estaba
—niño de blanca sangre arrodillado
bajo la campana de las rocas—
sumergido en los doce mares apóstoles,
el que devana los relojes de agua
anuncia un día y una noche verde.
Mi mar hermafrodita,
el caracol del hombre en su nave de fuegos
que incendia las cubiertas roídas
sabía todos sus horribles deseos
el trepador del sexo de agua
anuncia la roca verde de la luz.

En estos laberintos
hebras de la marea y calleja de escamas
abrazados a una valva inflada por la luna
¿quién huye hacia las velas mustias de las ciudades
plegadas en la casa y en el infierno de los peces
y no sucumbe ante sus verdes mitos?
Despliega las fotografías de sal,
el paisaje del dolor, el amor en sus óleos
espejos desde el hombre a la ballena
para que el niño verde vea como un cáliz
a través de la vela y la aleta, del fuego y el cordel
al tiempo en su sendero de velámenes.

El filma mi vanidad.
Arrojados al viento por los fuegos rodantes.
sobre las aguas llegan
desde sus casas y jardines de infantes
niños que hablan con las manos,
junto con el enmascarado muchacho sin cabeza.
El que devana la escena que marcha con el tiempo
ovilló su carrete y su misterio
como una esfera hecha de lagos
luego arrojó en la pantalla alzada de mareas
la imagen del amor hasta que un mar dramático
rompió los huesos de mi corazón.

¿Quién asesina mi historia?
El pedernal, la navaja del agua y la brusca guadaña
han baldado la hilera de los años.
¿Quién, con proféticos ojos,
podría arrancar esa huella sin forma
de los pasos futuros de tu sombra?
El tiempo me mata sin piedad.
"El tiempo no te matará", dijo él,
"ni el verde embrión habrá de ser herido;
"¿Quién podría arrancarte el corazón aún intacto
a ti, oh inmaduro que nos has nacido y que no has muerto."
Vi al tiempo asesinarme.

EN DIRECCIÓN AL ALTAR BAJO LA LUZ DEL BUHO


I

En dirección al altar, bajo la luz del búho, a mitad del camino de la casa
el caballero con sus furias, declina hacia la tumba;
Abadon en pellejo arrancado a la uña de Adán,
devorador de mundos, con la quijada al acecho de nuevas,
un perro entre las ferias y con su horquilla,
arrancó a dentelladas la mandrágora gritando hacia el mañana.
Entonces, con monedas por ojos, este señor de las heridas,
viejo gallo de ningún sitio y del huevo celeste,
con huesos desprendidos en los vientos a mitad de su curso,
sobre una pierna en medio del ventoso naufragio,
en errante palabra vino a arañar mi cuna
esa noche del tiempo al abrigo de Cristo:
él dijo: soy el héroe que viaja alrededor del mundo
y comparto mi lecho con Capricornio y Cáncer.

II

La muerte es toda metáforas, forma una sola historia;
el niño que mamó tanto tiempo se lanza hacia lo alto,
el pelícano de los círculos guiado hacia el planeta
sobre una arteria, desteta la vida que se gesta;
el niño de la breve chispa en un país informe
pronto desde la cuna enciende una vara alargada;
los huesos de Abadon en cruz horizontal
—tú, junto a la caverna sobre las negras escaleras—
hiciste repicar como hueso y espada,
al chocar con las vértebras de Adán
y nutrido por la media noche, Jacob a las estrellas.
Tus cabellos, dijo entonces el sujeto vacío,
no son más que raíces de ortigas y de plumas
que traspasan el suelo desde los cimientos
y con cabezas de cicuta en los bosques de climas.

III

Al principio fue el cordero de rodillas temblorosas
y tres estaciones muertas sobre una tumba empinada
que el carnero de Adán, en la tropa de cuernos,
tronco del gusano de arbolada cola que montó sobre Eva
desbarató a cornadas con pie de calavera y esqueleto de uñas
sobre tonantes pavimentos a la hora del jardín;
desgarrón de las bóvedas, he tomado mi cucharón de médula
en el furgón del sepulturero envejecido,
y, Rip Van Winkle, de una cuna sin tiempo
me hundí hasta el pecho en el hueso caído;
y el negro carnero, un despojo del año, viejo invierno,
es lo único vivo entre su hueste de corderos,
—hicimos tintinear en la escala los cambios de estaciones—
dijeron las antípodas y la primavera repicó dos veces.

IV

¿Cuál es el metro del diccionario?
¿la medida del Génesis?, ¿el sexo de la breve chispa?,
¿una sombra sin forma?, ¿la forma del eco faraónico?
(la forma de mi edad que sermonea el herido murmullo)
¿cuál de los sextos vientos apagó la nobleza que ardía?
(las preguntas son entes gibosos frente a seres erguidos).
¿Qué decir de un hombre de bambú en vuestras tierras?
¿de un corset de osamenta para un riño encorvado?
En la giba de astillas abrochad el corpiño,
mis ojos de camello, pasarán como aguja a través del sudario.
Lo que el amor refleja en los rostros efímeros
calla quebrado por la noche en el campo con orillas de pan,
la sonrisa que una vez se cerrara en el muro de imágenes
como un arco de luces, rechazada, por encima del penoso diluvio.

V

Y con dos pistolas surgió Gabriel del Oeste ventoso,
desde la Vía Láctea irrumpió el rey de los lunares,
las sotas con sus galas, la reina de barajado corazón;
habló el caballero impostor en su traje de espadas
negra su lengua y ebrio por la botella de la salvación.
Mi Adán bizantino en la noche se alzó.
Débil por la sangre vertida caí sobre los llanos de Ismael,
mi hambre apacigüé bajo lechosos hongos,
la marea impetuosa del Asia me abatió
y la ballena de Jonás me alzó por los cabellos,
Adán de sal marcado por la cruz hacia el ángel helado
de piernas como agujas con la negra medusa sobre colinas aceradas
junto a mares baldíos donde el oso polar citó a Virgilio
y sirenas que cantan desde nuestra señora de las algas.

VI

Máscara de tajos sobre el cráter por la marea carcomido,
en un libro de agua lleno de ojos de sebo
a la luz de la lava, reveló las vocales de ostras
y quemó los silencios de mar en una tea de palabras.
Gallo, arranca mi ojo marino, dijo el evangelio de la medusa,
amor, cercena mi ahorquillada lengua, dijo la quemante ortiga.
Y el amor arrancó el punzante ojo de la sirena,
y viejo gallo de ninguna parte le cercenó la lengua trovadora
hasta que eché a los vientos el sebo de la torre de cera
grasas de la medianoche cuando la sal cantaba;
Adán, el burlador del tiempo sobre una bruja de cartón,
los siete mares descifró, un índice del mal,
y en los detritus, las damas de pechos como gaitas
derritieron la gasa ensangrentada a través de la herida en el hombre de cera.

VII

Grabad ahora el Padrenuestro sobre un grano de arroz
una Biblia con hojas de todas las maderas escritas
ceñidas a este árbol; un alfabeto que se mece,
Génesis en la raíz, la palabra espantapájaros,
y en el libro de árboles, el idioma de una sola luz.
Malditos sean los negadores cuyas palabras cambian con el viento
El tiempo es la tonada Oh Señoras con las tetas de música
peces espadas fijos en la desnuda esponja,
que a Adán, de voz sonora absorbe de la magia
tiempo, leche y magia, desde que el mundo comenzara.
El tiempo es la tonada con que las damas nos prestan su dolor,
desde raídos pabellones y la casa del pan
el tiempo sigue al ruido de la forma sobre el hombre y la nube
y deja su huella tintineante en la rosa y el hielo.

VIII

Fue la crucifixión en la montaña
los nervios del tiempo en vinagre, la tumba como horca
tan untada de sangre como las fúlgidas espinas de mis lágrimas,
es el mundo mi herida, la María de Dios en su dolor,
como tres árboles doblada y con pechos de pájaro debajo de la túnica
es la mujer de interminable herida, con alfileres en lugar de lágrimas.
Era el cielo, Juan Cristo, cada esquina trovadora
ganó la marcha de los clavos llevados hacia el cielo
hasta que el arcoiris tricolor el de mis pechos
se arrastró entre los polos alrededor del mundo y su despertar de caracol.
Yo junto al árbol de los ladrones, mediquillo de toda gloria,
castré al esqueleto en este minuto de montañoso,
y junto al reloj de viento, que del sol es testigo
padezco a los infantes celestiales en el latido de mi corazón.

IX

Desde los pergaminos y los archivos del oráculo,
los profetas y los reyes de fibra en ungüentos y tablas,
el laborioso escriba, la reina convertida en momia
visten sus pisadas de natrón con hilachas y hebillas
dibujan en el guante de huellas las tinturas extinguidas del Cairo
y derraman un halo sobre caduceos y serpientes.
Era la resurrección en el desierto,
la muerte tras las vendas burla las mascarillas de los doctos,
oro sobre esos rostros, y el espectro de lino
desposa a mi caballero de hace tanto con el polvo y las furias;
el faraón y el sacerdote se acuestan con mi noble herida,
mundo en la arena sobre el paisaje triangular,
con piedras de Odisea por guirnalda y ceniza
y ríos de difuntos en torno de mi cuello.

X

Deja que el marino del cuento en su peregrinar cristiano por la tierra
cruce a lo largo de la bahía imaginaria sobre el globo que yo mismo levanto.
donde el Evangelio del tiempo tan sólo es un despojo:
así los refugios alados a través de los ojos de las águilas
marcarán la palabra que vuela y sobre los mares imagino
la espina de diciembre clavada en un arco de arbustos.
Deja a Pedro, el primero, allí en su muelle de arco-iris
preguntar al pez grande, arrastrado de la Biblia oriental
¿qué hombre de ruibarbo, despellejado en su canal azul-espuma
ha sembrado un jardín volador en torno de ese espectro marino?
Verde como el comienzo, deja al jardín que se hunde
trepar con sus dos torres de cáscara hasta el Día
en que el gusano construya con las pajas doradas del veneno
mi nido de clemencia en el tosco árbol rojo.

ACASO PORQUE EL AVE DEL PLACER SILBE


¿Acaso porque el ave del placer silbe luego de las púas candentes en los ojos,
será más dulce el canto del caballo ciego?
Se refugian a tiempo el pájaro y la bestia
para sufrir la cena y los cuchillos de una emoción cualquiera.
En la nieve olfateada y vertida sobre la punta de la lengua del año
que remienda la saliva como burbujas con quebrados cuartos,
un hombre enamorado, solitario, junto a los tendones de sus ojos, dos fuegos,
acampado en el chaparrón color droga del alimento y de los nervios
saborea el lengüetazo de los años
a través de un débil bosque de cabello
en un viento que desplumaba gansos,
y nunca, cuando las lenguas salvajes quiebran sus tumbas
se vuelve a contemplar la agitada raíz roja.
Porque allí hay una historia fuera de la ciudad maldita,
la esposa helada cuyos jugos erraban como un mar estático
esculpido en secreto.
Herido por la calle veloz y ardiente
¿no debo acaso detener mi gira por quedarme mirando un año viejo
tropezando y quemándome en el fango de torres y galerías
como un ajado retrato de muchacho?
Yo atavié a la persona de sal y al lugar condenado
con carne de una fábula;
si los muertos sucumben, sus estómagos tumban
a un hombre vertical en las antípodas
como el mar con cimientos de espuma y pecho de roca;
sobre la mesa del pasado yo repito esta gracia presente.


 

HAGO ESTO EN UNA AUSENCIA TUMULTUOSA


Hago esto en una ausencia tumultuosa
cuando con su collar de piedra,
cada antiguo minuto en la estación del celo
abriga mi anclada lengua, resbala por el muelle,
cuando, bendita sea la alabanza, su orgullo navegó el mástil y la fuente
y quedó deslumbrado por el océano con figura de mano
en este orgulloso árbol navegante con ramas arrastradas
por la última bóveda y el dique vegetal,
y esta casa endeble hacia los cielos con pilares de médula,

es desdeñada, un harapo del aliento, una maleza enmarañada,
cabeza hueca de opio, paso de cuervo resollado, soplado, entrecortado,
o, como el nudo del pecho, por la marea atado, se recogió de nuevo
o rasgó ancestralmente el himen amarrado del mar,
y en su postrer orgullo es una criatura solitaria
arrastrada por imantados vientos hacia su madre ciega,
mansión de leche y pan en un pueblo sin dientes.

Ella para mí crea una inocencia de ortiga
y una culpa de palomo sedoso en su orgullosa ausencia,
en las rocas vejadas la caracola de las vírgenes,
la franca perla cerrada, la fisonomía de las niñas del mar
destellan en las cuevas rizadas con huellas de sirenas,
es la doncella en el roble ruboroso, el arbusto dorado de leones,
presagia danzas de toros y lechos de ballenas,
orgullosa como una piedra amamantada y vasta como granos de arena.

Estos son sus contrarios: la bestia que persigue
con grave pie de sacerdote y mano de cinco asesinos
su vuelo diluido hacia columnas como nidos de cenizas,
llama al rebaño diezmado por el fuego, se derrama en el hielo,
perdida en un silencio inocuo, lacio de árboles,
la que trepa una colina en el granizo con fríos pasos pétreos
cae sobre un anillo de veranos y clausurados mediodías.

Construyo un arma con los huesos de un asno
y ando por arenas tumultuosas junto a la ciudad muerta,
aporreo el aire pleno, destrozo el este y derribo el ocaso,
asalto su apresurado corazón, cuelgo su valva retorcida
con venas degolladas, dejo atados sus párpados.
Tras las mandíbulas que todo lo trituran
brilla la destrucción picada por los pájaros.

y por ese asesino, caigo hacia la ruina
negro por el contagio, como ola que se acerca.
La ruina, ese cuarto de errores, un crucifijo caído
en el mar hacinado y en la sombra con pilares de agua,
mi orgullosa pirámide pesada en rocoso sudario:
donde, como herida en el lienzo esmeralda y el agudo viento
la cabeza del héroe yace arrancada de todas las leyendas,
con mano enguantada de soles llega quien diseca el amor
el que roe el vivo corazón sobre un diamante.

"El vientre de su madre tuvo una lengua que lamía el barro"
gritaron los labios desdentados, con su mordaza de capucha y cuerda,
en esa tierra luminosa de anclas donde yacía amortajado,
"Un lagarto se vuelve con el dardo de su negro veneno
para hundirlo hacia atrás en el lecho del tétano
y el blanco aliento vela la boca de la simiente"
"Mirad", repetían las viejas máscaras "cómo suben los muertos:
en el espiral sin fin del dique, un hombre es atrapado".

Estos ojos que una vez fueron ciegos han respirado un viento de visiones,
la raíz del caldrón en esta mano, otrora sin anillos
se esfumó como un árbol y se agitó como pájaro en llamas;
con dientes rotos y sonoros y cola y tambor de telaraña
las jaurías ajadas se alejaron de este fantasma en flor
y, tibio como el perdón desde una nube de orgullo,
el mundo, terrible hermano mío, le desnuda la piel.

Ahora en el gran pecho de la nube yacen países quietos,
por mares rescatados marcha mi amor desde su sitio altivo
sin heridas ni rayos en su cara,
un viento calmo sopla, alza los árboles como cabelleras.
donde una vez la sangre de la blanda nieve se hizo hielo.
Y aunque un amor tire del aire pálido, lleno de pezones
y los orgullos del mañana le devoren los ojos,
aun así hago esto en una presencia misericordiosa.


CUANDO MIS CINCO SENTIDOS CAMPESINOS VEAN

Cuando mis cinco sentidos campesinos vean,
se olvidarán los dedos de sus pulgares verdes
y sabrán de qué modo el amor es raspado en la escarcha
y transido de invierno,
a través del zodíaco a puñados, la cáscara de las estrellas nuevas
y el ojo vegetal del semilunio,
las orejas murmurantes mirarán el amor expulsado a redobles
bajando por la valva y la brisa hacia una playa discordante,
y ligada a las sílabas, la lengua del lince llorará
pues sus fieles heridas se han remendado amargamente.
Mis narices verán arder como un arbusto su respiración.

Mi corazón único y noble tiene sus testigos
en todos los países del amor que a tientas despertarán;
y cuando el sueño ciego caiga sobre los sentidos en acecho
será sensual el corazón aunque haya cinco ojos que se quiebren.


TENDIDOS EN LA ARENA JUNTO AL MAR

Tendidos en la arena, alerta al amarillo
y al mar austero, remedamos al que se burla
del que sigue los ríos rojos,
hueca alcoba de palabras
desde la sombra con forma de cigarra,
porque en esta tumba amarilla de arena y mar
un llamado al color llama en el viento
que es austero y alegre como tumba y mar dormidos
el uno frente al otro.
Los silencios lunares, la marea callada
que lame los inmóviles canales, el seco domador de las mareas
cercado entre el desierto y la tormenta de agua,
debería curar nuestros males del agua,
con una calma de único color;
la música celestial sobre la arena
resuena con los granos en su prisa
y esconde las mansiones y montañas doradas
de la austera y alegre tierra junto al mar.
Limitados por una lonja soberana yacemos
alerta al amarillo, deseamos que el viento lleve lejos
estos estratos de la orilla y ahogue la roja roca;
pero los deseos no son alimento
ni podemos resistir la llegada de la roca,
sólo yacer alerta al amarillo hasta que la atmósfera dorada
se rompa, oh, sangre de mi corazón, como el corazón y la colina.


 

 

 

 

 

 

ES LA CAMPANA DE LENGUA POLVORIENTA DE LOS PECADORES


Es la campana de lengua polvorienta de los pecadores que a los templos me ciñe
cuando el tiempo, con su antorcha y su clepsidra, como un cura de azufre,
con su talón de bestia hundido en la sandalia
marca una nave negra que se enciende desde una tea de cenizas,
con desgreñadas manos el dolor rasga el espectro del altar
y un viento de fuego asesina la vela.

Sobre el minuto de los coros oigo el cántico de la hora:
el santo coral del tiempo y el salobre dolor se ahogan en un fétido sepulcro
y un remolino guía el tambor de oraciones;
la caída de la luna y el emperador navegante, pálidos como sus huellas en la 
[marea,
por un acaso de la muerte oyen el reloj del campanario derribado
que bate la hora del mar a través del bronce.

Allí, directo bajo la llama muda, en la casa derribada
tempestad, nieve y fuente en la atmósfera de fuegos de artificio,
hay una catedral serena, oscura y resonante;
el dolor, con un libro empapado y una vela bautiza al tiempo querubín
desde la silenciosa campana de esmeralda;
y en la veleta movediza
la voz del pájaro sobre el coral reza.

Más allá de la pila y del hueso y las plantas que tocan a rebato en la piedra
hay para siempre un niño blanco en el verano de sombría piel
que escala el muro azul de los espíritus;
desde el invierno líquido y vacío, navega el niño de colores,
sacude, en la áspera mortaja, cuando el insecto del mago lo despierta
el ding dong de las torres mudas.

Al decir tiempo aludo al tramposo bribón de nuestra boda
nacido a la caída de la noche, en el lado gordo de una cama animal
en un cuarto bendito en una ola;
y todos los pecadores del amor se arrodillan sobre una tela suave
ante la imagen de un punto zodiacal,
nuez moscada, algalia y perejil ofrecen los afligidos novios
que han dado a luz al dolor granuja.

OH HAZME UNA MÁSCARA

Oh hazme una máscara y un muro que me oculte de tus espías
de esos agudos ojos esmaltados y de las garras ostentosas
de la rebeldía y la violación en los viveros de mi rostro,
una mordaza de árbol, en silencio golpeado para cubrirme de los desnudos [enemigos
hazme una lengua de bayoneta en esta oración indefensa,
vuelve mi boca flagrante y que sea una trompeta de mentiras soplada dulcemente,
dame las facciones de un tonto moldeado en vieja armadura y roble
para escudar el cerebro brillante y confundir a los indagadores,
y un dolor viudo manchado de lágrimas caído de las pestañas
para velar la belladona y hacer que adviertan los ojos secos
que otros traicionan las quejumbrosas mentiras de sus pérdidas
con los pliegues de la boca desnuda y la risa solapada.

LA CÚPULA SE ESTIRA

La cúpula se estira. Su imagen es una jaula de pájaros.
Desde el nido de piedra no deja que las aves cinceladas, plumosas
mitiguen sus vividas gargantas en la grava de sal,
o perforen el quebrado cielo zambullendo su ala en la maleza y su talón
un palmo entre la espuma. Los repiques defraudan la prisión de la cúpula
caen a tiempo como lluvias proscriptas, sobre aquel sacerdote, agua,
tiempo para las manos de los nadadores, música para la boca y el candado de [plata.
Nota y plumaje se zambullen desde el garfio de la cúpula
esos pájaros que estiran el cuello son para que tu escojas
las canciones que a saltos retroceden hacia la voz labrada,
o vuelan a las campanas en invierno,
pero no regresan con el viento mudo, como los pródigos.

DESPUÉS DEL FUNERAL
A la memoria de Ann Jones

Después del funeral, alabanzas de necios, rebuznos,
golpes de viento en las orejas como velas, el acolchado
golpeteo de una alegre clavija sobre el pie grueso de la tumba
que clausura los párpados, los dientes en negro,
los babosos ojos, las charcas de salitre en las mangas,
el matinal chasquido de la pala que despierta el sueño,
en las tinieblas del ataúd sacude a un niño desolado
que gotea hojas secas al cortar su garganta
y saca un hueso al sol en un golpe de juicio,
tras el festín de cardos y horas llenas de lágrimas
en un cuarto con un zorro disecado y un helecho marchito,
por esta ceremonia yo estoy solo
en las horas del llanto
con Ann, la muerta, la jibosa,
cuyo embozado corazón de fuente se derramara cierta vez en charcos
en torno de los mundos asolados en el país de Gales y ahogara cada sol
(aunque ella creería esta imagen una ciega y monstruosa
alabanza engrandecida —su muerte fue una gota callada—,
no hubiera dejado que me hundiese en el chorro sagrado
del prestigio de su corazón, yacería honda y muda
pues su cuerpo quebrado no necesita de un poeta).
Pero yo, bardo de Ann, desde un hogar en alto
llamo a todos los mares a oración,
para que la leñosa lengua de su virtud murmure
como una boya de campana sobre las cabezas de los que cantan himnos,
abata las paredes del bosque lleno de helechos y de zorros
y su amor cante mecido en la parda capilla,
y bendiga con cuatro aves de paso su alma reverente.
Mansa como la leche fue su carne, pero esta estatua camino al cielo
con su pecho salvaje y la bendita, gigante calavera
se halla esculpida a su imagen en un cuarto de ventanas mojadas
en una casa ferozmente enlutada por un año nefasto.
Yo sé que sus manos agrietadas, humildes, rancias manos
yacen crispadas en oración,
su raído murmullo en una frase húmeda, su ingenio, goteando en el vacío;
su rostro como un puño al morir se contrajo en un dolor redondo
y es Ann en su escultura, setenta años de tallada piedra.
Estas manos de mármol, empapadas de nubes,
esta disputa gigantesca de la voz desbastada, del ademán y el salmo,
me asaltarán por siempre sobre su tumba
hasta que el pulmón del zorro disecado se estremezca y grite "amor"
y el helecho hamacado por el viento deje en el umbral negro sus semillas.

UNA VEZ ERA EL COLOR DEL DECIR

Una vez era el color del decir
empapaba mi mesa el lado feo de la colina
con un campo volcado donde una escuela callada se asentaba
y un remiendo de niñas blanco y negro en sus juegos crecía;
Yo debo deshacer esas laderas suaves
para que todo lo que se ahogó grácilmente con el canto del gallo se alce para
[matar.
Cuando silbaba yo con los granujas a través de los depósitos
a los amantes fríos y chiflados en la mugre de sus frondosas camas
la sombra de sus árboles era una palabra de muchas formas
y una lámpara de relámpagos para el pobre en la oscuridad.
Ahora mi decir será mi deshacer
y cada piedra que devane como un carrete.

NUNCA DESDE ESTA IRA

Nunca desde esta ira, un anticlímax
luego que el rechazo la golpeó en el lomo
y la flor coja se arqueó como una bestia para lamer las extrañas corrientes
en una tierra atada por el hambre,
ella ha de recibir una panzada de algas
ni ha de aguantar las manos fibrosas que yo toco
a través de dos mares que agonizan.
Atrás de mi cabeza un cuadrado de cielo se desploma
en la sonrisa circular mecida desde un amante al otro
y la esfera dorada hace girar los cielos;
nunca desde esta ira
después que el rechazo la golpeó como una campana bajo el agua
su sonrisa ha de nutrir aquella boca, tras el espejo,
que arde a lo largo de mis ojos.

CÓMO EL ANIMAL QUE HAY EN Mí

¿Cómo el animal que hay en mi
cuya forma embrujada yo dibujo en el cráneo cavernoso
vehículo de pústulas y caracola de exultación,
soportará el entierro bajo el muro de hechizos,
el velo tantas veces invocado que amortaja la cima de la cara,
quién se enfurecería
ebrio como un gusano de las viñas, como un pulpo azotado,
rugiendo, arrastrándose, pendenciero
con los climas de fuera
el natural anillo de los cielos desnudos
descendido a sus ojos de fantasma?

¿Cómo habrá de hechizar,
una tierra brutal en el límite frío de los días campestres
hacia el macho clavado en una llama curva a medianoche,
que funde las leoninas garras y la herradura del corazón
para trotar con una hembra ruidosa por los lechos de heno de una milla,
amar y trabajar y asesinar
en una luz ligera, dulce y cruel hasta que brote la tierra aprisionada
y el negro mar estalle en regocijo,
los intestinos se revuelvan,
la zarpa de las hoscas venas estruje desde cada partícula rojiza
la voz quemada e iracunda?

Los pescadores de tritones
se arrastran y murmuran sobre la marea mientras hunden el
[hechizado anzuelo curvo
con mordisco nupcial de pan dorado, con un viviente ovillo,
lengua y oreja en el hilo,
pesco en las cuevacharcas animales de ensalmos y de hueso,
cercadas por los templos y presas en guedejas
y dibujo un tentáculo,
clavado con un ojo abierto en un cuenco de heridas y maleza
para abrochar mi furia contra el suelo
y abatir la grandeza de su sangre;
nunca la bestia ha de nacer para alzar estos mares escasos
o suspender el día sobre un cuerno.

Largo suspiro, frío barro, mentira rota,
alto arrojo, aturdido en las agallas de la piedra; solapadas tijeras bruñidas en la [escarcha
repiquetean a través del grosor de la fuerza, el amor labrado en los pilares cae
con el ave tallada, con el santo y el sol, la boca de la doncella naufragada entre [espigas
cuelga como un arbusto frutecido de llamas, el delirio de los ojos vehementes
cercena el gesto del aliento.
Muere entre plumas rojas cuando se corta el cielo
y rueda con la tierra golpeada:
seca mentira, descanso robado, bestia mía.
Te han echado a puntapiés de una caverna oscura,
has saltado al relincho de la luz
y te has cavado la tumba en mi pecho.

LA LOSA DECÍA LA FECHA DE SU MUERTE 

La losa decía a fecha de su muerte.
Me detuve a la vista de sus dos apellidos.
Una virgen casada reposaba.
Se casó en este sitio invadido de lluvias
que descubrí un buen día por azar,
antes que en el regazo de mi madre oyera
o viera en la caracola del espejo
el hablar de la lluvia a través de su frío corazón
y al sol asesinado en su semblante.
No puede decir más la gruesa piedra.
Antes de que ella se tendiera en la cama de un extraño
con una mano hundida entre su pelo,
antes que una lengua lluviosa devolviera los golpes
a través de diabólicos años y muertes inocentes
hasta llegar al cuarto de algún hijo secreto,
oí decir más tarde entre los hombres
que lloró al ver desnudos
sus miembros ataviados de blanco
y contemplar sus colorados labios
ennegrecidos por los besos;
que lloró en su dolor con muecas en el rostro,
y que habló y lagrimeó
aunque sonriera su mirada.

Yo que vi en una rápida película
a esta loca heroína y a la muerte
encontrarse una vez, sobre un muro mortal
la oí hablar a través del astillado pico
del pájaro de piedra que la guarda:
"Morí antes que llegara
la hora de ir al lecho
pero rugió mi vientre mientras tanto
y sentí en la desnudez de mi caída
una cabeza roja y áspera que irrumpía llameante
y el amado diluvio de su pelo”.

SIN TRABAJAR CON LAS PALABRAS

Sin trabajar con las palabras durante tres meses estériles
en el vientre sangriento del año rico y la gran bolsa de mi cuerpo
censuro amargamente mi oficio y mi pobreza:

Tomar, dar, eso es todo, devolver lo que se da con hambre
soplar hacia los cielos a través del rocío las libras del Maná,
el bello don de la charla rebota contra una vara ciega.

Elevarse, alejarse de la riqueza humana es gustar a la muerte
que al fin arrasará con los dineros del aliento marcado
y contará los misterios robados, traicionados en una maligna oscuridad.

Rendirse ahora es pagarle dos veces a ese ogro insaciable.
Bosques antiguos de mi sangre, precipitaos a la cuenca de los mares
si me pongo a quemar o resarcir el mundo lo cual es la tarea de cada uno de los [hombres.



 

 

 

UN SANTO A PUNTO DE CAER

Un santo a punto de caer,
las planicies manchadas de los cielos golpearon y rozaron
los ruedos en forma de cometa de su besado manto,
en la última calle los gestos alabaron
el destejerse como canción junto a la roca,
de la pared labrada
de la casa paterna en las arenas,
y el esfumarse del musical trabajo de los puertos y el cloquear de las campanas,
la tos herida del reloj, medidor de la sangre
tras un rostro de agujas,
sobre el etna angelical de las últimas tierras de plumas aleteantes
con pie calzado en viento en el hueco de una bola de fuego
entonó himnos a sus rebaños que se marchitaban,
en el último extremo de la parva junto a pozos rebosantes de vino,
hambriento, cantó al cielo
y al veloz Pandecristo cortado que escupía vinagre
y todos los asombros de su lengua lisonjera y envidiosa
se incrustaban en fuego y caracolas.

La gloria estalló como una pulga
los sagrados bosques de velas con sus hojas de sol
echaron baba sobre un árbol chamuscado
encapotándolo de negros brotes,
las dulces barcas con aletas de peces que acarreaban sangre
se tambalearon en un mar a pique
con sus presas de algas y de pajas,
con su caída cayó el cielo y una exhausta campana golpeó en el
[aire abandonado.

Oh despierta en mí, en mi casa en el barro
del cruce de las riberas quejumbrosas,
echado a latigazos de la carbólica ciudad confunde en un lecho de penas
las bases huidizas del cielo familiar,
los tejados altivos de las nubes.
Desde un extraño cuarto en una casa dividida mira fijo,
con la leche en la boca, los agrios diluvios
que entierran la dulce calle lentamente,
mira como la calavera de la tierra se arma con una guerra de cabellos
y cerebros ardientes.

Golpea en la ciudad-bomba-de-tiempo,
levanta las vivientes vigas del tambor del oído,
tira tu miedo como un fardo de piedra,
a través del asilo sombrío,
envuelto entre gemidos de Herodes
mientras penetran sus espadas
pues los ojos ya han sido asesinados,
se fuerza el gastado corazón
y la agonía tiene otra boca que alimentar.
Oh despierta y mira, luego de una caída noble
de nuevo el viejo sumidero fangoso, el sórdido pesar
gotea desde las manos de estropajo y la estrujada esponja de la frente,
el aliento retrocede como un rayo a través del aceite blanquecino
y un extraño penetra como el hierro.
Grita de gozo que este segundo con cara de comadre y de bruja
te intimida hacia el brusco mar tan suavemente
y un látigo hecho del pulgar y del sol
convierte en una playa de toros estruendosa
tu isla silenciosa, cercada de muchachos.

"SI MI CABEZA CAUSARA EL MÁS MÍNIMO DOLOR"


"Si mi cabeza causara el más mínimo dolor
vuelve a encerrar el hueso descendido. Si el globo intacto de mi aliento
chocara en un conducto deja que salten las burbujas.
Es mejor ceñirme la garganta con el gusano de las sogas
que alardear un amor enfermizo en esa escena de pañales.

"Todos los estribillos caben en tu anillo de reñidero;
he de peinar los bosques enredados con un guante en la lámpara,
picotear, correr, bailar sobre las fuentes y zambullirme en el tiempo
antes de que reduzca a martillazos el fantasma, el aire,
aporree la luz y ensangriente un cuarto sonoro.
Si mi arribo encorvado y simiesco es cruel
arrójame con ira a la casa en que me hicieron. Mi mano se desata
cuando tú coses la profunda puerta. La cama es un lugar de aflicción.
dóblate como un arco si mi travesía te doliera
o haz una sombra renga y sin jinete que gotee nueve meses fluidos"

"No. Ni por el lecho deslumbrante de Cristo
ni por un sueño nacarado entre encantos y partículas suaves
mi amor, yo cambiaría mis lágrimas o tu cabeza de hierro.
Mi hijo o hija, nada te empujará a la fuga, nada, nada,
aunque se rompan las pesadas multitudes acuáticas del cielo.

Ahora con mi gozo por cueva, a despertar, envainado de gestos
hacia la angustia y la carroña, hacia el infante que nunca será libre;
oh mi amor perdido, arrojado de un buen hogar;
la semilla que rápida se asoma al borde de la tumba
tiene una casa y una voz, y aquí y allí debes recostarte y llorar.

"Descansa ahora sin elección posible en la semilla destinada al polvo
junto al pecho henchido de mares.
No hay regreso por las aguas de las calles gordas ni por los flacos caminos de los [huesos.
La tumba y mi calmo cuerpo están cerrados como una piedra a tu regreso
y el sufrimiento abre el principio sin fin de los prodigios."


 

VEINTICUATRO AÑOS

Veinticuatro años rememoran las lágrimas de mis ojos.
(Enterrad a los muertos para que no marchen penosamente hacia la tumba.)
En el dique de la puerta natural me acurruqué como un sastre
que cosiera la mortaja para una travesía
bajo la luz del sol devorador de carne.
Vestido para morir comencé el contoneo sensual
las venas rojas llenas de dinero,
en dirección final a la ciudad rudimentaria
avanzo mientras dure lo que existe para siempre.

LA CONVERSACIÓN DE LOS REZOS

La conversación de los rezos que está por pronunciar
el niño que se acuesta y el hombre en la escalera
que trepa al cuarto alto donde muere su amante,
sin que al niño le importe a quien verá en sus sueños
mientras el hombre llora, temiendo hallarla muerta,

se enciende entre las sombras el sonido que se habrá de elevar,
ellos lo saben, hacia los cielos que responden desde los suelos verdes
desde el niño en su cama y el hombre en la escalera.
Ese sonido a punto de decirse en las dos oraciones
por el sueño en una tierra a salvo y el amor que agoniza

serán la misma pena que se eleva. ¿A quién aliviarán?
¿Dormirá el niño ileso o ha de llorar el hombre?
La conversación de los rezos a punto de decirse
cambia a los vivos y a los muertos y el hombre en la escalera
no encontrará esta noche a su amor agonizando en el cuarto de arriba

sino viva y caliente gracias al fuego de su cuidado.
Y el niño, sin cuidar a quien llega su oración,
se ahogará en una pena tan honda como su tumba cierta,
y advertirá esa onda de sombríos ojos, a través de los ojos del sueño,
que lo arrastra hacia arriba, hacia alguien que ha muerto.

NEGATIVA A LAMENTAR LA MUERTE POR FUEGO DE UNA NIÑA EN LONDRES

Jamás hasta que la humanidad hacedora
de la bestia, el pájaro y la flor,
del procrear y toda la oscuridad humillante,
diga con el silencio la última luz rompiente
y la hora tranquila
haya venido desde el mar brincando en su montura,

y yo deba penetrar de nuevo
en el redondo Zion de la burbuja de agua
y en la sinagoga de la espiga
dejaré que la sombra de un sonido rece
o sembraré mi simiente de sal
en un mínimo valle de cilicio, por lamentar

la majestad y el arder de esta muerte de niña.
No asesinaré
la humanidad de su partida con una verdad grave
ni blasfemaré por las estaciones del aliento
con alguna tardía
elegía de inocencia y juventud.

Honda, con los primeros muertos yace la hija de Londres
ataviada por los amigos perdurables
los granos sin edad, las venas oscuras de su madre,
secreta junto al agua sin quejas
del Támesis jinete.
Tras la primera muerte ya no hay otra.


POEMA DE OCTUBRE

Cumplía treinta años, mi aniversario despertó hacia el cielo
cuando oí cómo hacía señales la mañana
con la oración del agua y el grito de cornejas y gaviotas
y el roce de las barcas en el muro trenzado por las redes
desde el puerto y los bosques vecinos
y los mejillones en sus charcas y la playa con garzas clericales
para que en un segundo me pusiera de pie
y echara a andar en el pueblo todavía dormido.

Mi cumpleaños empezó con los pájaros acuáticos
y con pájaros de árboles alados que volaban mi nombre
sobre las granjas y los blancos caballos
y yo me levanté en el lluvioso otoño
y eché a andar en el chaparrón de todos mis días,
Era en la pleamar y las garzas buceaban cuando tomé el camino fronterizo
y aun estaban cerrados los portales del pueblo
mientras el pueblo se iba despertando.

Toda una primavera de alondras en una nube rodante
y las matas a orillas del camino desbordaban de mirlos silbadores
y el sol de octubre a la manera del verano
sobre el hombro del cerro
fueron climas amigos y hubo dulces cantores
que llegaron de pronto en aquella mañana por la que yo vagaba
y escuchaba cómo se escurría la lluvia;
frío, el viento soplaba
en el bosque, muy lejos, a mis pies.

Pálida lluvia sobre el puerto encogido
sobre la iglesia mojada por el mar, tan pequeña
que semejaba un caracol con sus cuernos a través de la niebla
y del castillo pardo como los búhos;
pero todos los jardines de primavera y de verano
florecían en los cuentos fantásticos
detrás de la frontera y abajo de la nube invadida de alondras.
Allí podía yo maravillarme
mi cumpleaños se iba yendo pero el tiempo giraba alrededor.

Girando me apartaba del país jubiloso
bajaba por el aire cambiado y por el cielo alterado de azul
fluía de nuevo una maravilla de verano
con manzanas y peras y grosellas rojas:
y vi tan claro en el rodar del tiempo
aquellas olvidadas mañanas cuando un niño paseaba con su madre
por entre las parábolas del sol
y las leyendas de las verdes capillas

y por los campos de la infancia ya dos veces contados
porque sus lágrimas quemaron mis mejillas y su corazón se conmovió en el mío.
Estos eran los bosques y era el río y el mar
allí donde un muchacho
en el verano atento de los muertos
murmuraba la verdad de su gozo
a los árboles, las piedras y el pez en la marea.
Y el misterio cantó vivo
en el agua y en el gorjeo de los pájaros.

Y allí podía yo maravillarme
mientras mi cumpleaños se alejaba aunque el clima diera vuelta en redondo
y el gozo verdadero del niño muerto hace tanto tiempo
cantaba ardiendo bajo el sol.
Cumplía treinta años hacia el cielo y en el mediodía del verano
aunque la villa al fondo se cubriera de hojas por la sangre de octubre
oh que en este alto cerro
a la vuelta de un año
la verdad de mi corazón se cante todavía.

 

 

 

 

 

 

 


ESTE LADO DE LA VERDAD
(para Llewellyn)

De este lado de la verdad,
quizá tú no veas, hijo mío,
rey de tus ojos azules
en el país cegador de la juventud,
que todo está por hacerse
bajo los cielos indiferentes
de inocencia y de culpa
antes que intentes sólo un gesto
con la cabeza o el corazón,
todo se ha unido y disgregado
en la ventosa oscuridad
como el polvo de los muertos.

Lo bueno y lo malo, dos maneras
de andar entre tu muerte
por este mar triturador,
rey de tu corazón en los días ciegos,
vuelan como el aliento,
van llorando a través de ti y de mí
y de las almas de todos los hombres
hacia la inocente oscuridad
y la culpable oscuridad
y la buena muerte y la mala muerte
y por fin en el último elemento
vuelan como la sangre de los astros,

como las lágrimas del sol,
como la semilla de la luna,
basura y fuego, en el bullicio volador
del cielo, rey de tus seis años.
Y el deseo perverso
bajo el origen de las plantas,
los animales y los pájaros,
del agua y de la luz, de la tierra y el cielo,
desaparece antes de que te muevas,
y todos tus actos, todas tus palabras,
cada verdad, cada mentira
mueren en un amor que no juzga.

A OTROS QUE A TI

Amigo, enemigo te grito.
Tú con la mala moneda en tu bolso,
tú, mi amigo, con aire triunfador
que palmeabas la mentira en mí, cuando atrevido mirabas
dentro de mi más tímido secreto,
tentado con guiñadas brevísimas del ojo
hasta que el diente dulce de mi amor mordiera en seco,
limado al fin y tambaleando succioné,
a quien ahora ruego que se detenga como un ladrón
en la memoria labrada por espejos,
con un acto sonriente sin olvido posible,
rapidez de la mano en el guante de seda
y bajo tu martillo todo mi corazón,
fuiste una vez aquella criatura tan alegre, tan franca
íntimo amigo que nada me pedía
que no creí jamás defraudar ni creer
mientras desplazabas una verdad en el aire.

que aún cuando los amé por sus defectos
tanto como por sus virtudes
mis amigos fueron enemigos con zancos
que hundían sus cabezas en una nu

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